lunes, 20 de febrero de 2017

Clarín - Viajes - Seattle, la ciudad donde llueven músicos y café

Seattle, la ciudad donde llueven músicos y café

En el estado de Washington, en el límite con Canadá y junto al océano Pacífico, fue escenario de famosas películas y series. Cuna del grunge, los aviones Boeing, los gigantes Microsoft, Amazon y Starbucks, su turismo crece pese al clima lluvioso.


“Festival de Lluvia en Seattle. Del 1° de enero al 31 de diciembre”. La frase está impresa sobre un paraguas de cerámica que vende Max Williams en su kiosco de revistas y souvenirs, riéndose del clima de la ciudad más grande del estado de Washington, al noroeste de Estados Unidos y en el límite con Canadá. “Todos necesitamos de alguna certeza”, sentencia y le saca algo de rédito a los días grises.
Luego se ata el pelo y enfunda su guitarra, repasando un listado de películas y series de televisión que hacen llover a Seattle. “Los mitos también son importantes”, afirma, en referencia a la cantidad de milímetros que caen aquí por año. Parece que en promedio, sus números no superan a los de Nueva York, por ejemplo. Pero en esta orilla del Pacífico no llueve fuerte sino que llovizna seguido.

Seattle, la ciudad donde llueven músicos y café
Desde la bahía de Elliot se recortan las siluetas de los rascacielos y el tradicional mercado (Visit Seattle).
Entre el estrecho de Puget y el lago Washington, con las montañas de fondo, esta tarde asoma el sol -o la suerte- por encima de las nubes rosadas que se reflejan en el mar.
Más allá de la cuestión climática, la “Emerald City” (ciudad esmeralda, por la cantidad de árboles) no es fácil de encasillar. ¿Qué tienen en común Bill Gates y Kurt Cobain? Seattle. ¿William Boeing y Jimi Hendrix? Seattle. ¿Meg Ryan iría a espiar a Tom Hanks en el auto de la detective Sarah Linden? Pearl Jam, Microsoft, Soundgarden, Amazon, Alice in Chains, Starbucks, Mudhoney, Frasier. Una y otra vez aparecerá la “Space Needle” (Aguja espacial) como un faro y las calles limpias del “Downtown” servirán como escenario.
Los pescados voladores
Podría ser el nombre de una banda de grunge, “el sonido” de Seattle. En cambio, los salmones vuelan a partir de las siete de la mañana en el “Pike Place Market”, en un ritual que protagonizan los vendedores en el mercado público de la ciudad y que consiste en arrojarse -y atajar- pescados para después clavarlos en el hielo molido. Parece que estuvieran dominando pelotas de rugby resbaladizas, con dientes.

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Con 90 años, el Pike Place Market ofrece desde pescados y flores hasta cómics y vinilos. En junio será ampliado.
A su alrededor, las montañas de langostas y cangrejos muertos dan miedo. Acaban de perder su batalla, hace unas horas nomás, con semejantes ojos y tenazas. En los pasillos hay olor a fresco. Vienen las flores. Y en los puestos de frutas y verduras se respira una humedad asfixiante.
Afuera, el paisaje tiene aire, bosques espesos, montañas con picos nevados y lagos. En el mar siempre pasa algún barco que seguramente va para Alaska.
En un momento de la mañana se apaga el neón rojo de las agujas del reloj y del letrero que anuncia “Public Market Center” sobre el techo del mercado. ¿Cuándo se habrá convertido en ícono el cartel de 1927, al borde de la Bahía de Elliot? A veces, a los símbolos los talla el tiempo. Hasta que un día el turismo los convierte en estampados de remeras, láminas para enmarcar o imanes de heladera, como ocurre con estas palabras que explican lo obvio con un aura de nostalgia. ¿Quién no quiere una foto en First Avenue y Pike Street, con las letras rojas y el mar de fondo? ¿Cuántas selfies se tomarán con el reloj las 10 millones de personas que visitan el mercado cada año?
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Las guías de bolsillo, las aplicaciones y el propio periódico del Pike Place coinciden en que lo mejor para recorrer este espacio de 90 años es empezar posando con el letrero, por tratarse de una de las piezas de neón al aire libre más antiguas de la Costa Oeste de Estados Unidos. A pocos metros, gira la noria de 50 metros de altura (Great Wheel), inaugurada en 2012 en el Muelle 57, con 40 cabinas que ofrecen panorámicas. Después, hay que perderse en el laberinto: especias, ropa, tés, tatuajes, artesanías.

