lunes, 5 de febrero de 2018

Clarín - Ciudades - La "cocina" de Las Violetas, el café preferido de los porteños

La "cocina" de Las Violetas, el café preferido de los porteños

Abrió en 1884 y en octubre fue elegido el mejor “notable” de Capital, por su belleza y su menú. El equilibrio entre la tradición y lo nuevo, uno de sus secretos. Mirá el video.
La "cocina" de Las Violetas, el café preferido de los porteños
En bandeja. Con porciones dulces y saladas, el té María Cala y otros son una de las propuestas top de la carta. Para compartir. /Diego Díaz
Con su altos techos con molduras y sus emblemáticos vitrales de 1928, Las Violetas se destaca en el panorama de Almagro por su resplandeciente estilo modernista, pero también por su oferta gastronómica. Desde 1884, el bar, que fue elegido café notable favorito de los porteños en 2017, es un clásico por su prestigiosa pastelería, famosa a través de las generaciones.
Mirá el video sobre los hitos de Las Violetas
https://www.clarin.com/ciudades/cocina-violetas-cafe-preferido-portenos_0_H1-dKS8SM.html
El maestro pastelero Pablo Álvez esparce castañas en almíbar sobre una fina capa de dulce de leche y explica, metódico: “Cuando un comensal recibe una porción, esta porción debe contener todos los ingredientes”. Está preparando una de las 50 tortas Leguizamo (sic) que salen de su cocina cada semana. Álvez identifica con su letra cada uno de estos postres, escribiendo el nombre del famoso jockey uruguayo amigo de Carlos Gardel. Desde hace décadas, en Las Violetas, escriben el nombre del corredor de turf con “z” en vez de con “s”, por un histórico error de ortografía.
La "cocina" de Las Violetas, el café preferido de los porteños
A batir. En la cocina, literal, de Las Violetas. / Diego Díaz
Quizás el Leguizamo sea el más notorio y clásico postre de la confitería más que centenaria, pero es sólo una fracción de lo que Álvez y su equipo de diez hombres elaboran entre las 6 de la mañana y las 14 todos los días. Facturas, masas finas y masas secas, torta de sambayón, Lemon pie, Sachertorte, selva negra, pasta frola, marquise de chocolatecheesecake, mil hojas, rogel. Para Álvez, la reputación de Las Violetas se consolidó gracias a los dos principios que rigen en su cocina: la calidad de los ingredientes y el orden.
La "cocina" de Las Violetas, el café preferido de los porteños
El salón. Tiene 280 plazas. En el local aseguran que, para tomar el té, se llenan hasta tres veces por fin de semana. / Diego Díaz
La "cocina" de Las Violetas, el café preferido de los porteños
Presentación. De las masitas, coqueta. / Diego Díaz
La lista de compras de Las Violetas impresiona. En una semana promedio, piden de 5.000 a 6.000 kilos de harina de tipo 0000, 1.000 kilos de manteca y más de 10.000 huevos. Cada mes, se compra una tonelada de fruta seca. Y durante diciembre, se elaboraron 2.000 panes dulces por día.
La "cocina" de Las Violetas, el café preferido de los porteños
En la masa. A las facturas y la pastelería porteña típica, agregaron postres semifríos. Y alfajores para celíacos. / Diego Díaz
“Hacer las compras es todo un tema. Compramos siempre a los mismos productores y cuidamos que nuestros ingredientes sean de primerísimo nivel”, asevera el jefe en la "planta de producción", ubicada en el subsuelo del salón. “Es importante conocer un producto para saber cómo reacciona, por eso, buscamos siempre a los mismos proveedores, que nos ofrecen la mejor calidad”, reconoce.
Son pocos los comercios que, en plena crisis económica, tienen decenas de personas formando fila para conseguir una mesa. Cuando la histórica confitería de Rivadavia y Medrano reabre sus puertas en julio 2001, después de tres años de inactividad, hubo personal que estuvo meses sin franco.
La "cocina" de Las Violetas, el café preferido de los porteños
Tentaciones. Los postres, en exhibición. / Diego Díaz
Hoy, el éxito se sostiene a pesar del ajustado poder adquisitivo de muchos porteños. “Todos los fines de semana, para la hora del té, el salón de 280 plazas se llena dos o tres veces”, indica el encargado Abel Vitienes, detrás del mostrador de boiseries.“Llueva o truene, la gente espera en fila entre media y una hora por la pastelería de Las Violetas”, asegura el gerente.
Para Pablo Álvez, la receta de Las Violetas es simple: la metodología y la calidad. “Nosotros utilizamos productos y hacemos preparaciones que ya no se ven, como el fondant artesanal que lleva horas de preparación o las castañas en almíbar que son muy caras”, comenta.
Por otro lado, cada sección de la producción pastelera está claramente definida y cada uno de los once integrantes del equipo tiene tareas muy específicas. Las recetas se respetan a raja tabla. “Cuando cambiás un clásico, tenés una queja”, precisa Álvez. “La gente conoce tanto nuestros productos que, de hecho, la clientela nos ayudó a reconstituir algunas recetas cuando vuelve a abrir Las Violetas en 2001”, agrega el maestro en alusión al periodo de cierre de tres años a final de los 90, cuando cambió la administración.
