lunes, 22 de agosto de 2016

Página 12 - Turismo - La cocina del mundo

URUGUAY > RECUERDOS DE PROSPERIDAD EN FRAY BENTOS

La cocina del mundo

En algunas esquinas aún se oyen anécdotas de los últimos trabajadores del Frigorífico Anglo, gran proveedor de alimentos hacia Europa durante el siglo XX. Ahora Patrimonio de la Humanidad, es el eje de un ayer donde se apoyan las historias actuales de emprendedores de la región.
 Por Pablo Donadio

Fotos de María Clara Martínez
El pueblo mira desde la costa al gigante dormido. Alguna vez ese complejo recostado sobre el río Uruguay albergó una colosal fábrica, un barrio de estilo inglés y un espíritu desafiante, las bases para dar trabajo a buena parte de la población de Fray Bentos, que alimentó a los soldados de la Gran Guerra mientras Europa se destrozaba a sí misma.
De lejos el muelle de carga deja ver sus maderas podridas, y atrás se notan vidrios rotos en el edificio, acechado por la vegetación salvaje. Nada parece haber cambiado desde su abandono en 1979, cuando el complejo cerró definitivamente. Pero de cerca la realidad cambia, como casi siempre. “Hace justo un año fuimos incluidos como Patrimonio Histórico Cultural de la Humanidad por la Unesco, y desde entonces nos visitan unas 300 personas por mes. Hacemos dos salidas por día, a las 10.00 y a las 15.00, de martes a domingo”, cuenta la guía Cristina Duarte. El recorrido abarca las casas de techo de chapa para los empleados y las residencias de los jefes, el antiguo hospital y la escuela para los funcionarios y sus hijos. Además de la impresionante arquitectura de hierro del frigorífico, el patrimonio incluye muelles, áreas dedicadas al pastoreo, lugares de esparcimiento como el club de golf y de tenis, y el casco viejo de Fray Bentos, conectado con el barrio Anglo por la rambla que bordea el río, sumando 275 hectáreas.
Fray Bentos, derivada de los productos del Anglo, es una marca vigente aún en varias ciudades inglesas.
TODO Y NADA “¿Tú sabes qué era lo único que se desperdiciaba de la vaca?”, pregunta Duarte en el Museo de la Revolución Industrial, ubicado en las antiguas oficinas de la empresa, donde se inicia la visita. “Muuuu”, se escucha al apretar un botón. Así explican que se utilizaba el animal entero, literalmente. “Y todo se exportaba. Hasta los huesos servían para placas de radiografía y rollos de película”, cuenta Miguel García, la referencia de la región de Río Negro para las visitas.
Si bien incluía otros animales, se recuerda al Anglo por la producción que resultaba de los vacunos, que en su tiempo de máximo desarrollo entraba a faena unos 1500 animales para elaborar 200 productos con sus 5000 empleados. El principal, que revolucionó la cocina mundial en su momento, fue el extracto de carne, un polvo similar a los calditos de fácil traslado y que requería sólo agua caliente para ofrecer las propiedades de un bife. Le siguió la marca insignia de la fábrica: el corned beef. Desde el reconocimiento de Unesco, y gracias a una movida del marketing de Fray Bentos, esta versión de la famosa viandada (carne picada envasada) hoy puede comprarse en los supermercados locales.
Fundado como Liebig Extract of Meat Company en 1865 bajo capitales alemanes, el primer gigante industrial del país reclutó obreros de 60 nacionalidades de Europa, Asia y América, además de gran parte de Fray Bentos, que comenzó a vivir del frigorífico. Tras la Primera Guerra Mundial y el cambio de algunos paradigmas económicos, inversores ingleses tomaron el mando y lo llamaron Frigorífico Anglo del Uruguay, dando más fortaleza a la firma y afinando controles de calidad que garantizaban nuevos mercados. La ampliación de productos cárnicos, y la posterior necesidad de la Europa en guerra, lo transformaron en la “cocina del mundo”. En 1943, cuando la humanidad pasaba por uno de sus capítulos más penosos, el frigorífico era puro esplendor: ese año se produjeron unas 16 millones de conservas de corned beef, el alimento de los frentes de batalla. Algunos de esas latas vacías se apilan hoy en el museo apenas arranca la visita, como emblema de una época. Además de las inmensas y oxidadas ruedas de la sala de energía, de cuatro metros de diámetro, los tambores y máquinas que fabricaban el extracto de carne, se recorre también la grasería, donde se procesaba la grasa de segunda calidad con la que se hacía jabón. El sector del óleo, donde se procesaban por día 22.000 kilos de grasa comestible, y finalmente el antiguo almacén de frío, que acumulaba todo lo que provenía desde la fábrica, concluyen el paseo interno.