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Un cartel que es todo un ícono de la ciudad.
Conocer al productor. Apoyar la creatividad. Experiencia única. Estos conceptos se repiten con frecuencia por los pasillos del mercado y reflejan bastante bien su realidad y su historia, así como la idiosincrasia de Seattle. El mercado de Pike Place se levanta sobre cimientos rebeldes.
El 17 de agosto de 1907, ocho agricultores desafiaron al statu quo porque, cansados de las altas comisiones que les imponían los intermediarios, decidieron vender sus productos directamente al público. Llegaron hasta la orilla del mar, descargaron sus carretas y se quedaron sin mercadería antes del mediodía. Un éxito. A los tres meses ya eran 120 los integrantes del sector hoy conocido como “Farmers Market” y se siguieron sumando vendedores independientes, pescadores, productores locales, artistas, carniceros y artesanos.

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Creado en 1962, el monorriel de Seattle sale cada 10 minutos y corre a lo largo de la 5ta Avenida.
Desde entonces, “Pike Place Market” fue creciendo hasta sumar once edificios, seis niveles, más de 80 casas de comidas y más de 200 negocios de los rubros más variados que abren 363 días al año. Cierran solo el Día de Acción de Gracias y en Navidad.
“More shops” (Más negocios), señala un dedo de neón en dirección al suelo, a una escalera que baja. Al tomar la decisión de explorar los niveles inferiores se accede a un mundo fantástico en el que las horas vuelan, entre gigantografías de Spock, Sheldon Cooper, Elvis y Marilyn Monroe. La sensación -injusta- es que recién ahora el mercado tiene sentido.
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Colecciones de vinilos, libros usados, zapatos gigantes y la tienda de cómics más antigua de Norteamérica: “Golden Age Collectables” abrió en 1971 y ofrece un espacio de culto al nerd, que ahora es cool. Allá abajo, todos pueden ser superhéroes.
Como cierre, bajar por la callejuela Post Alley hasta la “Gum Wall”, una pared que ganó fama mundial por estar cubierta de chicles masticados, al lado del Market Theater.

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Monumentos de guitarras, en el ingreso a la Galería de Guitarras del museo EMP.
Si alguien anda por Seattle en el verano del hemisferio norte, tiene que agendar el 29 de junio: será el día de la gran apertura del “MarketFront” y se celebrará con shows de músicos locales, degustaciones y actividades organizadas con motivo de la ampliación del mercado hacia la margen de la costanera (le dicen “waterfront”), incluyendo un deck como mirador hacia las montañas Olímpicas, el monte Rainier y el estrecho de Puget.
El primer sorbo del imperio
Cinco colegas de distintos países de América Latina coincidieron hace poco en Seattle por un viaje de trabajo. Al enterarse de que en el número 1912 de la calle Pike Place se encuentra la primera sucursal de Starbucks del mundo, quisieron ir a tomar un café, sacarse fotos con el logo original de la sirena (los pechos descubiertos, en vez de verde predominaba el marrón) y comprar algunas de las tazas que sólo se consiguen en este local. El primer sorbo de un Starbucks tuvo lugar en Seattle, frente al mercado de Pike Place, en 1971.

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Único: en Starbucks Reserve, Roastery & Tasting Room se hacen degustaciones de café y visitas guiadas a la tostadora.
Muchos turistas compartieron la idea y los cinco latinos se encontraron con una cola de tres horas para llevarse el mismo café latte que podían conseguir en cualquiera de los 200 Starbucks que hay en la ciudad y más de 21 mil en 60 países. No se rindieron: volvieron al día siguiente a la hora que abre, a las 6 de la mañana. Lograron el objetivo y, sonriendo con sus vasos de plástico y los nombres de pila escritos con marcador, fueron a recorrer el mercado que empezaba a despertar.
En realidad, la primera sucursal del imperio cafetero estaba a pocos metros, en un edificio que fue demolido, para mudarse a este cubículo sin mesas en 1975. Ningún turista pide tanto rigor histórico y todos suben a Instagram y Facebook sus fotos en “el primer local”.
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Esta es la punta del iceberg de una ciudad adicta al café. Solamente en Seattle hay unas 1700 cafeterías (da un promedio de 253 cada 100 mil habitantes) y hasta existen tours temáticos que proponen recorridos a pie y degustaciones en bares independientes y tiendas gourmet especializadas (ponen mucho cuidado en la importación y el proceso de cultivo, selección de los granos y tostado).

