lunes, 21 de noviembre de 2016

La Nación - Vida & Ocio - La comida callejera se renueva

La comida callejera se renueva

Lejos del estereotipo, abrieron nuevos lugares donde comer un choripán puede transformarse en una experiencia gourmet; ¿lo importante?: que sea muy rico
PARA LA NACION
SÁBADO 19 DE NOVIEMBRE DE 2016
Martín Szekely (segundo desde la izq.) y sus amigos en Chori, un culto al choripán en todas sus formas
Martín Szekely (segundo desde la izq.) y sus amigos en Chori, un culto al choripán en todas sus formas. Foto: Victoria Gesualdi/AFV
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"Habíamos oído hablar del lugar, pero ésta es la primera vez que venimos", cuenta Martín Szekely, sentado en una de las mesas altas de Chori, el pequeño lugar de Palermo que homenajea al sándwich emblema de la tradición parrillera argentina, el choripán. "Nos encantó, cada uno eligió un choripán distinto, el ahumado, el de cordero, el picante... Estamos hablando de un ícono argentino, de la cancha, pero es genial poder sentarte en un lugar así, donde hay distintos choris, y hay también cerveza artesanal tirada. Una vuelta de rosca muy piola", se entusiasma.
La reciente apertura de Chori no es casual, sino que se inscribe dentro de una lógica gastronómica bien contemporánea, donde los platos callejeros cobraron notoriedad, sea a través de restaurantes especializados, food trucks, puestos en ferias o en mercados. La lista de platos es tan inabarcable como tentadora. Sándwich de milanesa de búfalo. Pescado frito con mandioca. Pakoras indias y pollo frito. Crab Cakes de langostinos empanados en panka. Yakitoris de piel de pollo. Hot dog casero con chucrut, pepinos y relish. Arepa venezolana con huevo a 63°. Empanadas de espárragos, panceta y provoleta. Kipe israelí con papas fritas, tacos de pollo marinado en naranja con rabanito, pepino, choclo y cilantro. Todos platos bien distintos entre sí, apelando a tradiciones y geografías varias de este mundo. Y todos atravesados por una idea en común: son versiones de platos típicos que se encuentran en las calles, comidas que hacen a la trama cultural, económica, social y gastronómica de cada país. Preparaciones simples y rápidas, que gustan sin distinción de edad o clase social. Es la cocina callejera, que destrona el despectivo mote de fast food con propuestas repletas de identidad. Mientras termina su choripán y posa para la foto, Martín cuenta que él mismo elabora una cerveza artesanal, Abrazo de Oso, algo que comenzó como hobby y que hoy muestra sus primeros pasos comerciales. "Me parece que esto de la cocina al paso arrancó con las hamburguesas y hoy se abrió a muchas más comidas. Pero en esencia se trata siempre de platos simples, muy gustosos y ricos. No sé, tal vez nos hartamos de la cocina de autor compleja y difícil. Creo que es una moda, pero está buenísima", afirma.
Agustín y Julieta en Los Infernales, un local de "carnes argentinas al paso"
Agustín y Julieta en Los Infernales, un local de "carnes argentinas al paso". Foto: Fernando Massobrio
Muchos tienden a igualar la cocina callejera con el fast food, ya que ambos comparten características comunes, de una política de precios accesible a tiempos de comer breves. Pero para otros son dos conceptos opuestos, ya que el fast food es una idea relativamente nueva en la historia de la gastronomía e involucra procesos industriales y un objetivo claramente "mercantilista": satisfacer una demanda de manera rápida y económica.
"La cocina callejera, en cambio, existe desde siempre, representa el consumo popular, es una expresión cultural relacionada con los espacios públicos; una cocina casera, alejada de lo industrial", explica Mariana Hernández, quien junto a Claudio Gómez (ambos, cocineros) y Federico Zapata (sociólogo) crearon Los Infernales, una de las más interesantes propuestas de "carnes argentinas al paso", con una mirada propia sobre el territorio de este país. En un pequeño local de San Telmo, sirven desde hamburguesas de pato con provoleta, barbacoa de hongos, kimchi de repollo y portobellos grillados al choripán de ñandú, uno de los best sellers de la casa.
Diego "Tatu" Rizzi conoció la India y el sudeste asiático, y se enamoró de una cocina repleta de sabores especiados y aromas fragantes. Con ese paladar a cuestas, abrió hace una semana Opio, definido como un gastropub de street asian food. "El auge de las cocinas callejeras viene de los Estados Unidos, del gastropub, un tipo de lugar que suele tener a los propios dueños en los fuegos, donde se prioriza una cocina simple pero con calidad, precios accesibles y un contexto relajado". En sus viajes, Tatu admite que se sentó muy pocas veces a comer en restaurantes tradicionales: lo mejor que probó fue en la calle, en puestos informales, sean sopas, fideos, curries o diversos fritos. "Mucha gente quiere probar algo distinto, pero salir a comer es caro. Acá, por $130, pedís un Banh Mi, sándwich vietnamita con albóndigas de cerdo, cilantro, cebolla roja, pickle de zanahoria, salsa de pescado", dice.
Opio, abierto hace dos semanas, es un gastropub de street asian food
Opio, abierto hace dos semanas, es un gastropub de street asian food. Foto: Paula Salischiker