Más allá de lo laboral, ex trabajadores coinciden en la relación familiar que ofrecía el frigorífico. Había buena relación entre jefes y obreros, y la dedicación de los empleados era ejemplar. Algunos pasaban fines de semana y feriados en plena labor. “Hasta las fiestas de fin de año era moneda corriente festejarlas con marineros de barcos europeos mientras se hacía la carga”, cuenta García. La vida en el barrio del Anglo supo lógicamente de noviazgos y casamientos, de amistades perdurables, grandiosas noches de cartas y partidos de fútbol, y algunas disputas emblemáticas entre sindicalistas y el gerente, ubicado en una casona a unos metros del frigorífico. “Cuentan que reinaba el buen clima, pero en tantos años hubo altercados por reivindicaciones laborales. Ya en 1902 se reconoció a la mujer como trabajadora a la par que el hombre, aunque no cobraban igual. Y en la década del ‘60 se dio una gran marcha a pie hasta Montevideo en reclamo de negociaciones salariales”, relata García. Pero toda luz tiene su sombra, y hacia fines de 1960 comenzó el declive. El desarrollo tecnológico de otras empresas competidoras, sumado a la caída del mercado mundial de la carne por una supuesta epidemia de fiebre tifoidea, le quitaron ventajas al Anglo. En 1971 pasó a manos del Estado de Uruguay como Frigorífico Fray Bentos, y en 1979 cerró sus puertas. El pueblo quedó conmocionado, pese a que se aprobó una ley para jubilar a los empleados, tuvieran o no los años necesarios de trabajo.
El Frigorífico Anglo, recientemente Patrimonio de la Humanidad, visto desde la costa de Fray Bentos.
RENACER La noticia de Unesco revitalizó una ciudad con bajos índices de empleo, animando a algunos emprendedores que ya se piensan como alternativa complementaria para esa visita y ven al turismo como una posibilidad concreta. Junto a Karina Fortete, del programa Apoyo Sector Turístico BID-MinTur, visitamos a Mari Almirón, “la única cervecera mujer del Uruguay” y responsable de producción de Dharma. Hoy elabora dos estilos de cerveza rubia y una negra, que se consiguen en algunos bares y almacenes de Fray Bentos, Mercedes, Cardona, Colonia Suiza y hasta Montevideo y Punta del Este que no aceptaron la condición de la marca local más famosa, que les pedía no comprar producciones artesanales si querían seguir vendiendo su cerveza. “Si pude aguantar ese boicot, ahora nada me detiene”, dice ella. Un día de elaboración le lleva a Almirón unas diez horas, y deja madurar la cerveza unos 25 días más. Las máquinas de Dharma, compradas con la venta del auto de la casa, producen hoy unos mil litros al mes, lo que recién está dejando ganancias a la familia, que vive de eso. “Ahora voy por la colorada, que me encanta”, se autodesafía.
Hacia la ribera, una fachada que podría parecer una casa cualquiera atesora en el fondo una larga reserva. Es La Chacra, sede del Club Observadores de Aves del Uruguay, reconocida como Espacio de Interés por el Ministerio de Educación y Cultura local. Es el hogar de más de 50 especies de aves, unos 40 tipos de mariposas y mucha vegetación de la región. “Al visitante le ofrecemos un recorrido por la naturaleza, el avistaje de nuestras aves y un momento de tranquilidad. Y a nivel técnico trabajamos en conservación de varios modos, destacándose el empleo de cajas nidos, que permitió dos nacimientos por año en algunas especies”, cuenta Sandra Álvarez Lema, su propietaria. Si bien tiene patrocinio de entidades importantes como Aves Uruguay y Bird Life Internacional, no recibe dinero concreto y por eso el lugar trabaja de manera artesanal, con caminatas de reconocimiento y fotografía de juveniles, lo que garantiza esa reproducción de la que habla Álvarez Lema. Abierto todo el año, La Chacra ofrece también un salón de té con tortas caseras, lo que mantiene gran parte de la reserva y los implementos utilizados para la marcación y cuidado, considerando que la entrada es a voluntad.
Ya un poco más lejos de Fray Bentos, media hora al norte por la margen del río, Nuevo Berlín recuerda los tiempos en que sus cereales eran trasladados desde de el manso campo hacia el Anglo para elaborar algunos productos. Esa calma envidiable no parece haber cambiado en nada a sus 2500 habitantes, que ven con alegría la llegada de visitas como coletazo de la puesta en valor patrimonial. “Somos una alternativa más, ya que frente a nuestra localidad el río tiene características únicas, un ancho extraordinario y un gran archipiélago de islas”, aseguran representantes de la Liga de Turismo. El pueblo mismo es parte del Parque Nacional Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay, y desde él parten caminatas a La Yeguada, sendero madre que se inserta en la vegetación selvática subtropical y su arroyo. Allí se recorren dos kilómetros hasta el río, pasando por una pequeña cascada, un albardón, y un sitio arqueológico. La salida incluye avistaje de aves y la opción del canotaje.