María Cala, la ineludible bandeja de dulce y salado de la hora del té en Las Violetas, se pide desde hace décadas. Sin embargo, su contenido se ve modificado a medida que las preferencias de los clientes cambian. “Los gustos y las generaciones varían”, explican en el establecimiento.
Para responder a esas modificaciones, Las Violetas ha incorporado entre 2003 y 2006 una serie de postres semi fríosque no figuraban en la carta de los siglos anteriores. El tiramisú, el mousse de chocolate, el marquise y el cheesecake son adiciones al menú, que se integraron a medida que el paladar del público lo exigió.
Otras masitas secas y húmedas se fueron sumando como los sablés o las yemitas, “ para innovar un poco”, explica Álvez. “Tenemos un alfajor de maicena para celíacos y estamos tanteando una receta para veganos, pero más que nada nos atenemos a dos factores en cuanto a las nuevas incorporaciones: los que pide nuestra clientela, que es más bien tradicionalista, y la alta gama de postres que no vamos a comprometer”, cierra.
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La Nación - Revista - Christian Petersen y una receta de verano con mucha miel

Christian Petersen y una receta de verano con mucha miel

STRUDEL

Mezclar queso feta, pimienta, oliva y tomillo. Pincelar con manteca rectángulos de masa filo. Rellenar, cerrar y pintar. Agregar sésamo tostado y hornear. Servir con miel
¿Cuántos matices de ámbar puede apreciar el ojo humano? Basta detenerse en los diversos frascos de miel que se exhiben en la mesa: desde amarillos pálidos a caramelos intensos; el abanico de tonalidades es notable. Christian Petersen viene de la cocina portando un palito mielero diseñado en acero. Juega con la textura viscosa; los hilos de miel dibujan líneas y gotas en el plato. "Desde hace tiempo solo endulzo con miel. Es más sano, más sabroso. Tengo una isla en el Delta del Paraná y cuando llega el verano un inquilino me trae lo que producen sus colmenas; una maravilla. Recuerdo esas tostadas con pan, manteca y miel que me servían en el campo donde pasaba las vacaciones", cuenta el chef.
A los ojos de muchos, la Argentina es el país de la carne y la soja. Pocos saben que también es el país de la miel: "Somos el segundo país exportador y el tercer productor del mundo, pero apenas consumimos 200 g por persona por año. Cada zona geográfica provee miel de excelente calidad con distintas notas aromáticas, texturas y sabores. Por eso la miel tiene terroir, tal como sucede en el vino: es el resultado del esfuerzo de las abejas y los apicultores y presenta perfiles diversos según las flores, los árboles y las hierbas que crecen en cada región. El 95% de lo que se produce se exporta a granel y para promover su consumo, se celebra entre el 14 y el 20 de mayo la Semana de la Miel", explica la ingeniera Flavia Vázquez, del Área Apícola de la Subsecretaría de Alimentos y Bebidas del Ministerio de Agroindustria de la Nación.
Crédito: Rodrigo Ruiz Ciancia
A esto se suman otros factores que ponen en valor la miel nacional: la producción orgánica es muy apreciada en el mundo y la Argentina fue el primer país sudamericano en conseguir la equivalencia de terceros países con la UE para poder exportar cumpliendo todas las normativas. Además, desde el Programa Nacional Apícola (INTA-Proapi) se trabaja en la incorporación al Código Alimentario de las mieles de abejas melipónidas, conocidas como ANSA (Abejas Nativas Sin Aguijón), que son genuinas de América (se encuentran en el norte) y fueron aprovechadas por los pueblos originarios desde siempre. En Tucumán intentan sacar la Identificación Geográfica Miel de Azahar de Limón Tucumano, un sello distintivo de calidad.
"Tenemos asociada la miel al invierno; pero se cosecha en verano. Todos los cocineros hablamos de lo importante de cocinar con los productos de estación, pero no todos lo hacen. Por eso me parece genial el ciclo MESA de Estación, que arranca esta semana con menús con berenjenas, mango y miel, tres productos bien de verano (del 6 al 12 de febrero, www.mesadeestación.com.ar)", dice el chef.
Christian Petersen es reconocido por su trabajo en la televisión en innumerables ciclos de cocina y por dirigir (con sus hermanos Roberto y Lucas) Los Petersen Cocineros (www.lospetersencocineros.com.ar), empresa de catering con más de 25 años de trayectoria (hoy los tres se dividen las tareas entre los comedores de la UADE, Techint y la Universidad San Andrés y los restaurantes Terrazas Bistró en La Rural y el Club Náutico de San Isidro).
Crédito: Rodrigo Ruiz Ciancia
Los que lo conocen dicen que Christian es el rey de la logística. "El éxito de una buena comida son los buenos invitados. El asado más grande que hicimos fue para 4500 comensales. ¿Cómo lo logramos? Un buen equipo, una buena logística y mucho de experiencia. Siempre hay un imponderable: llueve o a uno de los novios le da un ataque de pánico. ¿Sabés las veces que terminé alentando al novio a seguir con la boda? Me gusta mucho mi trabajo, somos parte de un momento especial de la gente. Le dimos de comer a presidentes, embajadores, ministros. Podemos cocinar en nuestro food truck o en un banquete. Lo nuestro es cocinar".
-¿Cómo usás la miel?
-Me sirve mucho en los eventos grandes. No se pasa, se conserva siempre bien, tiene un gusto simple, es fácil de transportar, es sana. Es raro que alguien no coma miel.
