lunes, 5 de junio de 2017

La Nación - Vida&Ocio - La verdadera historia de la milanesa: dónde nació y por qué la comemos tanto

La verdadera historia de la milanesa: dónde nació y por qué la comemos tanto

LA NACION
VIERNES 02 DE JUNIO DE 2017 • 17:55
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Dicen que nuestra comida autóctona es el locro o la carbonada, pero no, el verdadero plato con mayor popularidad de la Argentina es la milanesa. Milanesa con papas fritas, con puré, con ensalada, entre panes, con fideos, arroz y hasta en soledad. O que venga alguien a decirnos que prepara y come locro dos o tres veces por semana. No le vamos a creer. Y tenemos datos. Cuenta Federico Miro, Director de la Licenciatura en Gastronomía de la Fundación UADE, que según el Primer Mapa del Consumo de Carne Vacuna en la Argentina, una investigación que realizó Gallup para el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina, en los últimos años el consumo de milanesa alcanzó un promedio de tres veces por semana por persona.
Quizás sea el recuerdo sentimental de las milanesas y su vínculo con la niñez -las que preparaba una madre, una abuela o una tía, lo que las convierte en santas veneradas de las cocinas y comedores de los argentinos. Puede que los militantes del asado se ofendan, pero es que hasta si esa deliciosa carne vacuna apanada resulta más popular que todos los cortes sobre la parrilla. De acuerdo con el estudio mencionado por Miro, en nueve de cada diez hogares la carne se come en formato de milanesa al margen de las clases sociales y de las zonas geográficas.

¿Desde la Edad Media?

Acerca del origen histórico, no se registra ningún evento extraordinario relacionado con su creación sino que pareciera una forma de preparado de la carne que surge de forma natural. Casi como si el ser humano llegara al mundo con la capacidad innata de preparar el manjar de la milanesa, como si exageráramos y dijéramos que la receta de este plato es instintiva de la humanidad. "Un texto del siglo 18 de Pietro Verri, escritor y periodista italiano reconocido como un precursor del concepto de derechos humanos, cuenta que en pergaminos de la Edad Media aparecen descripciones de comidas que incluían carne con pan, aunque no queda claro a qué se refiere con pan si es rallado o como acompañamiento", detalla Carina Perticone, semióloga especializada en cultura alimentaria.
La rivalidad acerca del origen hoy se plantea entre Milán y Viena. "Muchas historias dicen que la cotoletta a la milanese es el principio remoto de nuestra milanesa, aunque elaborada con hueso y frita con manteca. Otros relatos también la vinculan con los escalopes vieneses que en preparación son más parecidos al plato que hoy comemos aquí en Argentina", explica Diego Parra, CEO de La Dorita Parrillas. El tema no es menor debido a que en la actualidad poseer la autoría de un plato se ha convertido en una herramienta económica. Perticone agrega que en este afán por mostrar a una determinada ciudad como la tierra natal de un plato se tienden a recrear realidades pasadas o a inventar relatos falsos. Por encima de todas las idas y vueltas respecto de su creación original, el especialista de la UADE pone el acento en el sabor y en los beneficios para entender el origen: "Cuando una carne se somete al calor de la fritura gana una superficie crocante mientras que, a la vez, queda tierna, sabrosa y jugosa por dentro. Así el empanado surge como una forma de proteger la acción del calor sobre las proteínas de la carne que, de otra manera, se quemarían y perjudicarían el aspecto nutricional del plato".
Las virtudes de los cortes locales y las distintas olas de inmigración terminaron por confirmar la gloria de una buena milanesa argentinahuevos, perejil, pan rallado y nalga, cuadril o peceto. Las recetas aquí van cambiando según las costumbres familiares. Hay quienes las rebozan primero en harina y luego en pan, también están los que hacen dos pasadas por el pan rallado y algunos otros que condimentan los huevos con perejil, queso o provenzal. Son gustos y tradiciones.
De lo que nadie tiene dudas es de que se trata del plato más auténtico de la cocina argentina, el que mejor nos describe en términos gastronómicos. Y no sólo eso, sino que para la mayoría de cada uno de nosotros no hay como las milanesas de alguien en particular -una madre, una abuela, un padre-, esas que nos reconfortan el estómago y el corazón y que nos traen casi siempre una estela de recuerdos con los cinco sentidos: una textura crocante, el tono brillante del pan rallado y el aceite, un aroma que se huele desde la puerta de entrada a casa, el sonido de la fritura sobre la sartén y el sabor incomparable de la combinación de los ingredientes con el tipo de preparación que nos pasean por lugares remotos de la memoria para emocionarnos el alma.