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La lujosa tienda Starbucks Reserve, Roastery & Tasting Room, en Seattle.
Hay quienes asocian la pasión por los cafés en este rincón del noroeste estadounidense, junto al Pacífico, con la llovizna persistente que cae casi nueve meses al año.
“Tampoco es del todo justa esa fama que tenemos. En el verano los colores de los árboles y las flores son tan intensos… Este paisaje es maravilloso. Uno se puede ir con el auto o un motorhome a las montañas, a los lagos, a la playa. Se puede hacer camping, pescar, estar en real contacto con la naturaleza. Es la felicidad absoluta. Y esa es una cara que no muestran las películas”. Kathy Johnson deja en claro que ama su ciudad y, mientras termina sus estudios de música, trabaja como barista en una sucursal del reconocido Caffe Ladro en pleno “Downtown”.
Admite, sin embargo, que ganan la pulseada los días grises, por lo que los cafés pueden representar un buen refugio. Algo similar opinan los guías de la visita guiada en “Starbucks Reserve, Roastery & Tasting Room”, que abrió hace dos años en un viejo edificio del barrio Capitol Hill. Está en 1124 Pike Street, a nueve cuadras del primer local de 1971. “Para los días oscuros, nada mejor que un café para levantar el ánimo”, dice uno de los mozos. Y enseguida empieza a enumerar las variedades de brebajes fríos y calientes que venden en tazas –aclara bien que no son vasos-, a los que se les agrega cremas, jarabes y azúcares de distintas tonalidades.

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Seattle Art Museum.
Cucharas, tazas térmicas y paquetes de granos “reserva” de Etiopía, México o Nicaragua son vendidos a los turistas, que no se pierden la degustación en una sala especial ni la explicación del proceso de tostado, entre las tuberías, máquinas antiguas y el barril de cobre. Este espacio con museo, librería, cafetería, tienda y tostadora es único en el mundo (piensan abrir otros similares en Nueva York y China) y recibe 2 mil clientes en los días hábiles y 6 mil en los fines de semana.
Desde una aguja giratoria
Aparece en todas las series y películas filmadas en Seattle, desde las televisivas Frasier, Grey’s Anatomy, The Killing o iCarly, hasta Sleepless in Seattle (para los argentinos, Sintonía de amor), Eclipse y 50 Sombras de Grey, entre tantas otras. La “Space Needle” (Aguja espacial) tiene un mirador de 360 grados situado a 160 metros de altura y el restaurante giratorio SkyCity.
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Hasta el turista más escéptico sobre los “must see” (es decir, imperdibles), no se arrepiente ni por un segundo de haber subido a la torre construida en 1962. Justo se corren los nubarrones y un arco iris nace en los rascacielos Al bajar, se recorre un jardín de cristal que la torre tiene a sus pies y la exhibición permanente del artista Dale Chihuly. El conjunto colorido y genial de flores y vida marina se llama “Chihuly Garden and Glass” y si la visita se complementa con una comida en el Collections Café, la experiencia habrá sido perfecta.

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La “Space Needle” (Aguja Espacial) tiene un mirador de 360 grados a 160 metros de altura, y el restaurante giratorio SkyCity.
“Amo encontrar belleza en los objetos cotidianos”, es uno de los lemas de este artista del estado de Washington. Debajo del vidrio, cada mesa muestra alguna de sus 28 colecciones particulares: perros de cerámica, destapadores de botellas, tinteros, ceniceros con forma de sombreros mexicanos, navajas, collares africanos, despertadores, soldados de juguete, radios, exprimidores, acordeones...
¿Si hay tours a la fábrica de aviones Boeing? Claro, pero hay que aclarar que en el “Future of Flight Aviation Center” las explicaciones son en inglés. Por cuestiones de seguridad, se palpa a los visitantes de celulares, lapiceras y libretas para anotar. Todo aquello que pueda servir para registrar lo que se ve en los galpones queda confiscado en lockers hasta la salida.

