En reviews de la prensa, en los seminarios sobre vinos, en las copas de los consumidores informados: hoy vibra un nuevo Semillón que parece volver del olvido de las décadas pasadas con renovados bríos. Y no solo eso: la actualidad de esta uva blanca augura un futuro de gusto al que conviene prestar atención. No sólo por lo que supo ser en la Argentina, sino también por el presente que tiene en el mundo.
Es cierto que, con la altura y sus desiertos, nuestro país no parece el lugar más indicado para la elaboración de vinos blancos, sobre todo si se lo compara con regiones como la Borgoña o Alsacia. Pero puestos a mirar el resto del mapa, desde Victoria en Australia a Burdeos en Francia, los terruños de tintos siempre ofrecen al menos un blanco que no falla por fragancia, cuerpo y elegancia: todos son Semillón.
Cepa originaria de la Gironda, como se conoce al río a cuya vera Burdeos se convirtió en puerto de vinos, allá se lo emplea tanto para blancos tranquilos como para dulces tardíos, cortados con Sauvignon Blanc. ¿La razón? Se adapta bien a los climas buenos para los tintos, a la insolación, a los veranos calientes y los otoños fríos y algo húmedos. Precisamente por eso, en nuestro país llegó a tener larga vida.
LOS 4 MOSQUETEROSFue la blanca más cultivada, la que brillaba en los estaños de las pizzerías en la década de 1950 como vino dulce y la que sirvió de base para consumos masivos de todo tipo, hasta que cayó en el olvido de lo que no tiene distinción. Por su prestancia, es una uva amada por los enólogos y los conocedores, que hablan de ella con una mezcla de respeto y ambición, como sucede con Guillermo Barzi, Roberto de la Mota, Antonio Mas o Ricardo Santos, mosqueteros artífices de su regreso.
Barzi, por ejemplo, en Humberto Canale se animó a reescribir la historia de este vino en 1976, como un varietal para la exportación (“aunque no me animé a llamarlo Semillón, sino que le pusimos un nombre de fantasía, Semillón Blanc”, declara). Antonio Mas, otro de los enamorados de la uva, además de hacer su tesis sobre el Semillón, ya lo elaboraba con una pizca de roble desde 1994, un blanco que llegaría a ser legendario. Mientras que Ricardo Santos, hombre dedicado a embotellar sus gustos, lanzó en 2007 “El Semillón de Ricardo Santos”, primero un secreto de especialistas y hoy un reconocido ejemplar, siempre libre de madera.
NUEVO ESTILO, NUEVA VIDACon ese vino, que salió con la marca Mendel Semillón, comenzó una nueva época. En el mundo comenzaba a despuntar una tendencia etérea hacia la elaboración de Semillón con algo de crianza, y tanto en la Argentina como en Australia empezaron a emerger algunos ejemplares.
Las cifras de nuestro país son claras. Mientras que la superficie cultivada se contrajo más de un tercio entre 1990 y 2011, y a la fecha son poco más de mil hectáreas, por el precio de venta de los nuevos vinos y por los productores que empujan el Semillón hoy ofrece un panorama reverdecido. En ese sentido, la elaboración a la bordelesa, con algo de roble francés usado y con uvas no sobremaduradas, le confieren un nuevo sabor: mezcla de miel y aromas herbales y frutales, más bien timidones. En la boca es pura elegancia, con un paso envuelto en cuyo corazón vibra una frescura delicada y armoniosa. Si está bien elaborado, la madera es un dato anecdótico.
Así las cosas, a la fecha hay al menos una veintena de ejemplares, entre los que elegimos diez de los mejores. Conviene apurarse para comprarlos. Son siempre pocas botellas y vuelan.
Miras Joven (2015, $160). Uno de los epicentros de cultivo del Semillón fue Río Negro. La razón hay que buscarla en su clima soleado, seco y fresco. Con algunos viñedos viejos de buena salud, es posible dar con uvas excepcionales. Eso es lo que consigue Marcelo Miras: aromas sutiles, florales sobre todo. Es delgado, con textura tersa y con una entrada de boca algo golosa, pero de frescura.
Nieto Senetiner DOC (2015, $210). La Denominación de Origen Luján de Cuyo (DOC) protege, entre otras, al Semillón. De modo que este es el único ejemplar blanco elaborado hasta ahora con los preceptos de la DOC en materia de rendimientos controlados (80 quintales) y crianza y estiba, seis meses de cada uno. De lineamientos clásicos, manda el trazo de la fruta entreverado con la madera, sobre un paladar amplio y de una frescura elogiosa.