Cómo la comemos ahora

Como nos encantan las tendencias también las incluimos. Las milanesas, aunque siempre serán un clásico del corazón también, hoy son más preparadas por el carnicero de confianza del barrio o directamente compradas en la sección de congelados del supermercado. "Proliferan las ofertas de milanesas en carnicerías, supermercados y algunas marcas de producción de alimentos industriales ya las venden como una variante más a la hora de elegir qué comer", explica Miro.
Respecto de la gastronomía en restaurantes, Diego Parra de La Dorita señala que la tendencia "es tratar a la milanesa como a un pan de pizza y ofrecer diferentes toppings para hacer distintas versiones".
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La milanesa en los libros

"La denominación a la milanese se refiere a una preparación, no un sustantivo. Cuando el plato comienza a popularizarse en nuestro país la palabra milanesa deja de ser modificador para convertirse en sustantivo", señala Perticone. La semióloga especializada en cultura alimentaria da cuenta del consumo en la Argentina a través de un recorrido literario:
1890. La perfecta cocinera argentina de Teófila Benavento seudónimo de Susana Torres de Castex. Aquí todavía no aparece la receta.
1890. La cocina ecléctica de Juana Manuela Gorriti. Aquí se hace mención de algo parecido a la milanesa, pero que no la reemplaza.
En la octava edición aparecida en 1914 de El libro de Cocina de Francisco Figueredo aparece por primera vez el término milanesa pero en condición de modificador y no de sustantivo. Son dos recetas. La primera se llama Costillas a la milanesa. Entre los pasos de la preparación se menciona pasar a la carne por cebolla y perejil antes de incorporarla en el huevo batido. La segunda son los Escalopes de ternera a la milanesa en la que el rebozado se hace doble con queso rallado y luego se fríe en manteca. No se sabe si en la primera edición del libro se encuentran estas dos recetas.
En una edición de 1924 de otro libro de Francisco Figueredo, La cocina y la pastelería de América, trae la receta de los Bifes a la milanesa.
1926. El frigorífico La Negra publica un libro de cocina donde aparecen los Bifes de la milanesa y el Mondongo a la milanesa. La edición de este texto da cuenta de la popularización creciente del plato.
En 1935, el chef italiano radicado en la Argentina, Carlos Spriano, publica El arte culinario. Tratado de cocina universal. Allí se pueden encontrar las chuletas a la milanesa que vienen acompañadas con pasta hervida, trufa blanca y parmesano.
En la edición de 1950 del libro de cocina de Doña Petrona, publicado por primera vez en 1934, aparece la receta de las Milanesas, así, como sustantivo.

Clarín - Sociedad - Giovanini, el chef argentino que seduce con sus platos a orillas del Mediterráneo

Giovanini, el chef argentino que seduce con sus platos a orillas del Mediterráneo

Cordobés de pura cepa, se transformó en una referencia de la cocina de autor y ya recibió una estrella Michelin.
Giovanini, el chef argentino que seduce con sus platos a orillas del Mediterráneo
¿Quién es Mauricio Giovanini? Las respuestas, en un juego de asociación libre, son varias. No estaría mal decir que es un cordobés que se afincó hace 15 años en España. También sería correcto afirmar que es un fanático de Instituto que, para no extrañar a La Gloria, se hace escapadas para ver a Lionel Messi y compañía en el Camp Nou. Y tampoco sería erróneo afirmar que es un ex estudiante de abogacía que la rompe en la cocina. Todo eso estaría bien, pero falta lo más importante: Giovanini, a los 47 años, es uno de los cinco chefs argentinos que consiguió al menos una estrella Michelin. La obtuvo hace dos años, después de un largo recorrido al frente de Messina, un exclusivo restaurante para 30 cubiertos que se erige en Marbella, sobre la costa del Mar Mediterráneo.

¿Cuál es la mejor empanada criolla?