Recorrido a través de las colosales maquinarias y compresores que daban energía al complejo
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La Nación - Río 2016 - En Río de Janeiro, los otros Juegos Olímpicos del mejor chef del mundo

En Río de Janeiro, los otros Juegos Olímpicos del mejor chef del mundo

El italiano Massimo Bottura abrió una sede de Refettorio Gastromotiva, un comedor social para agasajar a los indigentes a partir de los alimentos excedentes de la Villa Olímpica
PARA LA NACION
SÁBADO 20 DE AGOSTO DE 2016

El genio de la cocina mundial al frente de un menú especial
El genio de la cocina mundial al frente de un menú especial.
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RIO DE JANEIRO.- El señor que baila delante del coro tiene puesto un sombrero nordestino, parecido al de Napoleón. Y el hombre que lo filma con su celular es Massimo Bottura, 3 estrellas Michelin, el mejor chef del mundo. Capítulo uno de Chef's Table, el documental de Netflix, nada menos.
El señor del sombrero nordestino es uno de los comensales que esta noche experimentarán, probablemente, la mejor cena de sus vidas, o tal vez la única comida en los últimos tres días. Bailan y cantan porque la institución que acoge a estas personas sin hogar trabaja con musicología. Bottura se ríe, saca fotos, se agacha, aplaude.
Dos meses atrás, este salón que está en la Rua da Lapa 108, centro de Río de Janeiro, proyectado por el arquitecto paulista Gustavo Cedroni, amueblado con meses y sillas de los Hermanos Campana y decorado con un cuadro de La última cena, hecho con caramelo, por Vik Muniz, era un terreno baldío. Visto de afuera es un rectángulo blanco que de noche parece una caja de luz. Y lo es, es una caja de luz modernísima en un barrio oscuro, una fuente de alimentación, un generador de energía. Desde el 9 de agosto, este espacio con paredes de policarbonato translúcido es la sede del Refettorio Gastromotiva, un restaurante comunitario en el que, diariamente, chefs invitados crean menús con ingredientes excedentes, no manipulados, para personas en situación de vulnerabilidad social.
La idea surgió el año pasado, cuando el chef brasileño David Hertz, fundador de Gastromotiva, una ONG que capacita gente de bajos recursos para insertarlos en el mercado gastronómico, participó del Refettorio Ambrosiano, creado por Bottura, donde más de 65 chefs internacionales cocinaron con ingredientes sobrantes de la Expo Milán. Decidieron replicar el modelo en Río. En 55 días, con la colaboración de un centenar de profesionales, empresas, artistas y voluntarios espontáneos lograron inaugurar el comedor durante los Juegos Olímpicos. Una fecha perfecta y no sólo por la prensa. Cuando la ciudad intenta esconder a quienes que no tienen dónde vivir, este lugar los agasaja.
Los alimentos excedentes provienen de la Villa Olímpica y una vez que terminen los Juegos Paraolímpicos serán donados por otros colaboradores. Las cenas gratuitas se mantendrán, funcionará una escuela de gastronomía y el comedor estará abierto al público al mediodía con el lema Pague un almuerzo y deje una cena.
El señor del sombrero nordestino y todos los integrantes del coro, vestidos con remeras blancas con el logo de la institución Uma Só Voz, se sientan en las mesas largas, de madera clara. También se sientan las invitadas de Casa Nem, que recibe transexuales, travestis y transgénero en situación de calle. Ellas no tienen uniforme; están maquilladas, peinadas y usan vestidos ajustados. Acaban de dar las instrucciones a los voluntarios que ayudaremos con la cena esta noche. Servir por la derecha, retirar por la izquierda. Llenar los vasos con agua cuando estén vacíos. Ser amables, pero mantener distancia. Cosas que hace un verdadero camarero. En la cocina, que ocupa el corazón del salón, Rodolfo Guzmán, el mejor chef de Chile, prepara la entrada. Empanadas de pino -carne picada- con pebre, una salsa que lleva tomate, cebolla y cilantro.