-Hay mieles líquidas, sólidas, claras, oscuras ¿Cuál es tu favorita?
-Prefiero las líquidas y bien brillosas. Muchos creen que si está cristalizada quiere decir que está fea. Pero no, la cristalización es un proceso natural y salvo algunas excepciones, todas se cristalizan. Si no te gusta, la calentás un poquito y ya. Pero también es interesante probar esos cristales chocando contra el paladar. Con queso y frutas ácidas es imbatible.
Crédito: Rodrigo Ruiz Ciancia
-¿Qué debe saber el consumidor final?
-Hay una cuestión con las etiquetas, es importante que solo digan la palabra "miel". Si dice "alimento a base de miel" quiere decir que no es pura, que tiene glucosa o jarabe. Detrás de un frasco de miel hay productores primarios que viven de eso, es un trabajo noble y artesanal. Tenemos que usarla todos los días.
-¿Cuál fue la mejor lección de Tatana, tu mamá?
-La cultura del restauranteur: estar en la cocina haciendo platos ricos y al mismo tiempo no perder ni un detalle de lo que sucede en el salón. Ser el gran anfitrión. Ella me enseñó que uno transmite sensaciones a través de un plato.
Crédito: Rodrigo Ruiz Ciancia
-¿En qué etapa estás?
-Me gusta citar a la poeta estadounidense Maya Angelou. Dijo: "Sobrevivir es importante, prosperar es elegante". Mi vieja nos enseñó a sobrevivir, eso fue fundamental; pero ahora trato de transmitir a todo el equipo eso de prosperar, entendido como una mejor calidad de vida, en tomarse el tiempo para hacer las cosas con calma. Yo me imagino de viejito haciendo ahstanga, andando en bici y leyendo. Ahora leo al filósofo Byung-Chul Han, habla de que somos esclavos de nosotros mismos poniéndonos todo el tiempo exigencias. Hoy para mí el único lujo es tener tiempo.
Receta: crocante de manzana y miel
  • 5 manzanas
  • Manteca
  • Azúcar impalpable a gusto
  • 2 cdas. de pasas
  • de uvas rubias
  • 4 cditas. de miel
  • Una pizca de canela en polvo
  • Nueces picadas a gusto
Crumble
  • 100 g de manteca
  • 100 g de azúcar
  • 4 cdas. de harina
Procedimiento
  • Pelar manzanas y cortar en cubos. Saltear la fruta cortada en una sartén con manteca. Añadir azúcar impalpable, pasas de uva rubias, miel, canela en polvo y cocinar hasta que estén en su punto sin que se pasen. Escurrir, retirar el exceso de líquido y llevar la fruta a los moldes individuales.
  • Agregar nueces picadas groseramente y tapar cada molde con el crumble.Para el crumble mezclar manteca, azúcar, y harina. Trabajar con tenedor hasta unir los ingredientes.
  • Llevar a un horno a 180° C por 20 minutos. Servir con crema batida a medio punto o helado, azúcar impalpable y miel.
AGRADECIMIENTO: Apicultura, Subsecretaría de Alimentos y Bebidas, Ministerio de Agroindustria de la Nación. ArgenMieles, Néctar de los Dioses.www.argenmieles.com.ar

La Nación - Revista - El argentino que es sommelier en Mónaco y elige los vinos de las estrellas

El argentino que es sommelier en Mónaco y elige los vinos de las estrellas

Emiliano Stratico trabaja en la cava más antigua del principado de Mónaco, donde compran desde el príncipe Alberto hasta Madonna
Emiliano Stratico trabaja en la cava más antigua del principado de Mónaco, donde compran desde el príncipe Alberto hasta Madonna
¿Conocen algún lugar del mundo en donde etiquetas de Cheval Blanc, Pétrus, Haut-Brion, Angelus, Ausone, Mouton Rothschild, Latour, Margaux, La Romanée-Conti y otros grandes nombres estén reunidos en la misma mesa de degustación?
Champagnes como Clos du Mesnil o Dom Pérignon, y grandes vinos de otras tierras como Massetto, Sassicaia, Vega Sicilia u Opus One también se almacenan en la bodega de la vinoteca más famosa del principado de Mónaco.
Un lugar donde hasta hacen yatch delivery a las personalidades más variadas del mundo. Les Grands Chais Monégasques es la tradicional vinoteca del Principado y la única que cuenta con un club privado de vinos para clientes VIP, de donde surge su clientela. Gente muy conocida y tradicional de Mónaco, como los miembros del gobierno, del Consejo Nacional (Parlamento), del ámbito del deporte, del espectáculo y de la realeza, todos concurren en busca de consejos para pasar un buen momento.
Emiliano Stratico es un sommelier argentino que está en ese privilegiado lugar. Director de cave y manager de marketing de Les Grands Chais Monégasques, Stratico tiene su máxima: "A los clientes les gusta ser reconocidos, siempre con discreción, y que nos acordemos bien de sus gustos".
Les Grands Chais Monégasques funciona desde hace más de cien años y tiene etiquetas de hasta 40.000 euros
Les Grands Chais Monégasques funciona desde hace más de cien años y tiene etiquetas de hasta 40.000 euros
Les Grands Chais Monégasques funciona desde hace más de cien años. Hoy cuenta con 300 metros cuadrados y más de 1000 referencias a disposición. Además del espacio de venta, tiene un bar privado y un whisky lounge de uso exclusivo para los mejores clientes. Stratico dice que hay etiquetas de hasta 40.000 euros.