Un tema de identidad

En medio de una epidemia de hamburgueserías, la cocina callejera amplía su universo apostando a una identidad potente, que puede anclar en cualquier región del mundo. No se trata de repetir un único concepto, sino de encontrar el camino propio. Puede ser la cocina callejera judía y de Medio Oriente de Benaim o la especialización en hot dogs caseros que hizo uno de los pioneros en todo esto, el chef Máximo Togni, con Dogg. Recuperar el sándwich más emblemático que tiene la Argentina, como lo hace Chori, o recorrer los sabores de Latinoamérica en Kombinaciones. Tomar la apuesta de Big Sur por sabores de la granja y productos orgánicos o sacar tacos al por mayor desde La fábrica del taco. Ofrecer empanadas, shawarmas y hamburguesas ultra hot por los expats del recién mudado El banco rojo o dejarse sorprender por las más de 15 variedades de yakitoris a las brasas (borchettes japonesas) que preparan cada noche en Tori Tori .
"Hicimos Chori porque creíamos que era algo que le faltaba a Buenos Aires, una respuesta a las hamburgueserías, pero también una manera de revalorizar un emblema de este país. Nos dedicamos a un único producto, algo arriesgado, pero si lo tratás bien y con inteligencia, podés ofrecer gustos bien distintos", cuenta Pedro Peña, uno de los creadores de este lugar que ya es parte del mapa ineludible de la gastronomía local, con sus diversos tipos de choris: los hay picantes, ahumados, clásicos o de cordero. Y, además, reciben choripanes de otros restaurantes y chefs, a modo de invitados: por ejemplo, a partir de noviembre, será el turno del chorifish de lenguado de la cevichería La Mar.
El fenómeno de la cocina callejera se apoya no sólo en propuestas novedosas y sabores intensos, sino también en una respuesta masiva de los consumidores, que llenan los lugares agradeciendo tanto la novedad como el costo en los bolsillos. "Comés algo distinto y especial por menos de $200. Probá este pancho, está buenísimo. Si voy a un restaurante, gasto al menos el doble", explica Martín Botto, sentado junto a unos amigos en el local que Dogg abrió hace poco en el Barrio Chino de Belgrano. "Cuando empecé con Dogg hace tres años, no había tantas propuestas, apenas algunas pocas hamburgueserías. Este tipo de cocinas te desafían, te permiten aplicar tu know how como cocinero en algo que te apasiona, investigarlo a fondo, mejorarlo, darle calidad. Para nuestra salchicha, tardamos seis meses en encontrar la receta. La idea es buscar algo que te represente y que sea auténtico. Soy muy crítico de la escena de la gastronomía, hay mucha vagancia, muchos abren sin saber qué están haciendo, pueden tener buena imagen pero no logran un buen layout de producción y despacho, algo básico. Son platos económicos, donde estás obligado a despachar mucho volumen sin perder la calidad", reflexiona Máximo Togni.
El renacimiento del street food en el hemisferio norte fue traccionado por los food trucks, que irrumpieron de manera definitiva en los Estados Unidos y de allí se expandieron por el mundo. En Buenos Aires, todavía, estos "camiones de comida" no circulan libremente (si bien el gobierno de la ciudad realizó en septiembre una encuesta que recolectó 110.589 votos, con 83% a favor de que se los legalice) y en cambio trabajan en eventos cerrados, como ferias, festivales o congresos. "Quisimos ganar informalidad, quitarnos el peso de ser un restaurante tradicional. Por eso, pusimos el food truck en el local, para que sientas que estás comiendo en la calle. Y se apoya en nuestra idea de un viaje por Latinoamérica, cambiando la carta según estaciones y por países. Ahora tenemos arepas, perros calientes, también un plato hondureño que se llama baleadas, que es como un taco gigante", cuenta el venezolano Alejandro Osuna, uno de los socios de Kombinaciones.
Se trata de sabores que son parte del ADN cultural de cada región. Pedirlos es probar algo que tiene historia y que gana presente. "Es rico, es conocido pero a la vez es nuevo", dice Agustín Bayá Gamboa, abogado, mientras prueba una genial hamburguesa de pato en Los Infernales. "Hay platos que uno lleva en el corazón, como la bondiolita en la cancha de Racing. Cerca de Tribunales hay una parrillita, creo que se llama Los amigos de Juan, a la que suelo ir algunos viernes, que también hacen una muy buena bondiola. Pero esto de Los Infernales es realmente otra cosa", culmina.
Para Juan Migueres, de Benaim, "las hamburgueserías y cervecerías abrieron un camino, que hay que diversificar. Con mi primo Nicolás nos definimos por Benaim por ser la comida que aprendimos de chicos, de nuestra abuela marroquí. De esos sabores abrimos el juego a Medio Oriente, con platos típicos judíos, como el kipe o el falafel. Hay gente que viene, nos pide una cerveza artesanal y pregunta si tenemos hamburguesa. Les ofrecemos un sándwich de pastrón y les encanta".

