lunes, 3 de febrero de 2020

La Nación - Lifestyle - Mercados: la experiencia gastronómica que vuelve a ser un boom

Mercados: la experiencia gastronómica que vuelve a ser un boom

Mientras que los mercados como centros de intercambio e impulso financiero son un elemento fundacional de la civilización; también es verdad que, a lo largo de la historia, la forma en que estos ecosistemas funcionan cambió mucho. Desde el trueque o el pago en especias, para ser la vitrina de los pequeños productores y, en un pasado no tan lejano, convertirse en el lugar en donde muchas marcas familiares daban sus pasos iniciales y conseguían a sus primeros clientes.
Proponiendo un mix de tradición y nuevas tendencias, desde hace ya varios años el espíritu del mercado reflotó en las ciudades más importantes del mundo y se convierten en una visita para todos los turistas. Los más conocidos, en ciudades como Barcelona o Londres, no nublan experiencias locales que en algunos casos, con notables diferencias edilicias, han conquistado al público argentino.

Time Out: el clásico de Lisboa




Con sede en Londres Nueva York Miami , Montreal y Boston, Time Out es uno de los lugares favoritos para quienes visitan la hermosa ciudad de Lisboa ( Portugal ). Aunque fue inaugurado bajo este nombre recién en 2014, está emplazado en un área que funciona como espacio de intercambio mercantil desde 1882.
Hoy, al ingresar al gran edificio, encontrás un corredor dedicado 100% a la venta productos frescos (frutas, verduras, carnes y pescados) y, por otro lado, un enorme patio de comidas. Canchero y moderno, las mesas comunitarias están rodeadas por 35 puestos de comidas que funcionan como un pequeño viaje a la gastronomía portuguesa: quesos de oveja, jamón de Alentejo, sardinas, tartas de nata o chocolates.

La Boquería: la visita obligada de Barcelona




Definido por los catalanes como "el mejor mercado del mundo", es prácticamente imposible recorrer Barcelona ( España ) sin pasear un rato por el Mercado de San José.. Con una superficie de 2583m², los primeros registros de su existencia datan de 1804 y se trataba de un espacio al aire libre en donde vendedores ambulantes labradores iban a ofrecer sus productos.
Con varias reformas arquitectónicas (la última y más importante en 1914, año que se incorporó el techo metálico), al ingresar es fácil sentir el frenesí y energía de este mercado que reúne a millones de turistas al año. Combinando en un mismo espacio puestos que ofrecen productos frescos (frutas, frutos secos, especies, embutidos, carnes o pescados) con comidas al paso, es el lugar ideal para ir probando diferentes delicatessen a medida que uno va caminando y recorriendo.

Granville Island: un paseo muy cerca de Vancouver




Históricamente definida como un área industrial, la Gran Depresión y luego un incendio, hicieron que esta península canadiense quedara como un terreno casi abandonado. Pero en 1982 la situación cambió cuando, después de una inversión de 24.7 millones de dólares, el gobierno inaugurara lo que hoy conocemos como el Mercado de Granville Island.
Casi como recorrer una pequeña ciudad, este mercado combina tres espacios muy diferentes: restaurantes y cervecerías artesanales, locales de diseño y artesanías y el mercado de frutas, verduras y carnes. Además está repleto de actividades culturales como obras culturales, intervenciones callejeras o festivales de fuegos artificiales.

BAXAR: la gran promesa de La Plata




Mientras que en Buenos Aires se renovó el viejo Mercado de Ciudad de la Paz (ahora, Mercado de Belgrano) el gran crecimiento del circuito gastronómico platense trajo una gran novedad: el desarrollo del proyecto conocido como Mercado Baxar. Aunque todavía no inauguró (la primera fecha había sido pautada para diciembre 2019 pero, debido a demoras en las obras, la apertura se demoró para finales de febrero 2020).
Restaurando los dos pisos originales del viejo almacén de ramos generales, la propuesta va a contemplar un patio de comidas y cervecerías, un mercado de productos frescos y la primera escuela de cocina de la ciudad.