-¿Quiénes pasaron últimamente por allí?
-Nuestros clientes son nacionales e internacionales, de lo más selecto de la escena mundial. Proveemos al Palais Princier y tuve el honor de compartir galas con el príncipe Alberto II. Pierre Casiraghi, el sobrino de Alberto, concurrió a elegir los regalos de Navidad para su tío. El creador de EasyJet, [el empresario griego] Stelios Haji-Ioannou, viene asiduamente para equipar su bodega con las más selectas botellas. Del mundo del deporte tenemos varios clientes, como como Radamel Falcao, jugador del AS Monaco, a quien oriento personalmente. El año pasado, Madonna compró algunas botellas para su cumpleaños, que suele festejarlo en la Riviera francesa.
Emiliano Stratico (43) vivió en la Argentina hasta los 25 años, cuando decidió radicarse en París como parte de su trabajo en Air France. Allí estudió lingüística en la Universidad de La Sorbona y empezó a interesarse por el vino. La tesis de su maestría fue "Cómo enseñar idiomas a través del vino", con la que dio conferencias de idiomas respecto del tema. Recorrió viñedos y realizó la carrera de sommelier en la reconocida escuela WSET, de Londres. En la actualidad, se especializa en el armado de programas y contenidos de cursos sobre idioma y vino para sommeliers.
-¿Cómo llegaste a Mónaco?
-Había visitado el principado en varias oportunidades y tenía gente conocida en el área. En un momento se abrió un puesto de trabajo y decidí postularme: quería cambiar mi vida citadina de Londres o París por algo más mediterráneo pero internacional.
-¿Por qué el vino?
-Desde muy chico me interesó la mesa, salir a comer, explorar restaurantes y bares. Siempre me gustó además la geografía, el contacto con el terruño, y en el vino encontré una pasión que se convirtió en trabajo, en donde pude hacer converger todo lo que me gusta: el buen vivir, el arte de la mesa, los viajes, los idiomas, la geografía, la historia. y el storytelling, eso de contar una historia y cautivar a la audiencia, en este caso con una copa en la mano.
-¿Qué es lo más antiguo que hay en la cava?
-Es la más grande y antigua del principado, las cavas son de piedra. Entre las botellas raras hay un Château Latour de 1871, La Romanée-Conti de 1936 y un champagne Dom Pérignon de 1969.
-¿Qué fue lo más raro que te pidieron?
-Un cliente que no conocía, un día entro y me dijo: "Voy a comprar todo lo que brilla", y en su gran compra se llevó todas las botellas que presentaban algún brillo, entre ellas un mathusalem (botella de litros) de champagne Moët et Chandon bañada en oro.
-¿La gente pasa y compra o hay que hacer una cita?
-La gente pasa y compra, es espontáneo. Si quieren hacer una cata, tomar un curso, o bien recorrer la cava y tomar una copa deben hacer cita (salvo clientes muy VIP). El uso del bar y lounge es solo para los VIP, que pueden venir con o sin cita. La mayoría pasa y listo, porque justamente les gusta que mantenemos mucha discreción con los famosos. Mucha gente en Mónaco busca tener perfil bajo, y en nuestro espacio, como es íntimo y reservado a ciertos clientes, encuentran un lugar de relax en donde el vino es el protagonista.
-¿Conociste la bodega de algún personaje?
-Estuve en la del príncipe Alberto, en la de Stelios Haji-Ioannou y en la del Hôtel de Paris, que fue la más impresionante. En general, no podemos develar muchos datos de las caves privadas.
-¿Tus compradores son conocedores?
-Sí, la mayoría son grandes conocedores y coleccionan botellas de mucho prestigio. Para mí es un gran desafío, y me obliga a tener que formarme y aprender aún más de forma constante. Por otro lado, tengo la oportunidad de degustar vinos de primer nivel mundial con frecuencia, como por ejemplo Cheval Blanc, Pétrus, Massetto, Adrianna de Catena, Latour, Romanée-Conti, champagne Dom Pérignon de distintas añadas, y tantas otras cosas de primer nivel de forma regular, algo que podría hacer en muy pocos lugares del mundo. Si bien la lengua oficial de Mónaco es el francés, el país es trilingüe (francés, inglés e italiano), y eso me hace practicar a diario los tres idiomas, mi otra pasión. Todo esto combinado con un ambiente internacional exigente, haut de gamme, que me propone un desafío extra.
-¿Qué es lo que más se vende y a qué precio?
-Lo que más se vende es vino francés de entre de 75 y 750 euros, y mucho ron, whisky y cognac de los que tenemos botellas de colección como la de cognac Louis XIII de Rémy Martin, que está hecha en cristal opaco, o botellas de porto Taylor cosecha 1863.
-¿Tienen vinos argentinos?
-Sí, y desde que estoy como encargado de la cave le he dado mucho impulso. Trabajamos más que nada con Rutini y Catena. Vendo mucho Cheval des Andes, por ejemplo, o Adrianna de Catena (son vinos de 90 euros, más o menos). Durante el mes de abril, en convenio con Wines of Argentina, organizo el Malbec Day. Desde que empecé hubo un incremento considerable de venta de vinos malbec y otras cepas de la Argentina.