Las últimas aperturas

Un rápido análisis de las últimas y más resonantes aperturas en materia gastronómica deja bien en claro que, en su mayoría, son lugares pequeños, informales, alejados de las cinco estrellas del lujo y de los menúes de degustación. Incluso los grandes y más prestigiosos cocineros prefieren apostar por formatos simples y juveniles. Big Sur, en Palermo, es un buen ejemplo: allí ofrecen hamburguesas jugosas (más allá del miedo que muchos sienten por la carne picada jugosa), también chivitos uruguayos, panchos, pollo frito y pakoras indias. En este caso, el hilo conductor de la cocina del chef Maximiliano Rossi (quien trabajó en nada menos que en el ultra prestigioso Mirazur en Francia y también en Unik en Buenos Aires) es la búsqueda de su materia prima, mucha de la cual proviene de chacras propias en Cardales y de proveedores cercanos. En Big Sur todo se hace casero, desde el kétchup a las salchichas ahumadas, aprovechando técnicas de alta cocina puestas a disposición de productos populares. "El énfasis está puesto en el producto, los tres cortes de carne de nuestra hamburguesa pasan por un proceso de un flash dry, los quesos son de de La suerte, la mayonesa la hacemos con yemas cocidas a baja temperatura", cuenta.
En definitiva, sabores distintos pero tradicionales, de cada rincón del planeta. Referencias como cocina callejera o comida al paso. Platos que han sobrevivido a las modas y a los años, convirtiéndose en clásicos de sus lugares de origen. "Es una comida testeada como ninguna otra, se sabe que gusta. Nuestro desafío está en poder versionarla de manera original, con más carga gastronómica, pero que no pierda por eso identidad primaria", define Mariana Hernández. "Y creo que el éxito de estas propuestas, si bien tiene que ver con la comida, también se basa en la relación de simetría que se establece hoy entre el cliente y el lugar. Quince años atrás, hubo una suerte de empoderamiento del cocinero, algo que fue necesario para constituirlo como sujeto. Hoy eso se agotó: el público es el que consume la comida, no el personaje el que consume a su público. La cocina callejera llega justo para encajar en esta historia". En Chori, Martín y sus amigos terminaron de comer. Probaron choripanes con repollo, naranja y maní; otro bien picante, con variedad de ajíes. Bebieron varias pintas de cerveza artesanal, Ipa, Kölsch y Scottish. Se los ve contentos y prometen volver, con más amigos. Es lógico: ¿quién puede negarse a un buen chori?
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Página 12 - Sociedad - En busca de la estación perdida

En busca de la estación perdida
Los profesionales de la cocina dicen que la globalización y el peso de algunos grandes jugadores achicaron el espectro de lo que se sirve en la mesa cada día, algo que impacta en los productores regionales. Apuestan a recuperar esos sabores.


(Fuente: Leandro Teysseire)
El invierno tenía los colores de la acelga, la batata, la berenjena, la remolacha, el aroma de los repollitos de Bruselas, las peras y los kinotos. El otoño era sinónimo de apio y chaucha, de radicheta y rabanito, siempre asociados a las manzanas, el membrillo, el pomelo, tanto como la idea del verano iba de la mano con los sabores del choclo, el tomate, la cebolla de verdeo, el damasco, el melón, la sandía. La estación cambiaba los paisajes y lo mismo pasaba con las cocinas y los platos. Hoy pocos recuerdan que hace no tantos años conseguir frutillas en agosto era una misión tan imposible como saborear mandarinas frescas a fines de enero. Y sin embargo las estaciones siguen cambiando, tanto como siguen existiendo productores cuyas vidas giran en torno a los ciclos productivos que imponen las condiciones climáticas. Lo que no cambia, dicen los que saben, son las mañas y los yeites de dinámicas de comercialización, y los atajos que la vida en las ciudades termina convirtiendo en normalidad cotidiana. Pero ahí, justo en un resquicio clave, es donde quiere empezar a tallar una conjura: en las mesas de los restoranes.