"Cada día es diferente, pero hoy está más agitado que nunca", dice Gisele, que conduce a los voluntarios y es de Gastromotiva. Hay luces de estudio por todos lados porque un director de cine brasileño se ofreció para filmar un documental. Y hay un fotógrafo que se ofreció a registrar todo lo que pasa. Hay voluntarios que viajaron desde San Pablo para servir. Hay estudiantes de cocina que cortan hojas de repollo colorado, papas; controlan la máquina de hacer helado que donó la marca italiana que fabrica las máquinas. Hay fotos de cocineros en blanco y negro pegadas a la pared. Las donó el francés JR, famoso por empapelar las favelas con retratos gigantes de sus moradores y ahora por la foto de la nadadora que instaló en el mar de la bahía de Guanabara. Salvo unos pocos puestos fijos, todo el trabajo en esta caja de luz es una donación, es voluntaria. Y este dato transforma cada partícula de aire que se respira entre las paredes translúcidas de policarbonato y los ladrillos a la vista del viejo muro del barrio de Lapa.
A las 6.30 empezamos a servir la comida, la empanada con pebre, y después carne y vegetales a la parrilla con merkén ahumado, un ají chileno. "El servicio entre la entrada y el plato principal tiene que ser rápido -explica Gisele-, no sabemos cuánto tiempo estuvieron sin comer los invitados. Retiramos los platos vacíos por la izquierda y servimos el postre: helado de rica rica, una hierba del desierto de Atacama, con manzanas caramelizadas. ¿Qué pensarán estos comensales acostumbrados a lo malo y a lo poco, al probar el sabor amargo del merkén? ¿Al tener entrada, plato principal y postre? ¿Sabrán que un plato de Alex Atala, el chef número uno de Brasil, que cocinó aquí hace un par de días, cuesta lo que les permite sobrevivir un mes?
Después de que la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura, publicó las estadísticas del hambre y desperdicio de alimentos en 2014, y se supo que el lema de la Exposición Universal de Milán sería Alimentar el planeta, energía para la vida, las propuestas que le empezaron a hacer a Bottura para realizar cenas no le cerraban. Todo el mundo quería que cocine, pero nadie le preguntaba qué podían hacer, cuáles podían ser las soluciones. La Exposición Universal era sobre innovación, pero nadie quería innovar, entonces decidió hacer su propio proyecto: el Refettorio Ambrosiano. Refettorio -en latín Reficere- significa rehacer o restaurar, y también es el lugar donde los monjes comen juntos.
La venezolana Cristina Reni circula por el espacio sin parar. Trabaja hace tres años con Massimo en Osteria Francescana, que en junio fue elegido el mejor restaurante del mundo por 50 Best. "Este es un proyecto cultural -dice Cristina, que es la Project Manager, tiene el pelo muy corto y 27 años-, cada uno de los detalles que embellecen el comedor viene de la colaboración del propio lugar. Por eso cada uno de nuestros comedores sociales va a ser distinto, porque refleja la cultura local, es un homenaje a la comunidad." Habla rápido, apasionada. "Para nosotros hacer esto en Brasil en este momento histórico es muy importante. Al principio todos nos decían que no era posible, que estábamos locos, que estaba el impeachment, y ahí decidimos que teníamos que hacerlo, porque la gente estaba dejando de confiar, y cuando dejas de confiar vas desechando lugares, oportunidades, entonces la idea es recuperar los alimentos, las personas que duermen en la calle, recuperar la dignidad."
Massimo Bottura se sienta en uno de los bancos que hicieron los Hermanos Campana. Ya son más de las 9 de la noche y aunque parece tener una energía inagotable está cansado. Le pregunto cómo está siendo la experiencia y dice que muy difícil: la burocracia, problemas -todavía no tienen instalada la luz y trabajan con un generador-, la lengua, la mentalidad brasileña. ¿Y cómo surgió la necesidad de hacer algo así?, pregunto. "Cuando lo tienes todo, el mejor chef del mundo, el mejor restaurante del mundo, bla bla bla, hay un punto en tu vida en que si tienes cultura y sentido de la responsabilidad, debes restituir un poco, para ayudar a los otros. Si un millonario me quiere contratar 15 días para que cocine en su casa, tiene que pagarme 15 millones de euros, aquí pago yo", dice, y se calla, se queda observando algo. Sostengo el grabador sin saber qué hacer y cuando me doy vuelta veo los ojos húmedos del señor del sombrero nordestino, que saluda a los voluntarios. "This is the reaction, esto es lo que pasa", dice Bottura, y sus ojos, detrás de los lentes de marco negro, también se empañan. El señor del sombrero nordestino se acerca a despedirse. Bottura se levanta, le da un apretón de manos largo y le pide a su mujer, la norteamericana Lara Gilmore, su socia en todo, que les saque una foto. Las partículas de aire del Refettorio reverberan en una frecuencia nueva.
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La Nación - Viajes - Noche de tragos por la Río olímpica