De hacer malfattis y otras recetas sencillas, Giovanini se convirtió en una referencia de la cocina de autor. Pero no todo fue fácil. De chico, jamás imaginó que la gastronomía sería su profesión. “Empecé a estudiar abogacía. Mi padre (Juan José) era escribano y, en teoría, seguiría sus pasos. Pero en tercer año abandoné la carrera: me costó seis meses tomar coraje y decirle a mi viejo. Cuando se lo conté casi me mata y más aún cuando le dije que estudiaría cocina. Finalmente lo comprendió y me dio su apoyo. Calculo que hoy estaría feliz”, le cuenta Giovanini a Clarín en Málaga, donde participó junto con otros chefs de nuestro país del Festival Internacional de Gastronomía que tuvo a la Argentina como país invitado.
Giovanini, el chef argentino que seduce con sus platos a orillas del Mediterráneo
El salón de Messina tiene lugar para 30 cubiertos. Está en la calle principal de Marbella, a metros del mar Mediterráneo.
Giovanini había comenzado con un pequeño restaurante en Córdoba, que también se llamaba Messina (“Es en homenaje a la tierra natal de mis abuelos”, cuenta), pero la crisis de 2001, con el fin de la convertibilidad y la trampa del corralito, lo terminó expulsando de la Argentina. Al año siguiente viajó a España para aceptar un puesto como jefe de cocina. Antes de subirse al avión, se casó con María Pía Ninci –tienen tres hijos: Tiago (10), Luz (7), y Emilia (1)- y se lanzó a una aventura que terminó siendo el prólogo de un cuento de hadas de la gastronomía.
-¿Qué sentiste cuando te distinguieron con la estrella Michelin?
-Para mí fue como si me hubiesen dado un Oscar para la cocina. La exigencia es altísima. Si bien uno no piensa todo el tiempo en la estrella, hay un punto en el que cruzás la raya y la tenés o te quedás a mitad de camino y tenés un gran restaurante pero sin ese reconocimiento. Entonces vivís el peor de los momentos. Porque esos últimos dos o tres años son los peores. Para eso hay que invertir mucho dentro del negocio. Muchísimo. Yo me endeudé. No fue en busca de la estrella, sino en busca de un reconocimiento final. Una vez que se da, la historia cambia. Ya pasa a ser otro mundo. No sólo lo de los clientes, ya que aumenta la facturación, sino la aparición de marcas, sponsors, eventos, asesoramientos... Deja de ser ese negocio de 10 años que parecía que nunca iba a dar dinero y que todo el mundo te decía que tenías que dejar para dedicarte a otra cosa.
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Para llegar hay que invertir mucho. Yo me endeudé. No fue en busca de la estrella, sino en busca de un reconocimiento final.
-¿Y ahora?
-Ahora el objetivo es defenderla, mantenerla en la nueva guía. Este 2017 ya se presentó un inspector, que incluso se dio a conocer, algo que no suelen hacer. La verdad no sé por qué a veces lo hacen y a veces no. Me hicieron preguntas porque surgió esta historia de Molvento, un proyecto que tenemos en Córdoba, y me llamaron por teléfono para saber si me iba o no de Marbella. Les dije rotundamente que no. Una cosa es hacer un asesoramiento en tu país y otra es volverte a vivir. Eso fue por teléfono. Cuando se presentó este inspector, hace unos meses, me preguntó de nuevo. Para ellos sería grave renovar la estrella y que, sin avisar, a los dos meses cierres el negocio. Es dar una información incorrecta y para ellos es terrible. Su reputación empieza a tener problemas.
Giovanini, el chef argentino que seduce con sus platos a orillas del Mediterráneo
Mauricio Giovanini junto a Guido Tassi, Germán Martitegui, Soledad Nardelli y Javier Rodríguez, los chefs argentinos que mostraron la gastronomía en el Festival Internacional de Málaga. Prensa Ministerio de Turismo.
-¿Qué responsabilidad implica tener la estrella Michelín?
-Lo primero que hay que hacer es mantener el staff (en Messina trabajan apenas 12 personas, incluidos él y su esposa, que es la jefa de salón). Intento que nunca se vaya alguien y eso a veces te juega una mala pasada como tener que dar aumentos de sueldos y cosas así (risas). La gente tiene derecho a ganar dinero. Por eso, mis sueldos siempre fueron a más y eso hace que la inversión anual siempre sea más alta. También hay que buscar un punto más en la vajilla y, sobre todo, a nivel gastronómico. Porque Michelin tiene restaurantes con estrella que son alucinantes y otros que son mucho más sencillos. Un amigo tiene un restaurante para 14 personas, muy pequeño el lugar. Y ellos adjudican a la cocina el elemento fundamental. Puede ser un gran lugar, pero si no se come bien no hay una estrella. Entonces, claro, esa presión está en renovarte a nivel culinario, aportar una idea al mundo de la gastronomía y, sobre todo, mantener una regularidad.
-¿Cómo fue tu recorrido desde que dejaste la Argentina?
-Siempre estuve en Marbella, desde el primer día. En esa época se empezaba a hablar de Berasategui, Arzak y Andoni. Y también de Ferran Adrià, que no se conocía tanto en la Argentina como los otros. Nos fuimos con mi mujer porque en Córdoba veíamos difícil el crecimiento, sobre todo hace 15 años. Me vine por seis meses y al final me enamoré de un localcito que vi en el casco antiguo. Lo vi muy barato y lo puse. Ahí hacíamos pasta, que es lo que hacen muchos cocineros argentinos. Entonces, tuve la suerte de conocer a Ferran y me metí a full con unos seminarios que daba una vez al año: nos instalamos tres semanas a full con todo el equipo. Eso nos abrió la cabeza. Ahí comenzó una evolución que empezó con chanchadas, porque cuando vos tenés influencia de otro tan grande empezás haciendo chanchadas. Una vez, por ejemplo, un cliente me dijo: “¿Y esto… ‘Ojo de besugo’, qué significa?” Era un esférico relleno, en la época de los esféricos, diez años atrás. Esas situaciones te hacen mejor cocinero porque te sirven para reaccionar, corregir y mejorar. Acá los andaluces son graciosos, por suerte, y se lo toman con humor.
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Me ayuda la tendencia a ser un tipo optimista y luchador. Eso viene del ADN argentino. No me rindo. Siempre le doy para adelante.
-¿Qué es lo que más te molesta a la hora de hacer tu trabajo?
-Odio improvisar. En la cocina hay que planificar todo porque un error termina saliendo carísimo. La gente va con una expectativa y no podés depender de un momento de inspiración para solucionar un problema. Sí me ayuda la tendencia a ser un tipo optimista y luchador. Eso viene del ADN argentino, de la cultura de “lo atamos con alambre”. No me rindo. Se rompió algo y siempre le doy para adelante.