El despiste


Hay solamente dos reglas: si se cosecha en la época en que se consume, es de estación; sino, es exótico. Si es de estación, es más barato y está en su mejor momento. “Y yo agrego algo que es medio místico, pero creo que es así: si la estación nos otorga determinados productos en cierto momento del año, debe ser porque los tenemos que consumir. Esa cosa de que la naturaleza es sabia también hay que traspolarla a que si me da estos productos en este momento, tal vez sea porque mi cuerpo los necesita”, dice Jesica Lakerman, la mujer que hace unos años, cuando comprendió que cada vez dedicaba más horas a cocinar y enseñar a cocinar que al estudio jurídico especializado en el mundo bancario, dejó el derecho y puso un restaurante. La apuesta salió tan bien que hoy Lekerman habla en el patio de uno de los tres locales de Möoi, que sirven sus recetas. Su especialidad es la cocina natural, se capacitó en gastronomía saludable, ella es vegetariana, y sin embargo dice que le pasa: ver productos fuera de la estación le hace dudar, ¿siempre hubo cerezas en agosto?
–Hemos perdido el conocimiento de lo que es un producto de estación. Lo hemos perdido y no por ignorantes, sino ¿sabés por qué? Porque hay tomates todo el año. Y si los ves todo el año y yo te pregunto ‘el tomate, ¿de qué temporada es?’, vos me decís ‘¡Y qué se yo, si está todo el año en la verdulería!’. Lo perdés de vista. Hay manzanas todo el año, pero se cosechan en otoño. Hay un calendario estacional. También la industrialización, entre otras cosas, ha generado cámaras de frío que conservan los alimentos más tiempo, entonces tenés manzanas que maduran con más lentitud. Las ponen en cámara frigorífica antes de que maduren. Eso genera, además, la posibilidad de exportarlas, porque van en barcos a ciertas temperaturas y es también lo que da la posibilidad de que vos hoy estés comiendo, qué se yo, algo con leche de coco, o el maracuyá, que son cosas que acá en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, en un radio de 50, 70 kilómetros no se cosechan. Que la estación no sea la que determine a qué productos accedés tiene una parte buena y una mala. El tema es qué hacemos para equilibrarlo.
En la otra punta de la ciudad, en un salón silencioso en el que la intensidad de la noche por venir se intuye en el rumor de los cocineros aprontando productos y en la charla leve de algunos camareros que comen tempranísimo unas mesas más allá, el chef Juan Gaffuri tiene una hipótesis. “En los últimos años, el negocio alimenticio argentino se concentró para tratar de sacar el mayor provecho económico posible”, y los grandes supermercados, que son jugadores fuertes, apostaron a reducir la variedad de productos en oferta, detalla el responsable de todo cuanto se sirva en los restaurantes, la barra y el catering del hotel Four Seasons.
–Es más fácil y rentable acotar la variedad que ampliarla, porque tratar con más variedad de productores trae muchos más problemas en cuanto a logística. Esa lógica fue acotando la variedad que teníamos para el consumo, y generó una nueva costumbre en la gente, que es consumir una lista de 10 productos.
–¿Cuáles?
–El tomate como básico, ciertas frutas. A la gente se le acotó tanto la variedad que tampoco tenía mucha posibilidad de rotar, y por ende esos productos los trata de consumir todo el año. Así creo que fue cómo se perdió noción de la estacionalidad. Y además durante muchos años la Argentina empezó a reemplazar productos en lugar de agregar productos. Cuando apareció la rúcula, se dejó de lado la radicheta: casi no hay radicheta, es rúcula lo que hay en el mercado. En Europa, por poner un ejemplo, la gente consume radicheta y rúcula. Si aparece un producto nuevo, suma ese producto. Se van sumando productos a la dieta diaria, en base a las estaciones. En la Argentina lamentablemente eso se perdió por muchos años, por un negocio que lo único que buscaba era rentabilidad y por ende fue acotando.
Por eso, entre otros motivos, Lekerman y Gaffuri son algunos de los 25 cocineros integrantes de Acelga (la Asociación de Cocineros y Empresarios Ligados a la Gastronomía Argentina) que entre el 22 y el 28 de este mes participan de MESA (Menús de Estación con Sabores de Argentina, http://www.mesadeestacion.com.ar), la semana gastronómica en la que más de 30 restaurantes porteños servirán platos con espárragos, habas, arvejas. Las legumbres de estación son tres, pero la misión es una sola: recuperar el gusto por los productos de estación.

Vivir mirando el cielo


Desde Alta Gracia Héctor Rodríguez dice que con los espárragos fue amor. Le alcanzó ver algunos en una feria de productores, escuchar detalles de cómo se producen, y pensar en las posibilidades que todavía tenían en el mercado argentino para lanzarse de lleno a producirlos. Desde entonces pasaron diez años, aunque sólo comenzaron a venderlos hace siete, porque los tres años anteriores eran de intimidad con las plantas: “la raíz tiene que crecer, fortalecerse, es como un niño de corta edad, no podés hacerlo correr triatlones, no va a llegar a ningún lado. Hay que dejar que crezca. Hay que tener paciencia y esperarlo”. Entonces tuvo paciencia. Hoy abastece con sus cosechas de productos orgánicos, de Orgánicos de las Sierras, a mesas porteñas de tantos restaurantes que prefiere no mencionar a ninguno para no ofender a alguno callado.
Los años y las toneladas cosechadas le permitieron la observación. Sabe qué sol, qué temperatura, qué cielos son buenas para las esparragueras. También sabe contarlas. El espárrago, dice, “termina siendo un arbusto muy alto, que parece un hecho gigante”.
–¿Un helecho?
–Es como que su tronco es una caña y se abre como un helecho que llega a medir más de tres metros de alto. Es muy frondoso. Es el sparrago que vos dejaste que se desarrolle cuando lo dejás de cosechar. Te doy un datito: cuando empieza la primavera y está queriendo entrar el verano, la tierra empieza a tomar temperatura óptima para que la raíz –a la que llamamos araña, porque parece una araña está llena de brazos– tire los turiones. Los turiones son puntitas como copitos, que se van a transformar cada uno en un espárrago. Cuando la temperatura de la tierra está alrededor de los 19, 23 grados, la planta empieza a trabajar y tirar turiones de espárragos para arriba. Eso es lo que cosechás.
En un solo día, uno de esos copitos convertidos en espárragos puede llegar a crecer 7 centímetros. Cada planta pasa unos tres meses dando frutos. “Hasta el quinto, sexto año de producto, podés cosechar unos diez mil kilos por hectárea”, detalla Rodríguez, para quien hay algo fundamental: “todo eso pasa al aire libre. Depende de la situación climática. Que la planta no sufra una pedrada que rompa todo, que no sufra heladas fuera de temporada, o lluvias excesivas”. Todo eso trae un espárrago.