Noche de tragos por la Río olímpica

Un circuito de bares de alta coctelería sugerido por el premiado bartender brasileño Alex Mesquita, para olvidarse de la cerveza y la caipirinha
PARA LA NACION
DOMINGO 21 DE AGOSTO DE 2016

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Para empezar a hablar sobre coctelería en Río de Janeiro, primero hay que pasar por Buenos Aires. Más de cuarenta años atrás, el bartender Angel Ojea volvió de la capital argentina con un bagaje de recetas heredadas, principalmente, de los inmigrantes italianos y españoles, para la inauguración del Sheraton Río como jefe de bar. Los hoteles fueron la principal puerta de entrada de la coctelería en Brasil. "Al recibir turistas internacionales, precisan ofrecer cócteles clásicos que esos clientes, más que nada europeos, ya estaban habituados a tomar", escribe el periodista Rafael Tonon en la revista brasileña Rabo de Galo, novísima, de distribución gratuita, dedicada a las bebidas espirituosas.
Una década atrás, quien volvía a Río egresado de la famosa Universidad del Cocktail, de Buenos Aires, era el mixólogo Alex Mesquita, elegido tres veces consecutivas como el mejor bartender de Río de Janeiro y en 2014, de Brasil; además de tener 27.300 seguidores en Instagram. Futbolista y estudiante de medicina, el día que vio la películaCocktail, con Tom Cruise, decidió que eso era lo que quería hacer. Con veinte años dejó todo y voló en avión por primera vez en su vida a Buenos Aires para hacer la carrera de bartender. Hasta hace poco se lo podía ver a Alex preparando tragos detrás de la barra del París Bar, ubicado en un palacete de 1920, en el barrio de Flamengo, múltiples veces premiado como la Mejor Carta de Tragos de Río, creada por él. Ahora está su sucesor, Daniel Milão, que fue su brazo derecho y mantiene el mismo nivel en un salón que remite a la belle époque.
París Bar fue la primera recomendación del bartender argentino Tato Giovannoni, dueño de Atlántico, el bar de playa que abrió en diciembre de 2015 en Río de Janeiro, al comienzo de Barra da Tijuca. Otro lugar que hay que conocer. Durante los Juegos Olímpicos y hasta el 24 de agosto, la barra de Atlántico también funciona en un pop up instalado en la pileta del Clubhouse Rio, el hotel más bonito del Morro do Cantagalo, entre Copacabana e Ipanema. Queda en la calle Saint Roman 184, y abre de jueves a domingo de 17 a 1.