Emiliano dirige las degustaciones en el lugar
Emiliano dirige las degustaciones en el lugar
-¿La bodega está relacionada con el nacimiento del principado?
-Comenzó hace más de cien años, en el antiguo barrio de comerciantes de Mónaco, llamado La Condamine. Este barrio aún hoy refleja el espíritu de la época y siguen perdurando los negocios más tradicionales, entre ellos Les Grands Chais Monégasques, y el mercado en la antigua Plaza de Armas, justo debajo del Palacio. El espacio lo comenzó un monegasco, el señor Ginocchio, quien compraba vino en Francia, en la Provence, y luego lo ponía en barricas en Mónaco, lo embotellaba, y la gente venía al mismo lugar donde estamos hoy a buscar sus vinos. El negocio fue galardonado en París en 1909 durante la Exposición Universal, y empezó a prosperar pero siempre con el mismo espíritu local y en el mismo lugar. Aún hoy están las viejas barricas tan arraigadas a la historia del principado.
-¿Cómo es vivir en Mónaco?
-Si bien viví mucho en Francia, mi raíz es italiana. En Mónaco pude encontrar ese equilibrio entre las culturas francesa e italiana, porque el principado está a 20 minutos de Niza y a 20 minutos de Ventimiglia, Italia. Hago mis compras en el mercado de Ventimiglia, compro mi café en Italia, pero mi té en Francia. Los quesos, un poco y un poco, el brie francés, y otro en el Piemonte; el roquefort en Francia y el gorgonzola en Italia. Así voy recorriendo los mercados de los tres países en pocos minutos, algo que para un sommelier amante de la buena mesa es una gran felicidad. Con respecto a los vinos, en Mónaco tenemos acceso a todos los vinos cercanos a la Provence, los de otras regiones de Francia y muchos de Italia: la mayoría del Piemonte como los tintos de Barolo y Barbaresco, que maridan con las comidas otoñales a base de trufa, o los blancos de Liguria como los Pigato y Vermentino, que acuerdan de maravilla con las pastas al pesto en una noche de verano. Todo este mix hace que el principado sea para mí un lugar confluyente se sabores, aromas, idiomas, exigencia, oportunidades, jet set, mercados, todo junto y en pocos kilómetros, lo que en pocos lugares del mundo podría encontrar. Y además, con el agregado de despertarse con el marco del Mediterráneo y las montañas.
Link a la nota: http://www.lanacion.com.ar/2106022-el-argentino-que-es-sommelier-en-monaco-y-elige-los-vinos-de-las-estrellas

Clarín - Viajes - Arequipa sale a conquistar el paladar de los viajeros

Arequipa sale a conquistar el paladar de los viajeros

Una travesía por los paisajes naturales, culturales y gastronómicos de esta región del sur de Perú. La arquitectura, los volcanes y los platos más típicos.
Arequipa es, detrás de Lima, el segundo imperio peruano que conquista el paladar de los viajeros.
Conocer sus museos, la Catedral y el Monasterio de Santa Catalina, perderse en sus callecitas, caminar entre los locales del Mercado San Camilo, tomar una foto de los tres volcanes principales desde la Plaza de Armas o desde el Mirador de los Andes -a 4.600 metros de altura- y disfrutar del paso de una bandada de cóndores planeando por encima de nuestras cabezas en el Gran Cañón del Colca es una lista de imperdibles que podría quedar incompleta si uno no se detiene en su cultura gastronómica.
Es que para armar el rompecabezas de su historia, que data de casi 500 años desde su fundación en 1540 tras la conquista española del Imperio Inca, hay que probar sus especialidades culinarias.
La variedad de platos que crean principalmente con carne de camélidos, peces del río Majes y vegetales y hierbas ancestrales es impresionante: son cerca de 700 y están compilados oficialmente en el libro de la Gran Cocina Mestiza. El rocoto relleno, chupe de camarones, adobo arequipeño, trucha o carne de alpaca acompañadas con papas andinas abrirán paso a una aventura que va a satisfacer todos nuestros sentidos y nos dejará ver a esta ciudad del sur -a 772 kilómetros de Lima, la capital de Perú-, junto a varios atractivos de la región, en su forma ancestral y contemporánea.
Arequipa sale a conquistar el paladar de los viajeros
Punto de partida
Para conocer Arequipa se puede arrancar, a la mañana y a pie, por su casco histórico. Allí está representada la arquitectura definida por la fusión de lo incaico con lo colonial, que se proclama como barroco-mestizo y es exclusivo de esta provincia y capital del departamento homónimo.
La Iglesia de la Compañía de Jesús y el Monasterio de Santa Catalina son algunos de los museos de arte religioso más importantes que visten ese estilo.
Arequipa sale a conquistar el paladar de los viajeros
Una de las características de las fachadas de las casonas es que son en su mayoría blancas, lo que le dio a Arequipa el apodo de “Ciudad blanca”. Sucede que las construcciones fueron hechas con sillar, material volcánico desprendido del Chachani, que por medir 6.070 metros es el volcán más alto de la ciudad.
Arequipa sale a conquistar el paladar de los viajeros
“Junto con los volcanes Misti, de 5.820 metros de altura, y Pichu-Pichu, que tiene 5.524 metros, conforman la Cadena Volcánica del Sur. Se los puede observar desde los cuatro puntos cardinales”, resalta Rommel, el guía que nos acompañará a lo largo de esta gran aventura.