Otro mate para conquistar el mundo

-¿Qué es lo peor que te puede pasar en la cocina?
-Quedarte sin fuego o sin luz. Me pasó una vez de quedarme sin luz, pero por suerte tenía gas así que cocinamos lo que pudimos. Pero esa situación te estresa mucho. La gente no te va a decir nada, pero hay algunos que viajan desde muy lejos, de otros países o de otras ciudades, para ir a comer a tu restaurante y medio que le arruinás la noche. Otra cosa terrible puede ser que se te intoxique un cliente.
-¿Y qué pasa cuando falta o falla un ingrediente?
-Eso suele suceder. No porque haya un ingrediente malo, sino porque tal vez ese ingrediente esa noche no está. En mi menú, el 80 por ciento son pescados. Y el pescado se pesca (tiene un barco que desde hace 8 años pesca para él). Si no hay, no hay. La cocina creativa te lleva a eso. El cliente, por suerte, siempre se adapta. A un cliente vos le podés decir ‘no tengo salmonete (las trillas en Argentina), tengo tal pescado’ y el tipo generalmente accede y dice ‘bueno, vamos a probarlo’. No es grave que eso nos pase. Un ingrediente que falta te lleva a crear alguna otra cosa. Un problema real es un problema humano: si te falla un empleado, si un cliente tenía demasiada expectativa o si un cliente no tenía idea de dónde se metió.
Cómo es Messina
¿Qué se come en Messina? La definición de las guías habla de “cocina de autor ítalo-mediterránea creativa”. En la carta abundan los pescados, pero también suele mechar los platos con algunos toques de recetas autóctonas argentinas.. Giovanini define a su cocina como “tecnológica”: cuenta con equipos para cocinar al vacío, para acelerar los procesos de deshidratación y para hacer helados. También maneja una celebrada técnica que aprovecha los jugos de cocción para elaborar emulsiones. El precio promedio de un platos es de 55 euros.
Emprendimiento en Córdoba
“Estoy asesorando un proyecto en Córdoba, en el Valle de Calamuchita, que se llama Molvento. Es una urbanización y va a tener unos 11 polos gastronómicos y un hotel boutique. Está entre Villa General Belgrano y el Dique Los Molinos””, cuenta entusiasmado Giovanini. Y agrega: “Es un lugar hermoso y calculo que para 2019 estará en marcha. Yo soy el asesor gastronómico. Además de los restaurantes, habrá una fábrica de helados, una bombonería, un ahumadero. Y también, si se puede, intentaremos poner un Messina”.