Caverna, en Botafogo

Ambos bartenders, Mesquita y Giovannoni, coinciden en la siguiente recomendación: Caverna, un bar rockero que está en el barrio de Botafogo, el nuevo Soho carioca. Inaugurado hace dos años exactos, la carta de tragos es una libretita roja con el dibujo de un frasco de veneno. El bartender Miguel Paes, 24 años, autodidacta, de Belo Horizonte, Minas Geráis; los brazos tatuados, el cuello tatuado, aros extensores en las orejas, camisa negra con rosas blancas y delantal, sugiere el Bipolar (R$25): cachaça envejecida, jarabe artesanal de maracuyá, licor Saint Germain y jugo de limón fresco finalizado con pimienta negra. Servido en jarrita de acero, este trago suave y fresco hace que la cachaça, la bebida nacional, base de toda caipirinha, vuele más alto, a un Brasil exótico, diferente y más elaborado.
Caverna también es famoso por sus hamburguesas, como la Pulled Pork: paleta de cerdo con curry indiano y chutney de ananá en la baguette (R$30). La barra está iluminada con lámparas de filamento fino y un cartel de neón rojo que dice "Highway to Hell", título de un tema de AC/DC. En el medio del salón hay dos mesas altas con una estantería de hierro que cuelga encima, repleta de jarras de cerámica en las que venden la cerveza artesanal propia. Las bolsas de papel para llevar comida a casa tienen frases y el baño, que está instalado dentro de un container, también. "Você é linda" -sos linda- dice el femenino, y es que uno de los socios es director de arte. Otra socia es chef y el tercero, administrador y cervecero casero. Miguel Paes sirve un Uai Protein: cachaça artesanal envejecida, pulpa de cupuaçú -un fruto amazónico-, almíbar de naranja y un toque de nuez moscada (R$25), y recomienda que visite dos bares, el Sub Astor, en el sótano del tradicional Astor, de Ipanema; y Dry Martini, el bar del Sheraton Rio, aquél donde comenzó Angel Ojea hace cuarenta años, cuando volvió de Buenos Aires y ahora lleva la firma del español Javier de las Muelas.
Alex Mesquita, alto, peinado con gel, modales de caballero, propone ir a SOBE, un gastrobar que está a los pies del Corcovado, detrás del Jardín Botánico, en una terraza con estilo tropical -mesas de madera, sillas de colores-, desde la que se ve el cielo y tiene un pequeño escenario donde los jueves tocan jazz en vivo. William Barão es el bartender de la casa, y prácticamente el staff entero se acerca a saludar a la mesa. Todos se conocen en este arte de servir bebidas y se sabe que la agenda de un barman consagrado se parece a la de una estrella de rock: viajes, eventos, presentaciones non stop. Es muy difícil ver a Mesquita en un bar si no es detrás de la barra. Alex pide un Kingston Negroni: Bacardi blanco, Bacardi 8 años, Campari, Martini Rosso y ananá deshidratado (R$ 26,90) y un Gin Lírio: Bombay Sapphire, licor de manzana y jugo de pepino (R$29,90), que llegan acompañados de un plato de salmón sellado con teriyake de ananá, mayonesa de wasabi, chips de jengibre y sésamo tostado (R$33,90), todo muy tropical.
Mesquita habla de sus años en Buenos Aires, de cómo su padre dejó de hablarle cuando le contó que quería ser barman, de la lucha inicial para instaurar la coctelería en Río, del reconocimiento que por fin llegó. SOBE está animadísimo pero hay que seguir la ronda. La próxima parada es la barra pionera de esta tendencia de cócteles de autor, Meza Bar, que abrió en 2008 en Humaitá, que también es el barrio pionero en materia de gastronomía con personalidad. El Meza está en la esquina donde antes funcionaba Madame Vidal, una casa en la que Cássia Eller cantaba seguido.
El bartender, Roger Bastos, nos recibe como si hubiera llegado una celebridad, el Maestro, como todos los barmans de Río se refieren a Mesquita. Nos sentamos en la barra, pido algo fresco y Bastos improvisa: gin, té de hibiscos, jarabe de rosas y un toque de limón siciliano. Más tarde lo bautizará como Roselle, y es así como muchas veces nacen los tragos que pasarán -o no- a la carta, mixturando ingredientes como un alquimista. Ojalá este pase, porque el Roselle resultó una delicia.
Es tarde para una noche de semana en Río, sobre todo para una semana en plenos Juegos. Cuando aquí empiezan a cerrar, a eso de la una y media de la mañana, en Buenos Aires los lugares se empiezan a llenar. Vale tenerlo en cuenta para salir de copas en Río de Janeiro. Lo único bueno de que la noche termine temprano es que al otro día hay más tiempo para disfrutar de la playa.