La Nación - Sociedad - Fernando Trocca: "Sabemos mucho de cocinar la carne, pero muy poco del pescado"

Fernando Trocca: "Sabemos mucho de cocinar la carne, pero muy poco del pescado"

A metros del faro de José Ignacio, despunta en Mostrador Santa Teresita la pasión por la buena comida; aprendió a cocinar con su abuela y reconoce que tiene un oficio duro, pero en el que se hacen buenos amigos

Fernando Trocca intentó una y mil veces desde 1988 tomarse vacaciones en José Ignacio, ese plácido pueblo de pescadores que con el tiempo se convirtió en el balneario de moda. Pero nunca lo logró. "Veníamos a veces a comer o a pasar el día. Había caminos de tierra para llegar. Y el pueblo definitivamente era muy distinto a lo que es hoy", recuerda el cocinero que comanda Mostrador Santa Teresita, su muy concurrido lugar de exquisiteces, a metros del faro, que domina la costa. Más de treinta años atrás, muy jovencito aún, llegó a trabajar para Martín Pitaluga, el dueño de La Huella, el restaurante más conocido, que tiene su enclave sobre la Playa Brava de ese balneario y que hoy es su socio y gran amigo. Trocca reconoce que el pionero gastronómico de la zona fue uno de sus grandes maestros, Francis Mallmann.
A pesar de que en la entrada del pueblo hay obras viales muy controvertidas que lo deslucen, Trocca prefiere reparar en sus relevantes virtudes.
"Es un pueblo que tiene mucha magia -destaca- y que a pesar de que está desbordado ahora, sigue teniendo una sugestión muy particular". Todas las mañanas Fernando, que vive en las afueras de José Ignacio durante el verano, llega caminando para estar distendido y poner en marcha la maquinaria humana que llenará platos de manjares al paso. "Cuando llega el mediodía -subraya- el pueblo explota de gente, pero a las seis o siete de la tarde otra vez vuelve a bajar y tiene una noche espectacular, mucho más tranquila que el día".
A continuación, algunos tramos sustanciales de la entrevista que se vio anoche en Hablemos de otra cosa, por LN+.

"Si soy vegano no puedo sentarme en una parrilla y pedir que me armen un plato"

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-¿Te queda tiempo para ir al mar?
-Durante la temporada iré unas diez veces a la playa, como mucho. Por empezar, no soy muy fanático. Solo me gusta ir un rato.
-¿Qué hay de la naturaleza de José Ignacio en tus platos?
-Tratamos de usar en lo posible todo lo que nos da el mar: corvina, brótola, a veces lenguado y pejerrey de la laguna. Acá estamos sobre La Brava. Pero del otro lado, sobre La Mansa, están los pescadores a la mañana temprano. La gente que tiene casa acá muchas veces les compra el pescado directamente. Nosotros, también.
-¿Cómo fueron tus veranos más remotos?
-Siempre intenté venir de vacaciones acá y nunca lo logré.
-Pero no debe ser lo mismo que trabajar en Buenos Aires.
-Es otro mundo, nada que ver. Es el lugar al que yo espero todo el año para llegar. Y a pesar de que en un momento es una locura, no siento que estoy trabajando, sino que la estoy pasando muy bien, junto a un equipo que es espectacular.
-¿Santa Teresita se agranda para distintas latitudes?
-Ya se agrandó, ya crecimos, dimos un paso al frente. El año pasado nos contactaron. Y finalmente abrimos Santa Teresita en Montauk, un lugar en Los Hamptons, en Estados Unidos, cerca de Nueva York, que, curiosamente, tiene mucho que ver con José Ignacio. Montauk es un pueblo de pescadores. Y pronto, novedad total, vamos a abrir un Santa Teresita en Buenos Aires. Algo que veníamos ya pensando desde hace algunos años. También vamos a estar cerca del agua, en el puerto de Olivos.

"Los argentinos tienen muchos prejuicios para ciertos ingredientes"