La Nación - Vida&Ocio - Un tour de force gastronómico en el fin del mundo

Un tour de force gastronómico en el fin del mundo

Probar todas las variantes de centolla, merluza negra, cordero y otros manjares de Ushuaia es la excusa perfecta para un viaje de amigos

El cartel lo advierte: son 5171 kilómetros hasta La Quiaca, al norte de la Argentina. Otro cartel triplica la apuesta: 17.848 hasta Alaska, en el otro extremo del continente americano. Estoy en el llamado fin del mundo, en Ushuaia, la ciudad más austral del planeta. Mis compañeros de viaje representan a algunos de los mejores restaurantes del país.
Del emblemático Oviedo, está Emilio Garip, siempre un caballero; también Pedro Picciau, representando el rincón italiano de Italpast; vinieron Gabriel Oggero, de Crizia, y Federico Fialayre, de Tomo 1. Juntos, recorrimos media argentina, invitados por nuestro anfitrión, Ernesto Vivian, fundador del famoso restaurante fueguino Kaupé, precioso lugar instalado en la parte alta de la ciudad. Es una reunión de amigos, mejor dicho, de amigos cocineros, y el grupo suma pronto a los locales Emmanuel Herbin (de Chez Manu) y Lino Adilon (de Volver). De Mendoza, llega Mariano Di Paola, el famoso enólogo que elabora los vinos de Rutini desde hace más de 20 años.
¿El objetivo del viaje? Recorrer la gastronomía de Ushuaia a través de algunos de sus productos más representativos. Por tres días, en nuestros platos desfilarán centollas, merluzas negras, corderos, vieiras, erizos, mejillones y truchas, entre otros.
"A la centolla le gusta la carne de caballo. Pero el cebo puede ser también a base de otras carnes", cuenta Vivian, mientras explica cómo los pescadores colocan trampas a lo largo del canal Beagle para obtener estos crustáceos considerados como uno de los grandes manjares del mundo, competencia directa (y ganadora) de langostas y cangrejos de otros lados del orbe. La centolla, con su caparazón rojo repleto de púas que lastiman fácil la piel, es un símbolo de la cocina marítima de Tierra del Fuego. Difícil de conseguir en Buenos Aires (hubo varios intentos de llevarla entera y fresca, pero dificultades en la logística y en el sistema tributario exclusivo de la isla lo hicieron por ahora impracticable), en estas latitudes es parte del menú de la mayoría de los restaurantes, sea en empanadas, en ensaladas, como relleno de pastas o, lo mejor y más simple, servida al natural, tras apenas un hervor que permita reconocer su sabor único. Nuestra primera centolla la probamos en Chez Manu, restaurante ubicado en el camino al glaciar Martial, un espacio con grandes ventanales que permiten ver la ciudad desde arriba, y con una pecera -replicada en miles de fotos en Instagram por turistas de todo el mundo- en la que cuatro centollas se mueven de manera hipnótica. Siendo uno de los pioneros gastronómicos de Ushuaia, Emmanuel mantiene la pasión por la cocina, donde toma técnicas francesas, productos locales y una visión propia para pensar platos delicados y deliciosos. Para esta noche, pensó un menú por fuera de carta, una ofrenda a sus amigos cocineros. La centolla llega como primer paso, servida al natural y también en un picadillo con aires a tartare. Le sigue el mejor plato de la noche, una crema de erizo servida en la propia concha, un sabor único e intenso que llega domado por la crema, y que se acompaña de un pincho de cojinoba ahumada, un pequeño y sabroso pescado típico de estas frías aguas magallánicas. Para terminar, salen de la cocina dos truchas salvajes de unos cuatro kilos cada una, pescadas a mosca y cocinadas en una costra de sal fina, clara de huevo y hierbas, que las envuelve y evita que se sequen dentro del calor del horno.