Los cambios empiezan en la mesa

Cuando terminaba 2011, unos cincuenta cocineros presentaron en sociedad lo que habían hablado, diseñado, pensado durante años durante conversaciones informales que, alrededor de 2008, se habían vuelto cada vez más serias. Unidos por las muchas horas de oficio en las cocinas, por reconocerse colegas de un mundo de trabajo que enlazaba cadenas de distintos orígenes (productores regionales, estudiantes, empresarios gastronómicos, chefs y trabajadores gastronómicos en general, intermediarios), terminaron por crear Acelga. “Cuando nació la idea, éramos unos pocos gatos locos que nos juntábamos a tomar un café cada tanto. Cuando uno piensa, se da cuenta de que intentos de asociaciones gastronómicas en la Argentina hubo varios, pero duraban poco. Hubo algunos en los que solo se juntaban los reyes del olimpo gastronómico, que eran cuatro o cinco, y no duraban por las peleas, los egos”, dice Luis Morandi, presidente de Acelga. Entre las generaciones de cocineros fogueados al calor de viajes y escuelas, y los nombres que los orientaron, como los de Dolli Irigoyen o Francis Mallman, hubo magia. La asociación que formaron organiza la Feria Masticar, que –además de poner en contacto a cocineros célebres con sus públicos– convoca a productores regionales, que llegan con sus especialidades a cuestas para encontrarse con consumidores ávidos por productos que no siempre se consiguen, muchas veces por costos y dificultades de distribución. Morandi explica que “acercar a públicos y productores es una de las ideas. Mesa, la que hacemos esta semana por segunda vez, es otra. La primera edición la hicimos tratando de moderar la cantidad de gente para que no fuera un descalabro, porque los gastronómicos somos todos entusiastas, pero después no hay ninguno que te conteste el mail. Estas actividades son extras al trabajo de todos los días. Los boliches llevan tiempo, siempre hay muchas cosas para hacer, un montón de problemas. Estamos entre lo gastronómico y ser bombero profesional”.
Link a la nota: https://www.pagina12.com.ar/4120-cocineros-y-productores-batallan-por-los-productos-de-tempor

Revista Brando - La gastronomía va a la escuela

La gastronomía va a la escuela

Un torneo interescolar pone de manifiesto un proyecto de vanguardia. Enseñar cocina en las escuelas puede ser algo más que formar buenos profesionales. 
Un torneo interescolar pone de manifiesto un proyecto de vanguardia. Enseñar cocina en las escuelas puede ser algo más que formar buenos profesionales.
  • La exigencia del torneo fue muy profesional

Por Alejandro Maglione 
@MaglioneSibaris amaglione@lanacion.com.ar 
La cuestión. La provincia de Entre Ríos ha desarrollado con éxito una idea de avanzada: incorporar la gastronomía a los programas de cinco escuelas secundarias provinciales técnicas y públicas. El resultado fue decisivo. A la hora de optar por una de las tres ramas técnicas -gastronomía, diseño de indumentaria o administración de empresas- la especialización en cocina atrajo a la misma cantidad de estudiantes que cada una de las otras. Y son tantos alumnos que armaron un torneo que se vive con la misma pasión y alboroto que una competición deportiva de alto rendimiento. Allí viajamos, junto con el chef Martín Carrera, a participar como jurados y conocer todos los detalles. 
El concepto. Enrique Sobral es quien lidera el proyecto a nivel pedagógico. También, quien estuvo a cargo del torneo. "El objetivo principal es preparar a los chicos con herramientas para su futuro laboral. Quienes elijan quedarse a vivir en Entre Ríos, y se dediquen al turismo, terminarán la escuela con nociones básicas para mejorar el servicio". 
Lo interesante de esta iniciativa es que se haya pensado no solo en asegurar a los alumnos con herramientas laborales. Que se los estimule a permanecer en la provincia, apuntando a que uno de los pilares del turismo sea la gastronomía, es también novedoso. Junto con la idea de poner en la base una buena calidad de servicio, el círculo virtuoso se completa: los estudiantes saben que se puede estimular un flujo turístico a partir de la buena experiencia del viajero. Si comió bien y lo atendieron mejor, el turista vuelve. 
Todo el programa cuenta con la bendición del INET (Instituto Nacional de Educación Técnica), lo cual nos deja soñar con que se trata de un ejemplo que puede llegar a cundir en el resto del país. Un detalle relevante: para contar con los recursos necesarios, los alumnos prepararon y vendieron, con la ayuda de sus familiares, miles de empanadas, canelones y pizzetas fuera del horario de clases. Es decir, en lugar de lamentar la falta del aporte de los recursos necesarios, fueron ellos mismos los que generaron la solución. 
El Torneo. Dividido por el grado de preparación de los participantes, los alumnos de cuarto año prepararon "entradas" y los de quinto a séptimo elaboraron "plato principal y guarnición". Además, hubo un torneo especial de pastelería y en todos los ítems se puso a prueba la presentación y creatividad del plato. También se evaluó vocabulario técnico del alumno. La competición cerró con una pequeña demostración de coctelería. 
Un torneo interescolar pone de manifiesto un proyecto de vanguardia. Enseñar cocina en las escuelas puede ser algo más que formar buenos profesionales.
  • Sopa de chocolate, uno de los platos premiados