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-¿Chef o cocinero?
-Me gusta cocinero.
-¿De dónde viene tu pasión por la cocina?
-De mi abuela Serafina, gran cocinera que tenía una pensión en San Telmo y que estaba casada con un portugués que hacia blends de café y que hoy estaría muy de moda.
-Así como la tuya, había muchas otras abuelas y madres que hacían la pasta casera, los dulces, el pan horneado. Son destrezas que se fueron perdiendo.
-Tengo la suerte de que soy parte de una generación en la que todavía las madres y las abuelas cocinaban mucho.Y mi abuela, como yo soy el menor de tres hermanos, supongo que habrá pensado que era a quien más tenía que cuidar. Era un personaje muy especial, con mucho carácter, muy power. Me ponía en un banquito al lado de ella para que viera cómo hacía la salsa de tomate. Los domingos amasaba la pasta casera. Me enseñaba y me hacía comer de todo.
-Seguramente no se podrá ser buen cocinero o chef si antes no sabés comer bien.
-Lo importante es tener el gusto por la comida. La pasión y el amor por comer. El paladar se desarrolla, por supuesto.
-¿Y cuáles son esas comidas que a vos te gustan?
-Hace muchos años hice un programa que se llamaba Cocina para hombres. En su momento fui criticado por algunas mujeres que creían que así yo dividía. Pero sigo pensando que hay una cocina, como hay perfumes para hombres y para mujeres, que identifica más a ciertos gustos masculinos.
-¿Significaría gustos más fuertes?
-Mollejas, chinchulines. Más condimento, más picante, más salvaje, si querés. Lamentablemente ahora ya tengo que cuidarme un poco más con lo que como, pero me gusta toda esa comida. No soy amante de lo light.
-Con la gastronomía muy elitista a veces uno dice: "Me muero de hambre". ¿Es así?
-Ya pasó, pero no todavía en el inconsciente de la gente. Fue en una época, la famosa nouvelle cuisine, que ofrecía porciones muy chiquititas en platos muy grandes.
-¿Y el fast food arruinó mucho?
-Fast o slow, siempre se puede comer bien. Importa la calidad de lo que comemos, no la velocidad. Ojalá la gente tuviera más tiempo para disfrutar de la comida. Pero se puede comer rápido y bien.
-Hablás de tu abuela como tu gran iniciadora. Pero después tuviste otros "ángeles gastronómicos". Gato Dumas, particularmente, y también Francis Mallmann. ¿Qué fueron aportando ellos en particular?
-Mucho y diferente en ambos casos. Con el Gato aprendí que en la cocina, además de vivir momentos de estrés y de ser una profesión que es muy sacrificada, podés pasarla muy bien y divertirte.
-Y que no te agarre la rutina; la necesidad de mantener en alto cierto espíritu inquieto...
-La cocina es como la música, algo que no se termina nunca.
-¿Es un lugar en el que también se hacen amigos?
-Así es. Por ejemplo, Gunda [Claudia Fontán] es amiga mía. Ella siempre dice que es mucho mejor cocinera que actriz. También "Diez manos" fue un proyecto que nació de algo simple, elemental y muy básico, que es pasarla bien en la cocina y cocinar juntos con otros amigos. Ya perdí la cuenta, pero hemos hecho entre ocho y diez encuentros en el restaurante de Mauro [Colagreco] en Francia, también en Londres, París, Buenos Aires y acá, en José Ignacio, lo hemos hecho tres veces. Cortamos la calle y ponemos una mesa grande para ochenta personas. Es un evento en el que el único fin es pasarla bien y divertirnos.

Fernando Trocca: "No me gustan los reality de cocina, me llamaron dos veces pero no acepté"

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-¿Comemos bien los argentinos?
-Deberíamos comer mucho mejor. Creo que ahora hay mucha más conciencia de saber lo que estamos comiendo, de dónde viene, cómo se produjo y se cultivó, quién lo hizo, cómo llegó a nuestras manos. De tener cuidado con eso. Sobre todo, cómo alimentamos a nuestros hijos.
-Tenemos un país con miles de kilómetros de costa y, sin embargo, el pescado no tiene un rol protagónico estelar en el plato.
-Creo que tiene que ver con una cuestión cultural. Hoy comemos mucho más pescado. Pero hace 25 o 30 años, casi nada. Es una cuestión de tiempo y de aprender a comerlo y a cocinarlo. También somos muy carnívoros. Sabemos mucho de cocinar carne y muy poco de pescado.
-¿Cómo poner un restaurante y no morir en el intento?
-En primer lugar, no haber nacido en la Argentina. No es fácil. En los noventa esa fantasía giraba por todos lados. Y todo el mundo quería poner restaurantes. Ahora muchos ponen bodegas y tienen vinos.
-El comensal es para ustedes como el profesor de la mesa examinadora.
-Tiene que comer bien, hay que cuidarlo y atenderlo. Hay que servirle el vino cuando se le termina. Estar atento cuando levanta la mano. La comida tiene que llegar caliente y bien.
-Hablemos del punto del plato, porque ese es todo un tema. ¿Cuál es el punto?
-Prefiero comer la carne a punto. Pero si hay gente a la que le gusta comer la carne bien cocida. se pierde muchas cosas que bien cocida no tiene. Pero si le gusta, que la coma bien cocida.
-El restaurante es al mismo tiempo fábrica y artesanal.
-Es artesanal y los tiempos son algo muy importante en un restaurante. La gente no lo sabe o no lo entiende. No lo ve, pero el tiempo adentro de un restaurante es fundamental. En la cocina ni te digo. Una mesa de ocho personas: todos los platos tienen que salir al mismo tiempo. Pero uno pide pescado; aquel, una pasta; el otro come carne bien cocida. La carne bien cocida no va a tardar lo mismo que los ravioles. Los ravioles no van a tardar lo mismo que el pescado. Sin embargo, los cocineros se miran, se hablan. Y cuando sale, sale todo junto. Y cuando sale todo junto, el camarero tiene que estar del otro lado esperando los platos para llevarlos y que no se enfríen. Es un engranaje que debe funcionar bien, entre cocina y salón. Es algo que tiene que estar muy unido y fluir.