"El producto que más se consume acá es el cordero", dice Vivian, un anfitrión perfecto durante estos días, que nos llevará de un restaurante a otro, nos contará de la economía de la isla, de las costumbres locales, de los cambios que se vivieron durante las últimas décadas y de los cambios que todavía deberían ocurrir. "El cordero fueguino, de menos de 10 kilos, es distinto al del resto de la Patagonia. Por las pasturas, por la cercanía del mar, es especialmente rico, tiene poca grasa, la carne es delicada. Pero en Kaupé no lo preparamos. Es que, con la vista que tenemos del Beagle, preferimos ocuparnos de los productos del mar. Y hay muchos lugares donde se lo prepara de múltiples maneras. En esto soy tradicional: me gusta al asador". Y es al asador como lo hacen en Haruwen, un complejo turístico sobre la ruta 3, a 36 kilómetros de Ushuaia, en un bosque donde abundan los castores y las turberas (la obtención de turba, un abono ecológico). Haruwen es manejado por un juvenil Damián Muriel, que además es coleccionista de objetos antiguos que se ven desparramamos en este restaurante, desde juguetes mecánicos a máquinas de escribir o carteles desvencijados. En un asador, los corderos toman color y textura, gotean su grasa sobre las brasas que les devuelven aromas carnívoros en forma de humo. Mientras, Damián cuenta de la zona y promete, al terminar el almuerzo, llevarme en su cuatriciclo a recorrer las turberas. Así, me permite pisar esa superficie esponjosa de turba, tan extraña al tacto, donde el pie se hunde, sin mojarse.
Queda todavía mucho por probar y por repetir. En el hotel Los Cauquenes probaremos más cordero y centolla, además de una sopa de mariscos fantástica. En Volver, uno de esos inolvidables lugares que no se puede -no se debe- dejar de visitar en Ushuaia, con Lino como anfitrión habrá una gran centolla entera de cuatro kilos, cocinada en vivo y en directo delante de nuestros ojos, para partir sus pinzas en la misma mesa y comerla con la mano, de manera algo primitiva y, por eso, tan seductora.
Pero hay que guardar fuerzas para la gran cena en Kaupé, el restaurante de Vivian. Empezamos por la bebida: de su bodega personal, nuestro anfitrión eligió botellas pensadas para cada plato, en una degustación vertical de Felipe Rutini. Descorchamos etiquetas únicas, desde el Felipe Rutini 1994 y 1996 hasta cosechas bien recientes, la 2012 y 2013, que aún no están a la venta, y que fueron traídas por su propio hacedor, Mariano Di Paola, junto a un perfecto Antología blanco, corte a base de Chardonnay, Semillón y Gewurztraminer.
La cena incluye varios pasos, y se suman los cocineros invitados para ofrecer ellos también algunas de sus preparaciones. Gabriel Oggero hace unas croquetas de centollón (similar a la centolla, más pequeña en tamaño e intensa en sabor) que son exquisitas. Federico Fialayre apuesta a un chupe de camarones, picante y sabroso, ideal para el clima patagónico. Pedro Picciau trajo en el avión su masa de lasagna, con temor a que se la confisquen, lo que por suerte -para nosotros- no sucedió. Y Ernesto Vivian completa el menú con centolla al natural, con ceviche de cojinoba, con un pulpo (en este caso, importado, si bien a veces se consigue uno local) perfecto. Y con dos grandes estrellas de la noche: las vieiras de alta mar, las mejores que probé en mi vida, de textura suave pero resistente, sabor delicado y aroma a mar. Y la merluza negra, ese pescado de carne blanca y sabor largo, que prepara con simpleza, al horno, sin esconder nada, tan sólo quitando la piel para que no sea grasoso. "Estas merluzas se pescan para el lado de las islas Malvinas, en grandes barcos, que salen por un mes entero, por eso se congelan siempre a bordo. Las que compro tienen que pesar al menos diez kilos ya limpias, sin cabeza ni cola, son peces de 18 a 20 kilos. Muchas se pescan con red, a 700 metros de profundidad, pero estas se hacen con palangre, unas líneas boyadas de anzuelos de tres o cuatro kilómetros de largo, con carnada de calamar entero, que se dejan dos o tres días bajo el mar".
Pienso: 2000 metros bajo las aguas en el extremo sur del mundo. Imagino lo que debe ser vivir allá abajo. Oscuro y frío, tan cerca de los hielos antárticos. Esas merluzas grandes, que pueden llegar a los 200 kilos y dos metros de largo, que se pescan y se exportan a los mercados más exclusivos del mundo. Ese pescado que luego se sirve en menús de lujo en Japón, pero que acá donde amarran los barcos pesqueros, tiene un sabor aún más rico. El sabor de ser parte del ADN de esta tierra. De esta Tierra del Fuego.