El otro sitio que realza la cultura arequipeña es el Mercado de San Camilo, ubicado a cuatro cuadras de la Plaza de Armas. Acá se tiene el primer acercamiento con los ingredientes más trascendentales de la gastronomía local: se puede encontrar una gran variedad de frutas (chicha, papaya arequipeña, carambola, uvas y lima), que usan para hacer tragos y jugos, y de verduras, como el rocoto o los ajíes verde, rojo y amarillo, que le dan el “picor” a sus platos típicos. También venden especias y hierbas autóctonas que aromatizan las comidas, ayudan a la digestión o a prevenir el “mal de altura”, como la coca, muña-muña y chachacoma. En general, provienen de los cultivos de las campiñas que empiezan a aparecer camino al Mirador del Carmen Alto, a menos de 20 kilómetros de la ciudad. También venden pescados y mariscos (corvina, trucha, algas y camarones, por ejemplo). Y carnes, rojas y blancas, de varios camélidos.
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Esa mixtura, entre las costumbres ancestrales y la española, está presente todo el tiempo. Es la riqueza que, según los pobladores, hace a su cultura, arquitectura y gastronomía. En los últimos años, de hecho, ocurrió algo muy significativo: con la aparición de la feria gastronómica “Mistura”, hace 11 años, volvieron a instalarse en el casco histórico las picanterías tradicionales, una evolución de las aún más antiguas chicherías (casas de los pobladores originaros que abrían sus puertas para dar de beber). La evolución se relaciona con la incorporación de bocados para “picar” algo -no necesariamente picante- mientras bebían.
Arequipa sale a conquistar el paladar de los viajeros
En 1845 llegaron a ser más de 3.000 las casas, concentradas en los distritos periféricos, que abrían sus puertas para dar de comer. Hoy, dentro del complejo de la Compañía de Jesús, donde vivían los jesuitas, los claustros se transformaron en locales comerciales y gastronómicos. En uno de ellos funciona la picantería La Benita, uno de los restaurantes que mejor representa ese patrón culinario reminiscente.
Ya ubicados en una de las mesas largas que equipan los dos salones del restaurante, nos dejamos transportar en el tiempo: estamos en una de las celdas donde vivieron los jesuitas, hechas con sillar blanco y cuyo techo conserva la forma de bóveda, que ayudaba a mantener frescos los ambientes.
Arequipa sale a conquistar el paladar de los viajeros
Roger Falcón Quicaño es la octava generación que dirige esta picantería de culto. La primera sede, aún en pie, queda en Characato, a 12 kilómetros de aquí. Hasta hace poco era atendida por su mamá, Benita Victoria, que con 70 años le sigue transmitiendo los secretos culinarios de sus antepasados. Roger, arquitecto y urbanista, es el chef y nos asegura que hoy vamos a “comer Arequipa en ocho bocados”. Y efectivamente sucede: la mesa está repleta con los ocho platos típicos que degustaremos (US$ 49). Algunos de ellos son rocoto relleno, solterito de queso paria, ocopa arequipeña (una salsa a base de huacatay y ají mirasol servido sobre papas hervidas), locro de pecho con carne de cordero y cuy chactao (conejito de indias frito). A los turistas no se lo suelen servir entero, como es su máxima tradición, para no impresionarnos. La carne de este roedor andino, suave al paladar, dicen que es muy nutritiva.
La mejor manera de acompañar los bocados es con tragos (U$S 4,5) a base de pisco y una combinación de frutos y hierbas autóctonas. “Campo de hierbas ancestrales” le llaman a uno que armoniza hojas de eucaliptus, hierba buena, cedrón y romero.
Arequipa sale a conquistar el paladar de los viajeros
“Uno se puede tomar un campo de hierbas antiguas de un sorbo”, bromea Roger. Cerraremos esta aventura con uno de los tres brindis que se hacían en las picanterías de la mano del “prende y apaga”: hay que “prenderse” bebiendo una medida de aguardiente anisado, de origen arequipeño, e inmediatamente después “apagarse” con un sorbo de chicha morada, la bebida del inca, que es bien refrescante y está hecha a base de maíz culli (US$ 3 el litro).
Cóndores y un volcán encendido
En Sibayo, a poco más de tres horas en auto de Arequipa, ocho de las 150 familias que viven en esa comunidad rural abren las puertas de sus casas. Y es literal. Uno puede almorzar y hasta quedarse a dormir en ese pueblo construido en roca. Es una experiencia turística vivencial muy arraigada en la zona.
Arequipa sale a conquistar el paladar de los viajeros
Aunque antes de llegar a ese pueblo que habla en quechua, ubicado a 160 kilómetros de la ciudad de Arequipa, mimetizarse con los pobladores y dejarse atravesar por sus costumbres, hay dos opciones para conectar con la naturaleza y el paisaje del Valle del Colca.