Los platos. Pensados y ensayados durante 6 meses, lo más llamativo fue que en todos los platos presentados se notaron, además de una elaboración y presentación cuidada, decisiones audaces a la hora de ser concebidos. Un plato atrapó la atención de todos: "Mesopotamia Salvaje": los participantes incluyeron jabalí, chips de mandioca con una salsa en base al gin Príncipe de los Apóstoles, falsa tierra de hongos, azúcar negra y.¡hormigas fritas! 
La consigna era utilizar productos de la provincia y la palmera Yatay apareció en diversas preparaciones. Las hormigas también forman parte del paisaje entrerriano, pero de allí a que aparecieran en un plato de comida. Es difícil recordar una preparación con esta guarnición en nuestro país, algo más habitual en Colombia y Brasil. 
El público. Toda la escuela hervía de estudiantes que apoyaban a sus representantes culinarios. Se escuchaban explosiones de victoria cada vez que un plato salía después de haber sido examinado por los jurados. Los padres de los alumnos fueron también un apoyo importante. Y, a la hora de la entrega de los premios, llenaron el patio con aplausos y gritos. 
Fue ese público de participantes, compañeros y familiares el que transformó cada copa o medalla ganada en una suerte de "Domingos para la juventud", donde solo faltó Silvio Soldán dando el típico salto de festejo en medio del griterío generalizado. Ver a estudiantes festejando premios de gastronomía obtenidos por sus compañeros, a la par de los profesores que trabajaron con ellos desde el mes de abril para llegar a esta instancia, resultaba increíble y alentador. 
Los premiados. El jurado destacó a 4 alumnos especialmente: en el plato de entrada a Aldana Sili de la EET Nº 2 de Gualeguay; en el principal y guarnición a Micaela López de la EET Nº 1 de Gualeguaychú; en pastelería a Gabriela Brun de la EET Nº 1 de Concepción del Uruguay y en coctelería a Matías Miño de la EET Nº 1 también de Concepción del Uruguay. 
Un torneo interescolar pone de manifiesto un proyecto de vanguardia. Enseñar cocina en las escuelas puede ser algo más que formar buenos profesionales.
  • Mesopotamia Salvaje, el plato que incluye hormigas fritas

Conclusión. Es un deseo ferviente que el ejemplo cunda en todo el país. Que alumnos de escuelas públicas celebren un logro gastronómico con el mismo entusiasmo que uno deportivo no es algo común. Y ahora toca asegurar la continuidad de cara al tercer torneo a realizarse el año próximo. Enrique Quique Sobral anunció que deja su puesto para que lo ocupe alguien que pueda continuar la tarea. Más apoyo del sector público y privado es lo que se necesita y ojalá, esta nota, ayude a convocarlos. Otro deseo: que las escuelas técnicas no le den más puntaje a los nutricionistas que a los cocineros. A la hora de incorporarlos como profesores, parece haber una interpretación incorrecta respecto de algunos conocimientos. Los nutricionistas no son formados en gastronomía, son necesarios para trasferir conocimientos sobre los productos y su efecto en nuestra salud, pero es difícil que puedan enseñar a cocinar o a formar un paladar. Escuela Pública y Gastronomía = un sueño que se va haciendo realidad. 
Link a la nota: http://www.conexionbrando.com/1957038-la-gastronomia-va-a-la-escuela

Página 12 - Turismo - Noticiero - BA Gastronómica

BA Gastronómica

El proyecto Buenos Aires 2017 Capital Iberoamericana de la Cultura Gastronómica fue presentado en presencia de autoridades de Turismo. En ese marco se dio a conocer Buenos Aires-Cocina en Ebullición y el sitio web www.bacocina.com, con las redes sociales activas en Facebook, Twitter e Instagram (@bacocina2017). La iniciativa tiene como objetivo celebrar cada año la riqueza gastronómica de la región iberoamericana como espacio jurídico, político, económico, lingüístico y cultural. Toda la información de la agenda 2017 será difundida en www.bacocina.com y redes sociales a partir del mes de enero. 
Link a la nota: https://www.pagina12.com.ar/4189-noticiero

Revista Planeta Joy - Vodka, bares y tendencias: la coctelería mundial bajo la lupa de un experto

Vodka, bares y tendencias: la coctelería mundial bajo la lupa de un experto

Paulo Figuereido, Brand Ambassador de Ketel One Vodka, pasó por Buenos Aires y habló con JOY sobre lo nuevo en materia de cocktails.

El portuñol de Portugal es más fácil de entender que el portuñol de Brasil. Por eso cuando Paulo Figueriedo explica cómo preparar un Bloody Mary, nadie necesita de aclaraciones ni traducciones.