El misterio de la centolla

Es el producto de mar más típico de la isla de Ushuaia, pero por razones de transporte y aduaneras es casi imposible encontrarlo en otras partes del país. Se la obtiene con trampas en el canal de Beagle.

Planeta Joy - Beber - Goth Latte: café negro, realmente negro

Goth Latte: café negro, realmente negro

Sí, una nueva rara tendencia foodie que pulula por redes sociales. ¿El por qué del color? La infusión lleva un toque de carbón activado.

El goth latte, o café gótico en castellano, es la última loca tendencia gastronómica que se popularizó a través de Instagram. Después de las infusiones de colores o arcoiris, se impuso el negro.
La particularidad de este café es que lleva carbón activado, una sustancia que se utiliza en la medicina para tratar envenenamientos y sobredosis por ingestión oral. En los últimos tiempos, ingresó al panteón del mundo saludable y se lo consume por sus supuestos beneficios purificantes.

Es goth latte ya se encuentra en cafeterías de Australia, Reino Unido y Japón. Y sí, en Instagram bajo la etiqueta gothlatte.

¿Lo tomarías?

La Nación - Vida&Ocio - Gastón Riveira: wagyu, pura tierra

Gastón Riveira: wagyu, pura tierra

La raza bovina originaria de Japón concentra alto porcentaje de grasa infiltrada en la carne, lo que convierte cada bocado en una experiencia única. Para carnívoros y curiosos
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LA NACION
DOMINGO 04 DE JUNIO DE 2017
Foto: Rodrigo Ruiz Ciancia
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Blanquísima, la grasa se mezcla entre las fibras de la carne roja formando una trama. Gastón Riveira -chef y dueño de La Cabrera- sigue el diseño caprichoso con su dedo índice: "¿Ves el marmoleado de la grasa? Éste es el secreto de la carne de Wagyu. Esta grasa, que se funde a una temperatura muy baja, alrededor de los 27 °C, hace que el bocado final tenga una textura muy cremosa; se deshace en la boca. Tiene un sabor intenso con un dejo dulce y cuando hincás el diente se siente distinto de otras razas como un Angus o un Hereford. El Wagyu es pura ternura, por eso se la considera una de las más codiciadas del mundo".
Mientras, controla la temperatura de la parrilla y que el ojo de bife Wagyu esté refrigerado. Deja que el calor de las brasas hagan su trabajo y cuando la pieza alcanza los 45°C en el centro, la sirve con orgullo sobre un trozo de sal. "El marmoleo se aprecia mejor en el ojo de bife o en el bife de chorizo, por eso prefiero esos cortes. Y el punto de cocción para mí debe ser jugoso", dice y corta con precisión bocados que comparte con toda la mesa. Escalonados, se suceden los ¡mmm!
Wagyu ("Wa" significa "japonés" y "gyu" "ganado") es una raza bovina de Japón. Aquí se la conoció como Kobe; aunque es un error, ya que éste es el nombre de una de las provincias donde se cría esta raza (de la que existen distintas líneas de sangre). Originalmente, el Wagyu se importó a Japón desde Asia para proveer fuerza de trabajo para el cultivo de la tierra. En 1910 el gobierno japonés prohibió los cruzamientos con el ganado Wagyu, para mantenerlo en estado puro.