Arequipa sale a conquistar el paladar de los viajeros
Una alternativa es recorrer la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blanca, a casi 70 kilómetros del casco histórico y a más de 4000 metros de altura. Dicen que el principal argumento que dio origen a la reserva fue la necesidad de darle protección a las vicuñas que habitan la zona y que ahora es imposible no toparse con alguna mientras se avanza por los caminos de ripio que atraviesan las 366 mil hectáreas de cordillera volcánica. Pero no es el único animal nativo que tiene su hogar ahí. Desde distintos miradores, bebiendo agua de alguno de los lagos que encierra la reserva o trotando sobre esa tierra árida, se pueden ver llamas, guanacos, alpacas, flamencos y patos cordilleranos. De fondo, la postal se completa con una serie de volcanes. El Sabancaya, el más joven de la región, echa humo y deja en claro que está en actividad. Es difícil no quedarse un rato largo contemplando en silencio, y mascando hojas de coca alternadas con caramelos de muña, tal como nos recomienda Rommel para “evitar el mal de montaña”.
Otro plan posible, 30 minutos antes de llegar a Sibayo, es hacer una parada en el Cañón del Colca, una garganta profunda entre dos altas montañas surcadas por el río homónimo. Tiene 120 kilómetros de largo y una profundidad de 1.200 metros, lo que según los guías lo convierte en el segundo cañón más grande del mundo.
No es su inmensidad lo único que nos maravilla a todos los que en esta recorrida lo vemos por primera vez: los cóndores andinos nos sobrevuelan desplegando sus tres metros de alas. Son por lo menos 30, aunque del entusiasmo Rommel diga que no hay menos de 80 y que es nuestro big day como observadores aficionados de aves. Desde el mirador podemos ver sus nidos en la parte media y baja de las paredes del cañón.
De nuevo la contemplación. Mirar en silencio. Sacar fotos y filmar en este Mirador de la Cruz del Cóndor ubicado a unos 3.000 metros de altitud. Y escuchar la historia que narra nuestro guía, que dice que los incas consideraban sagrados a los cóndores por volar tan alto, tan cerca del Sol, uno de sus dioses. “Pensaban que podían llevarles mensajes a los dioses a través de estas aves”, relata Rommel.
A primera vista Sibayo es un puñado de casas bajas, la mayoría color mostaza, hechas de piedra y techos de paja. Están prolijamente acomodadas en torno a la plaza principal, donde está la iglesia. Los que la visitan suelen venir tentados por un modelo turístico que propone conocer cómo viven protagonizando parte de sus hábitos.
Los turistas salen de pesca, cocinan, esquilan alpacas y hasta limpian la chacra a la par de los lugareños, devenidos en anfitriones turísticos. Los que hacen ese trabajo son solo ocho familias. El resto vive de la ganadería, principalmente la alpaca. Con su lana, por lo menos 25 mujeres nucleadas en una asociación Sumaj Pally, que en quechua significa “bonito dibujo”, hacen tejidos tradicionales para vender sobre todo entre los visitantes (desde US$ 25). El desayuno, el almuerzo y la cena tienen la grandeza de ser exactamente lo que los pobladores comen hace siglos. La base es la carne de alpaca, trucha del río, queso casero y variedades de papas andinas. Lo acompañan con jugo de papaya y naranja. O agua saborizada con plantas aromáticas, como agua de salvia.
Arequipa sale a conquistar el paladar de los viajeros
“Es lo que comemos nosotros”, naturaliza Nieves, que junto a su esposo Eusebio, fue una de las pioneras, hace 15 años, en abrir su casa, compartir su cocina y su tiempo con los viajeros.
La pesca del día junto al Majes
El río Majes, de un azul intenso, avanza con fuerza apenas contenida por una hilera de rocas que marcan justo el inicio de la galería del restaurante de Amelia Cárdenas. No por nada su negocio gastronómico, que abrió en 1999, lleva el nombre de “La laguna azul”. Queda en el barrio El Pedregal, que forma parte del Valle de Majes, la región central por donde se extiende la Ruta del Pisco, a 165 kilómetros de la ciudad de Arequipa. De hecho, antes de venir a almorzar visitamos el viñedo y la bodega pisquera de la firma Majes Tradición, que se encuentra al otro lado del río y es la más antigua de Perú.
Es una estación ideal para conocer más sobre la bebida nacional que tanto se disputan la inventiva con los chilenos pero también para viajar en el tiempo. La bodega es un legado familiar, nacida en 1775 y actualmente manejada por la décima generación. A las viñas se las conoce como las “del Ocho”, por su proximidad con el geoglifo de la cultura wari, unas figuras construidas en laderas de cerros por esa civilización andina que floreció en el centro de los Andes hasta el silgo XIII. En enero y febrero se desarrolla la cosecha de al menos ocho cepas de uvas. Luego de la experiencia de estar a más de 4.000 metros de altura, ahora nos hallamos en el punto más bajo de todo el viaje, a 631 metros sobre el nivel del mar.
Ya en el restaurante de Amelia, comer frente al río -al borde o casi sobre el curso del Majes- la especialidad de la casa, cauche de camarones, le da un valor agregado a esta parada gastronómica. Es que esta misma mañana René, su esposo, salió en su balsa para pescarlos con su red en el propio Majes, de donde proviene la mayor producción nacional de camarones. El plato (US$ 12,5) es un salteado acompañado de papas, queso fresco serrano y ají amarillo. Se sirve caliente y es caldoso, ayuda a templar el cuerpo frente a la brisa fresca del río. La dueña del restaurante sugiere acompañarlo con una copa de vino tinto de uva negra criolla (la botella cuesta US$ 7,5).