El Brand Ambassador del vodka holandés Ketel One pasó por Buenos Aires para –entre otras clases- brindar clases magistrales, catas comparativas y participar como jurado en el concurso Diageo World Class, que en 2016 se celebró por primera vez en el país. La idea, explicó, es darle nuevos bríos al clásico y tomatoso trago en estas épocas doradas del brunch. No hay demasiados misterios: 2 onzas de jugo de tomate, sal, pimienta, salsa inglesa, Tabasco, hielo (no demasiado) y entre una y dos onzas de Ketel One. Y después a jugar con diferentes variantes para crear nuevos cocktails: desde jugo de remolacha, a manzana y lima, hasta miel, romero y mandarinas.

Además de conocer y transmitir la historia y los valores de la marca holandesa, Figueredo vive 24 horas pensando en barras y tragos. Viaja por todo el mundo conociendo bares y bartenders. Tiene 33 años de vida de los cuales pasó 17 trabajando en la industria coctelera. En esta charla con JOY, nos cuenta sobre nuevas tendencias y lo que se está viviendo a nivel mundial en el planeta cocktail.

¿Cómo es que se llega a producir un vodka en un país como Holanda, tan relacionado con la ginebra y con la cerveza?La décima generación de la familia Nolet [creadores de la marca] en los 60 o 70 empieza a pensar en producir su propio vodka porque los que había en el mercado no eran sofisticados. Esto fue mucho antes de Ketel One, que se lanzó en 1983. Así que utilizó los 300 años de experiencia de la familia en la destilación de ginebra. En esa época ningún vodka se destilaba en alambiques de cobre. Era todo con destilación continua. Una vodka de final largo y cítrico podría funcionar tanto en un martini, como en las rocas. Las vodkas rusas tenían un final que te calentaba acá el pecho. 


En una época estuvieron de moda las vodkas infusionadas, las saborizadas, las neutras con muchas destilaciones… ¿cuál la tendencia actual para elaborar una vodka?Eso mismo que decís: más sabores y más destilaciones, pero nosotros vamos al contrario. Tenemos solo dos sabores (limón y naranja) y solo porque EE.UU. -nuestro mercado más fuerte- nos lo pedía para Cosmopolitans y tragos por el estilo. Pero todo eso de destilarlo 40 veces… si sabés un poco de destilación sabés que eso no tiene sentido, sobre todo con los equipos que hay hoy en día. Con una destilación continua, vos podés contar la cantidad de platos del alambique y decir que lo destilaste esa cantidad de veces. Nosotros lo destilamos 4 veces en destilación continua y una vez en alambique de cobre. Lo hacemos por separado: uno da sabores más intensos y el otro más neutro. Y los mezclamos.

¿Qué trago se está imponiendo a nivel global, así como el gin tonic en los últimos años?Es algo difícil de analizar a nivel global. Nosotros nos enfocamos mucho en el Bloody Mary porque el brunch se está poniendo de moda en todo el mundo, y así tenés algo distinto para tomar durante el día. Pero lo que veo hoy por hoy es que las nuevas generaciones y los milenials toman siempre algo distinto. En el mundo se está bebiendo por el tipo de ocasión y no por la moda. Hace unos años tenías a tipos que durante 30 años tomaban siempre Johnnie Walker Black Label y nada más. Eso se terminó.

¿Cuál es la mejor ciudad para beber cocktails?¡Ah, me mataste! Pero me gusta mucho Londres por ser multicultural y creativa. Tenés barras clásicas, pero también muy innovadoras. Pero también está República Checa, Alemania, inclusive un país de Medio Oriente como Líbano que marca nuevas tendencias. Cambia todo muy rápido. Asia está explotando también con Japón y Tailandia. Australia también, aunque muchos no le presten atención porque es una isla lejana. Pero en Londres es donde hay más innovación.

¿Cómo ves a Buenos Aires en este mapa?En Latinoamérica es una referencia como coctelería clásica y diseño de barras. En eso es mejor que Nueva York. Los relojes de Victoria Brown, por ejemplo. Son cosas que no ves en otros lados. No ves esas piezas. En cada bar de hay algo único. Los bartenders son muy buenos, pero (tal vez porque lo necesiten para mantener el negocio) tienen una coctelería muy tradicional. No sé, tal vez no hay turismo suficiente. Pero estaría bueno ver un poco más de innovación. Creo que podría marcar una tendencia fuerte en el mundo, pero tienen que salir de los amargos. Entiendo que funcionan como negocio, pero es solo un nicho. Si viene un turista chino, por ejemplo, no toma eso.