Guía entre copas

París Bar. Praia do Flamengo, 340. (5521) 2551-1278. www.parisbar.com.br. Abierto de martes a sábado de 19 a 23.30 y domingos de 12 a 16.
Atlántico. Av. do Pepê frente al número 530. Barra da Tijuca. (5521) 99586-0453. Abre todos los días de 10 a medianoche.
Caverna. Rua Assis Bueno, 26. Botafogo. (5521) 3507-5600. www.caverna.net.br. Abre de 18 a 00 los lunes, hasta las 01 de martes a jueves, viernes hasta las 02, y sábados de 19 a 2.
Sub Astor. Av. Vieira Souto, 110. Ipanema. T: (5521) 2523-0085. www.subastor.com.br. Abre los martes de 20 a 2, jueves a sábado de 20 a 3, y viernes hasta las 4.
Dry Martini Sheraton Rio. Av. Niemeyer, 121. Leblon. T: (5521) 2529-1289. www.drymartinirio.com.br. Abierto todos los días de 8 a 2.
SOBE. Rua Pacheco Leão, 724. Jardim Botânico. T: (5521) 3114-7691. www.facebook.com/barsobe. Abre martes, miércoles y domingo de 18 a 1. Jueves y viernes de 18 a 2. Sábado de 14 a 2.
Meza Bar. R. Cap. Salomão, 69. Humaitá. T: (5521) 3239-1951. www.mezabar.com.br. Abierto de lunes a miércoles de 18 a 01. Jueves de 18 a 02. Viernes de 18 a 03. Sábado de 11 a 3 y domingo de 11 a 1.
Link a la nota: http://www.lanacion.com.ar/1929421-noche-de-tragos-por-la-rio-olimpica

Clarín - Ciudades - Las cervezas artesanales argentinas se jugaron una Copa en Capital

Las cervezas artesanales argentinas se jugaron una Copa en Capital

Por primera vez, en San Telmo
Un jurado probó 400 muestras de todo el país. Ganó la marplatense Cheverry. “El mapa es increíble”, dijo un experto de EE.UU.

Jueves, media mañana, San Telmo. Un grupo de 24 especialistas se dispone a enfrentar una magnánima tarea: durante dos días tendrán que evaluar 400 muestras de cerveza artesanal de 115 microcervecerías todo el país y luego será el turno de los planes de negocios de cada emprendimiento. Es en el marco de la primera edición de la Copa Argentina de Cervezas que organiza el Centro de Cata de Cerveza. Mucha cerveza, sí.
“Argentina es el país de mayor crecimiento para el sector en Sudamérica”, destaca Martín Boan, sommelier de cervezas y uno de lo impulsores de la movida desde su restó Bierlife. En la sala de cata los jurados -entre ellos dos uruguayos, un chileno, un brasileño y un estadounidense- reciben las muestras en copas etiquetadas con un código que identifica grupo y categoría. Pasan notas frutales, de miel, especias, madera, alta o baja graduación alcohólica y hasta libres de gluten.



Argentina es el país de mayor crecimiento para el sector en Sudamérica”, destaca Martín Boan, sommelier de cervezas.
Los jurados observan, meten la nariz en la copa, hacen girar el líquido, repiten el proceso y recién después viene el primer sorbo. Con uno alcanza para completar las planillas y descartar las muestras malas. Mientras tanto, la charla, porque la mayoría son fabricantes de su propia cerveza, homebrewers. “Las Strong que probé hasta ahora son demasiado dulces”, dice uno. “No mandé las mías porque pensé que no estaban a punto pero me arrepiento”, se suma otro. Y alternan con agua filtrada y rodajas de pan para ir limpiando los sabores de la boca.
Pete Slosberg es de San Francisco y en 1986 dejó su trabajo en IBM para dedicarse a lo que hasta entonces era su hobby. “Además de hacer cerveza, me gusta enseñar a las personas a hablar de cerveza, construir su marca, mercadearla. Por eso estoy acá. El mapa cervecero de Argentina es increíble y creo que la mejor medida es ver año a año las competiciones: hay menos cervezas malas. El nivel de calidad está llegando a un punto en el que podés empezar a focalizarte en ir de cervezas que están bien a cervezas de categoría internacional”, destaca.

El mapa cervecero de Argentina es increíble y creo que la mejor medida es ver año a año las competiciones: hay menos cervezas malas", indicó Pete Slosberg, de San Francisco.
¿Los resultados? La mejor microcervecería del año fue Cheverry (Mar del Plata) y el segundo lugar fue compartido entre Juguetes Perdidos (Caseros) y Coleman (Quilmes). También se entregaron 12 medallas de oro, 23 de plata y 26 de bronce.
Link a la nota: http://www.clarin.com/ciudades/cervezas-artesanales-argentinas-Copa-Capital_0_1635436585.html