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A la Argentina llegó gracias a Luis Barcos, veterinario rural con amplia experiencia en reproducción y manejo de ganado y, en su momento, presidente del Senasa. "Hice un viaje a Japón en 1998 por cuestiones comerciales. Me mostraron cortes de Wagyu en una carnicería como si fuera una joya. La traductora me dijo que el kilo costaba U$S 800. Tuve que pedirle que me repita el precio, pensé que era un error. Vi cómo lo hacían y cuando regresé pensé que en el futuro podría encarar el proyecto de criar Wagyu en el país. Así, trajimos 34 embriones en 2002; al año nacieron los primeros 17 terneros. Recién pudimos evaluar la segunda tanda: medimos la grasa y ajustamos el sistema de crianza, que es distinto de Japón. Allá se crían en galpón de 3 o 4 animales, acá se engordan con grano, pero libres, no bajo galpón. Se van a cumplir 13 años desde entonces, ya vendemos a más de 40 restaurantes, exportamos a Italia, a China, Francia y Brasil. Se consumen los cortes tradicionales, pero creo que hay muchos que todavía no se utilizan como el vacío medialuna, la marucha, el cordón de lomo, que tienen actitud para la alta cocina. Nunca reemplazará a la carne argentina, pero la tendencia de crecimiento en el consumo es clara. La primera producción fue con cruza con Aberdeen Angus, hoy mis animales son 100 % puros."
Con el tiempo, la genética viajó a distintos lugares del globo, aunque el gobierno japonés otorga un sello oficial Wagyu exclusivamente a los animales nacidos, criados y sacrificados en el país. La calidad de la carne depende de distintas variables: el rendimiento cárnico (la proporción de cortes aprovechables de cada animal) y el marmoleado: la cantidad de grasa infiltrada que presenta la carne, es decir, el veteado que se clasifica en el ranking BMS (Beef Marbling Standard) y va del 12 al 1, adjudicando 12 a la carne con más veta. "En la Argentina hoy estamos en un marmoleo 7, un número alto que indica una gran calidad de la carne. Yo maduro los cortes que uso 12 días; es el período en el que concentran mejor su sabor y se obtiene más terneza", dice Gastón Riveira, mientras acomoda las ya clásicas guarniciones que acompañan a la carne en su restaurante.
En 2017, La Cabrera cumple 15 años y como la carne Wagyu, su curva de logros también asciende: Riveira cuenta con dos locales en Buenos Aires (José. A. Cabrera 5099 y 5127); abrió siete en ciudades de otros países (Manila, Río de Janeiro, Lima, México, Santa Cruz de la Sierra y Asunción del Paraguay), y proyecta su expansión con futuras aperturas. "Mi sueño es que haya una Cabrera en cada capital del mundo para seguir difundiendo las maravillas de la carne argentina", dice en serio. Como siempre hizo, selecciona en persona los novillos para su restaurante, elige los distintos productos que proveen su cocina, se esmera en el servicio y está atento a cada detalle. Por cuatro años consecutivos figura entre los 50 mejores restaurantes de América latina.
¿Qué les decís a los que opinan que no era necesario traer Wagyu al país de la carne?
Que abran sus cabezas y sus paladares. Para mí el Wagyu tiene un desarrollo genético superior a un Angus. Y me parece bien que la Argentina, que es un país de carne, también lo produzca. Estados Unidos, Australia, Chile... Todos tienen. ¿Por qué nosotros no? Creo que es una de las mejores carnes del mundo.
Foto: Rodrigo Ruiz Ciancia
Hace 15 años creaste un nuevo concepto en carne. ¿Cómo evolucionó?
El paladar no cambió, nacimos comiendo asado y eso seguirá. Creo que se fue enriqueciendo, la gente se fue animando a tener más experiencias. Muchos piden un bife de Angus, uno Wagyu y uno madurado. Están abiertos a compartir y comparar. Y así vamos aprendiendo, disfrutando.
¿Hacia dónde va la carne argentina?
Yo creo que es extraordinaria. En el futuro debemos establecer una relación más cercana entre el productor y el consumidor final. Que sea posible certificar la trazabilidad: qué comió el animal, cómo se crio, cuándo se faenó. Toda esa info debe llegar al comensal. El mercado está enfocado en la rentabilidad, el productor está lejos del plato todavía, hay que modificar eso. Pero lo lograremos.