La Nación - Lifestyle - Terrazas y veredas: un poco de aire libre en el verano porteño

Terrazas y veredas: un poco de aire libre en el verano porteño

La Fuerza, además de mesas en la vereda suma una terraza

Se sabe: Buenos Aires es una jungla de cemento, donde los edificios ocupan el lugar de los árboles y los autos surcan los caminos urbanos. Por suerte, aún entre tanto edificios y asfalto es posible encontrar refugios: bares y restaurantes que permiten ver el cielo enmarcado de árboles y estrellas. Terrazas, veredas anchas, patios o jardines a modo de pequeños oasis ciudadanos. Beber allí una copa de vino, disfrutar una comida completa o de un aperitivo apenas atardece permite sentirnos por unos instantes en medio de las vacaciones. Aquí, un recorrido por novedades abiertas en 2019

Tomo 1

Tomo 1 es uno de los mejores restaurantes del país: comandado por Federico Fialayre, su cocina está en un gran momento de madurez. Pero el alto precio y ese aire de exclusividad convierten a este lugar en una figurita difícil. La novedad 2019 es que acaban de terminar su remodelación, sumando una gran terraza con vista al obelisco abierta solo de noche para tapeos. Tras incorporar un dispenser de vinos por copa, pueden ofrecer por ejemplo un Vive Rosé de Altavista por $200 (también una copa de Nicolás Catena 2015 a $2000), junto con cócteles (Maker's Manhattan, Ponche Mbaracuyá, entre otros) y tapas como croquetas de choclo, dumpling de camarones o gnocchi de sémola con bresaola ($300 cada tapa). Una manera distinta para ir a un lugar fantástico. En Carlos Pellegrini 521

La Fuerza

Protagonista de la revolución gastronómica de Chacarita, La Fuerza va por más, arrancando el 2020 con una flamante terraza desde donde ver por arriba a la Av. Dorrego. El plan es pedir un Rojo (uno de los vermús de la casa, a base de malbec, elaborado en Mendoza) con soda y un triolé con queso, muy buenas aceitunas y algún embutido; con esto alcanza para sentirse en modo vacaciones. Ni hablar si la elección son las papas fritas a caballo, que llevan directo a la infancia. En Av. Dorrego 1409

Amaro. Hnos

Una cerveza, un cóctel; una pizza hecha en un precioso horno Capelli alimentado a quebracho y espinillo hasta 450°C. Una amplia vereda de barrio y la gran sombra de un ceibo añoso. Todo esto ofrece Amaro Hnos., el proyecto familiar de dos hermanos en una esquina de Núñez. El lugar enciende el horno a la mañana y lo apaga con la última estrella. Lo mejor: ir al atardecer, cuando el bartender Alejandro Zielli prepara fantásticos Pimms Cups (trago veraniego a más no poder), para acompañar pizzas de papa y ricota o queso azul y calabaza, entre otras. En 11 de Septiembre 4202

Invernadero

Gin Tonics tirados y tapas sabrosas, en un ambiente glamoroso: así es Invernadero, el bar abierto en lo que supo ser el café Macedonio, conectado con la Plaza del Lector y la Biblioteca Nacional. El gin es elaborado por los hermanos Bruno y Franco Moretti (también hacen la tónica artesanal), y el toque especial lo suma Juani Calcaño, jefe de barra con muchísima experiencia: el Casa Tomada tiene pétalos de rosa y pepinos; el Juguete Rabioso lleva manzana verde, cardamomo y pimienta, entre muchas más opciones. Lo mejor: sentarse en su patio, al pie del imponente edificio diseñado por Clorindo Testa, Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga, con un copón en mano, picando unas croquetas de bechamel, parmesano y panceta. En Agüero 2502

Invernadero, un bar abierto donde el fuerte el es el gin tonic y las tapas
Invernadero, un bar abierto donde el fuerte el es el gin tonic y las tapas Crédito: Archivo