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Recomendación: una visita a la fábrica de aviones Boeing (eso sí, las explicaciones son en inglés).
Para los amantes de los aviones es evidente que observar el paso a paso de un Boeing 777, cómo ensamblan las alas o los secretos de la pintura debe resultar apasionante. Ni hablar del Dreamliner 787 y todos los sueños que dicen que vendrán.
En la frontera con Canadá (los habitantes suelen recordar que están a una hora y media de auto de Vancouver) y en crecimiento como una escala tentadora para los cruceros turísticos a Alaska, Seattle tiene cifras que contradicen su aparente bajo perfil. No sólo ostenta elevados niveles de escolaridad sino que el 53% de su población fue a la universidad.
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Las marcas también hablan. En la ciudad donde se creó Starbucks, a sólo 25 km se encuentran las oficinas generales de Microsoft y está la sede central de Amazon. Se puede visitar la fábrica Boeing y en el EMP (Experience Music Project) el tiempo no alcanzó para nada.

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Panorámica de Seattle.
Entre mil cosas, hay un sector dedicado a los fans de Star Trek, otro sobre íconos del terror, salas de ciencia ficción, parte de la vida de Jimi Hendrix y la historia de Nirvana (la banda nació en Aberdeen, pero se estableció acá), parte central de la escena musical junto a Pearl Jam, Mudhoney, Alice in Chains y Soundgarden. ¿Tendrá algo que ver el exceso de cafeína? ¿Será inspiradora la lluvia de Seattle? Por lo pronto, esta tarde ojalá que siga lloviendo café.

SERVICIO
Equipaje para cruceristas y wi-fi a bordo del avión
En asociación con el puerto de Seattle, Delta le guarda y despacha el equipaje a los pasajeros que llegan en cruceros a la mañana y tienen su vuelo de regreso a la tarde, para que puedan explorar cómodos la ciudad.
En el vuelo diario directo que opera Delta Air Lines entre Buenos Aires y Atlanta, el avión cuenta con asientos planos y acceso al pasillo para cada pasajero de la clase Delta One. Además, el servicio incluye pantallas personales de gran tamaño para entretenimiento, con audios y videos en español. También podrán disfrutar de comidas de inspiración latina de la chef Michelle Bernstein y vinos seleccionados por la sommelier Andrea Robinson.

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En los asientos de Delta One se accede a los pasillos.
A su vez, el avión ofrece el servicio premium de Delta Comfort+ con más espacio para estirar las piernas y prioridad de embarque. Hay 219 asientos en la cabina principal y quienes viajen allí desde y hacia Argentina recibiránlos nuevos kits para dormir. En la flota internacional se expandió el servicio de wi-fi en pleno vuelo con un costo de US$ 14.

MINIGUÍA
Cómo llegar. Por Delta Air Lines, el pasaje de Buenos Aires a Seattle (con escala en Atlanta de 2 hs, el viaje dura 17 hs en total) cuesta a partir de US$ 1.500 con impuestos. El vuelo de Delta Air Lines hasta Atlanta es diario, sale de Ezeiza a las 20.15 y llega a EE.UU. a las 5.30, siendo una escala conveniente porque a esa hora hay pocas personas en la fila de Migraciones y los pasajeros pueden conectar rápidamente con los más de 1.000 vuelos diarios que Delta tiene desde Atlanta. El aeropuerto cuenta con señalización en español para facilitar las conexiones de los viajeros latinos y dos de los Delta Sky Club más modernos, uno en la terminal F y el más nuevo en la B (0800-666-0133; www.delta.com).
Dónde alojarse. La habitación en Sheraton Seattle Hotel cuesta desde US$ 159 (de noviembre a febrero) y US$ 200 (de junio a septiembre). Ubicado en el corazón del “Downtown” y cerca del Washington State Convention Center. Consultas y reservas: www.sheratonseattle.com/en.
Dónde informarse
www.visitseattle.org

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