Una degustación mística
Una buena manera de redescubrir o conocer por primera vez Arequipa, una región visitada por 561 mil extranjeros al año, es regresar al casco histórico, el punto de partida de nuestro viaje y sitio de origen de todo el departamento.
Pero esta vez lo vamos a vivenciar a través de su cara gastronómica más moderna, reconocida internacionalmente y que ahora promete entregar al mundo una generación de chefs comprometidos con la producción sustentable de alimentos, pero enraizados en sus tradiciones. En esos rincones culinarios garantizan que van a volver a dar que hablar con un segundo boom de la cocina peruana, menos cool pero más creativo y responsable con su cultura y medio ambiente. Incluso algunos describen sus platos como íntimos y reflexivos, como un medio de introspección.
Una de esas opciones es Salamanto, situado en una vieja casona de la calle San Francisco, a pocas cuadras de la Plaza de Armas. Los platos que probaremos en nuestra última noche en Arequipa forman parte de la “degustación mística”, como figura en la carta, que nos preparará Paúl Perea, chef y autor de las recetas. La existencia de lo tradicional está a la vista: la cocina, vidriada para que los comensales podamos ver cómo se preparan los platos, está dentro de lo que fue una bóveda colonial.
Antes de la cata, entrenamos los sentidos con una serie de elementos históricos y ancestrales. Uno de los mozos nos da piedras de pirita. Con los ojos cerrados, las frotamos con las manos para “conectarnos con la tierra”, mientras escuchamos el sonido de unas semillas, que manipula el mozo, y sentimos el olor de un sahumerio, que “purifica el ambiente”, creando así un clima relajado para degustar cuatro platos de autor y beber un pisquiri (en vez de daiquiri, porque se prepara con pisco en lugar de ron) de papaya arequipeña.
“Trabajamos siempre con los insumos de las ocho regiones de Arequipa y nos proveemos, además, de nuestra propia huerta”, destaca Paúl, uno de los 50 jóvenes cocineros del país que integra la corriente “Generación con causa”.
Cocinamos con técnicas de conservación ancestrales, como ahumados, confitados en diferentes tipos de aceites, glaseados en distintos tipos de azúcares y mieles, deshidratados”, explica el dueño de Salamanca, quien se muestra comprometido con la pesca sustentable y muy crítico de la pesca indiscriminada ilegal. Tal como indica, uno de los platos contiene una tapa de trucha con kion glaseado y un queso andino para acompañar; y otro de carne de alpaca con ají amarillo glaseado, lo que le baja el grado de picor, y brotes de alfalfa. Pétalos naranjas de texao, la flor emblema de la “Ciudad blanca”, decora ambas presentaciones para darles el último toque autóctono.
MINIGUÍA
Cómo llegar. Aerolíneas Argentinas vuela a Lima. El pasaje ida y vuelta cuesta desde $ 11.700. Por Avianca, pasajes desde $ 25.600. El vuelo interno de Lima-Arequipa-Lima por Avianca o Latam cuesta, en promedio, US$ 200 en temporada alta, mientras que en baja cuesta alrededor de US$ 125. Peruvian Airlines no tiene tarifas diferenciadas por temporada y los valores son inferiores (en general, tiene menores frecuencias de vuelos): van desde US$ 63.
El Aeropuerto Internacional Rodríguez Ballón de Arequipa está a ocho kilómetros del centro de la ciudad de Arequipa. La tarifa mínima de un taxi es de uno o dos dólares.
Dónde alojarse. Frente a la Plaza de Armas, en pleno centro histórico de la ciudad de Arequipa, la cadena Casa Andina ofrece en su hotel de categoría “select”. Habitaciones dobles con desayuno buffet, desde U$S 107 por noche. En su versión “standard”, a cinco minutos en auto de la plaza central pueden costar desde U$S 107 (www.casa-andina.com).
Para hacer turismo vivencial en Sibayo, las familias que alojan turistas ofrecen hospedajes en sus casas ofrecen una tarifa fija por noche que ronda para una habitación doble sin baño propio US$ 23 por persona. Con baño privado cuesta desde US$ 33.
Cómo moverse. Para las excursiones por la Ruta del Pisco y la visita a bodegas y restaurante del Valle de Majes, o las excursiones por el Valle y Cañón del Colca, es aconsejable contratar un servicio de combis. Hay agencias de viajes que ofrecen este servicio. A modo de ejemplo, un viaje con todo pago en agencia de viajes (que incluya alojamiento por cinco noches, comidas, transporte, tickets de ingreso, etc.), puede costar aproximadamente US$ 1.350 por persona.
Para moverse por la ciudad de Arequipa, la tarifa mínima del taxi es de uno o dos dólares, mientras que el boleto mínimo para viajar en el transporte público cuesta menos de la mitad (1 sol o 1,5 soles, unos 0,3 a 0,5 centavos de dólar).
Qué hacer. Monasterio Santa Catalina. Entrada general, US$ 12. Catedral de la Ciudad de Arequipa. Entrada general al Museo, US$ 3; al Templo, ingreso gratuito.
Valle y Cañón del Colca: el boleto turístico para extranjeros mayores de 12 años cuesta US$ 21 y de entre 5 y 11 años, cuesta US$ 1,5. Para latinoamericanos la tarifa cuesta US$ 12. Y para los menores de 5 años el acceso es libre.
Dónde informarse
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