Surubí

Un poco de Paraná en el centro de Palermo. Eso es Surubí, la única propuesta hoy en Buenos Aires especializada en los pescados de los ríos mesopotámicos. Pacú, surubí, dorado, entre otros, preparados a la parrilla, a la pizza, en milanesa, con roquefort, al paquete, en chupín. Hay para todos los gustos, siguiendo tradiciones compartidas en el litoral argentino. El creador de esta casa es un santafesino que, viniendo mucho a Buenos Aires, extrañaba sus platos regionales y decidió hacerse cargo de esa falta. De noche, la terraza es perfecta para disfrutar unas empanadas de surubí y un escabeche junto a un buen vino blanco, y sentirse así a orillas del Paraná, con los pies casi tocando el agua. En Soler 4611

Gontran Cherrier

Con vista directa a Plaza Armenia, Gontran Cherrier es una de las muy buenas aperturas de 2019. Vereda grande, una terraza-balcón que se llena cada noche y una gran propuesta de panadería francesa, muy buen café y sándwiches para pasar desde el desayuno a la cena. Creada por un panadero francés (de nombre, claro, Gontran Cherrier, reconocido por sus libros de cocina y programas en TV), esta es la primera sucursal en Latinoamérica de una cadena con presencia en Asia, Europa, América y Australia. Mucha calidad en los ingredientes (incluso la harina y la manteca se importan desde Francia), gran técnica y una brioche de jamón y queso que es una delicia. En Malabia 1805

Revuelta

Un jardín con deck de madera, plantas y mucha luz en la zona fuerte del Palermo gastronómico. Revuelta es una gran novedad que dejó el fin de año, un restaurante delicado y delicioso, como parte del Hotel Own Gran Palermo Soho. Allí trabaja el cocinero Federico Nudelman, jugando con sabores del mundo bajo una mirada propia. Desde una lisa ahumada con mayonesa de lima, hinojos escabechados y ajo confitado hasta un fatay de cordero con yogurt y menta, pasando por una suerte de gefilte fish hecho con langostinos y una ensalada de pak choy, habas y pomelo. Creatividad, sabor, precios muy razonables. Y un jardín para descubrir. En Gurruchaga 2121

Francisca

Desde hace unos años, el paseo gastronómico frente al Rosedal es uno de los grandes puntos de encuentro a cielo abierto de la ciudad, con marcas reconocidas ofreciendo una cocina dirigida a familias y comensales jóvenes. Hamburguesas en Williamsburg, ahumados en Rock & Ribs, cervezas y música en Avant Garten son los highlights junto a Möoi, Santa Crepa y Starbucks, entre otros. La última novedad: Francisca. Estética de aires marroquíes con gran carpa en el exterior, un horno a leña y gas de donde salen ricas pizzas, mollejas de corazón y provoleta, entre más platos. La pizza de straciatella -la parte cremosa de la burrata- es el hit de la casa. Para beber, cervezas y cócteles. Un lugar aún de estreno con vista a los lagos de Palermo. En Av. Infanta Isabel 110

Enero


Enero, otra de las novedades del 2019
Enero, otra de las novedades del 2019

El nombre ya lo dice todo: Enero busca emular un espíritu vacacional y veraniego a ultranza. Y lo logra, especialmente en su enorme espacio al aire libre, frente al Río de la Plata, en la Costanera Norte (ahí nomás del aeropuerto Jorge Newbery). Menús de mediodías tranquilos a muy buen precio; noches largas y glamorosas que muchas veces se estiran en fiestas con DJ y champagne francés, un horno de barro de donde sale el ojo de bife de 650 gramos o el salmón con cous cous, entre muchas más opciones. Vinos, cócteles, y una ambientación que hace imaginar que uno está en algún parador canchero de José Ignacio. En Av. Rafael Obligado 7180

Trade

La terraza más espectacular de Buenos Aires la tiene Trade, el bar abierto en los últimos pisos del Comega, uno de los grandes edificios racionalistas de la historia porteña.


Con barra propia y una vista de casi 360° de la ciudad, Trade es uno de esos lugares que, sí o sí, hay que conocer al menos una vez. Indispensable para turistas que quedan maravillados de esa imagen aérea de la ciudad, pero también para locales que no estamos acostumbrados a observar a Buenos Aires desde tan arriba, todo el espacio está diseñado mirando hacia afuera. Dato no menor: los cócteles son deliciosos. En Av. Corrientes 222