Lagarde (2015, $220). Entre las bodegas que reinventan el Semillón no podía faltar Lagarde, que ofrece un ejemplar de 1942 entre sus filas. El nuevo blanco fue lanzado este año y está elaborado con uvas de Mayor Drumond, Luján de Cuyo, donde la bodega tiene una finca plantada desde 1906. Con una aromática expresiva, es un vino de boca tensa y de paso apretado, de modo que está pensado para bebedores modernos que busquen un blanco rico para la mesa.
El Semillón de Ricardo Santos(2015, $240). En la década de 1970, cuando Ricardo Santos era propietario de Bodega Norton, esta uva ocupaba un lugar destacado en su vida, ya que entonces el blanco de la casa era Semillón 100%. Por eso, cuando decidió lanzar su varietal, no dudó en elegir los viñedos que mejor conocía. Ofrece un vino limpio, de aromas frutales y de miel, que se define plenamente en la boca: paso amplio y frescura elevada, invita a seguir bebiendo. El ABC del estilo sin roble.
Finca Suárez Semillón (2016, $250). Entre las cosas que hacen al reverdecer de esta variedad, hay que mencionar que en 1911 el enólogo Leopoldo Suárez, cuyo apellido porta este vino -aunque elaborado tres generaciones después-, escribió un tratado de ampelografía en la que avizoraba un futuro de gloria para el Semillón plantado en suelos calcáreos. Parece que tenía razón: complejo en aromas, delgado al paladar, es pura frescura y textura suave. Un raro y rico vino.
Humberto Canale Old Vineyard Semillón Milagros (2015, $250). Recogiendo el guante de su propia historia, Guillermo Barzi –propietario de Humberto Canale– se animó a lanzar este año un Semillón varietal. Lo llamó Milagros, con la costumbre de nombrar a los vinos de esta línea según los nietos. Y es una joyita de estilo, del que sólo el 20% tuvo crianza en madera usada. De aromas delicados, la boca es un lujo: como esas ricas frutas suculentas, llena el paladar de jugo fresco y sabroso.
Mendel Semillón (2015, $250). Emblema del nuevo estilo para la variedad, desde la cosecha 2009 se elabora con un viejo viñedo de Semillón de Paraje Altamira, del que un 15% se fermenta en roble francés nuevo, para luego tener unos seis meses de crianza. De ahí que, al beberlo, el trazo de la madera se percibe sutilmente en la nariz, junto con flores de acacia, y al paladar resulta algo untuoso. Elegante.
Tomero Reserva (2013, $250). Emblema del varietal en el estilo con madera, este ejemplar elaborado por Bodega Vistalba con la enología de Alejandro Cánovas es todo lo que se le puede pedir al Semillón con crianza: las uvas del Valle de Uco proponen aromas complejos y tocados por el roble, la miel y las flores; al paladar es amplio, lleno de sabor y con una acidez que vibra en el centro del vino con vida propia.
Riccitelli Semillón (2016, $860). Con uvas de Río Negro, este vino resultó la revelación del concurso Argentina Wine Awards que premia lo mejor de la exportación local. Elaborado por el enólogo Matías Riccitelli, es un rico y difícil ejemplar: de aromática bien abierta, expresiva en frutas y miel, lo mejor es el combo de frescura tensa y buen volumen que aporta en la boca. Vino de perfil moderno, para beber de a botella por persona, si no fuera por el precio que complica la ecuación.
Finca La Anita (2015, $300). Ejemplar elaborado con uvas de Agrelo, Mendoza, como era de esperar en su 21º cosecha, el vino es todo lo que ya conocíamos: aromas frutales moderados, con trazo de miel y cierta compeljidad, cuya boca encanta por ofrecer una textura tersa y una frescura también moderada. Para los amantes de la casa, un ejemplar de ley.
DE LA MOTA DIXIT. “En 2009 lo elaboré para que no se perdiera una uva que no tenía destino. Como a mi me gustaba y eran pocos litros, luego lo crié apenas en roble y el resultado se lo llevó todo un importador a Inglaterra”. El que habla es Roberto de la Mota, enólogo de la bodega Mendel Wines. Fue él quien le dio al Semillón la pátina moderna que luego proyectó brillo de oro sobre su futuro. ¿El secreto? Ni más ni menos que haber conservado el gusto por una uva y dar con un modelo de elaboración que le permitiera una vuelta a la góndola. Un verdadero visionario del vino.
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