Hablás mucho de innovación… ¿cuál es la cosa nueva que más te llamó la atención de lo que viste en los últimos tiempos?Lo que más veo es la colaboración entre bartenders y chefs. Hay lugares como 69 Colebrooke Row donde tiene todo un mise en place pensado para hacer un martini clásico con sabor a lluvia que sacan de los minerales de unas piedras ¡Entonces es un martini que te habla! También tienen un Manhattan clarificado. Usan agar agar y cuando lo ves… ¡es transparente! Parece un martini. Lo tomás y pensás que es algo neutro y decís “guau”. Es una explosión de sabor. Y te engañó. Entonces se juega mucho con colores y con emociones. Se estudia cómo funciona un coctel de determinado color. Los menús juegan mucho con fotos y geometrías. Hay barras en Francia que en sus cartas ya no utilizan nada escrito; solo tienen geometrías o fotos de una persona famosa. Vos lo asociás con los ingredientes del cocktail, pero no te dicen cuáles. Y hay mucha colaboración con otras disciplinas: arquitectos, diseñadores, la industria del perfume... todos aportan. Acá entra también la tendencia de reciclar. Hay una barra en Londres llamada White Lyan que recicla el 100% de sus ingredientes. Del pollo, por ejemplo, usan hasta el hueso: te hacen un chicken bone martini. Todo lo que entra en la barra se usa. Y claro: tienen chefs y bartenders de todo el mundo. Y de ahí sale todo esto. 
Link a la nota: http://www.planetajoy.com/?Vodka%2C_bares_y_tendencias%3A_la_cocteleria_mundial_bajo_la_lupa_de_un_experto&page=ampliada&id=9206

Clarín - Entre Mujeres - Restaurantes étnicos, pero además únicos

Restaurantes étnicos, pero además únicos

Cada vez más porteños optan por comidas del mundo. Aquí cuatro opciones cuyos dueños desembarcaron primeros en la ciudad.


La oferta gastronómica en Buenos Aires es muy amplia. Con elegir el estilo de comida a degustar, uno tiene decenas de locales que ofrecen esa gastronomía que da identidad y sirve en bandeja sus propias raíces. Claro que no todas las etnias conviven en la misma bolsa: aquí están los restaurantes que, por ahora, son los únicos (o casi) en ofrecer estilos propios que los buenos paladares sabrán agradecer.

Maxime, en su restaurante africano. Foto: Rolando Andrade Stracuzzi.

Los ancestros africanos
Maxime Tankouo (39) nació en Douala, Camerún. Llegó a la Argentina hace 14 años. Aprendió a cocinar desde pequeño junto a su madre Cecile, a quien le debe el éxito de sus recetas. Desde hace 8 años es el chef de El buen sabor africano donde sucede algo que casi ningún argentino podría entender ... ¡la carne es sólo un acompañamiento! Acá el protagonismo es para las especias y los vegetales y las legumbres. “La cocina africana es muy aromática, lleva muchos condimentos y largas cocciones. Se usa mucho el clavo de olor y el jengibre”, asegura Maxime. El plato más pedido es el frito de porotos con carne, con guarniciones varias (arroz, pasta, batatas, plátano o mandioca).
Otro muy solicitado es el bobotie, un pastel de carne con variedad de especias (el chef guarda el secreto bajo llave, pero lleva cúrcuma y pimienta blanca seguro), también almendras fileteadas y pasas. Para cerrar la velada, koeksisters: un postre típico sudafricano que consiste en masas dulces trenzadas fritas.

Buenos Aires 11 noviembre 2016 restaurante Africano El Buen Sabor Camargo 296 Villa Crespo Salsa de repollo con carne fou semola chef Maxime 
foto Rolando Andrade Stracuzzi ley 11723  buenos aires  restaurante Africano El Buen Sabor Salsa de repollo con carne fou semola comidas tipicas tradicionales de los distintos paises

Salsa de pollo con carne con fou fou (sémola)
• Ingredientes. (Para 5 porciones) Repollo blanco: 2 kilos. Cebolla: 3. Puerros: 2. Apio: 200grs. Morrón verde: 2. Perejil: 200. Ajo: 1/2 cabeza. Pasta de maní: 150 grs. Roast beef: 1 kilo. Sal: a gusto. Aceite: una taza grande. Caldo de carne: 1 litro. Pimienta. Sémola: 1 kilo.
• Preparación. Cortar el repollo en cubitos, lavarlos y poner a hervir en abundante agua durante 20/25’. Cortar la carne en trozos y llevar a hervor en agua con sal, durante 30 minutos. Cortar la cebolla y los morrones en cubitos. Licuar los puerros, el perejil y el ajo. En una olla agregar el aceite y la cebolla, cocinar cinco minutos, sumar los morrones y cocinar otros 5 minutos. Es el momento en el que hay que añadir los condimentos verdes licuados, continuar la cocción con tapa, por 20 más. Agregar pimienta y el caldo. Sumar la pasta de maní y dejar cocinar hasta que se disuelva toda la pasta dentro de la cacerola. Agregar el repollo hervido y la carne. Tapar y cocinar a fuego lento 20 minutos. La sémola: En una olla hervir un litro de agua, retirar y reservar 1/2 litro. Verter la sémola en forma de lluvia y revolver constantemente con cuchara de madera. Agregar el resto del agua caliente en tres partes hasta que se forme una masa homogénea y compacta. Retirar del fuego y colocar dos cucharadas grandes sobre un bol humedecido con agua caliente y rotar la masa hasta formar un bollo uniforme. Reiterar este procedimiento para cada comensal.
El buen sabor africano. Camargo 296, Villa Crespo. 4854-8800


Daniel Yario, con sus hijas Lucía y Clara en Dobar Tek. Foto: Martín Bonetto.

Croacia al plato
Los padres de Adriana Rusendic (55 años) pisaron suelo argentino por primera vez luego de la Segunda Guerra mundial. Extrañando sus costumbres, hace 41 años abrieron Makarska, un restaurante en Mar del Sur, un balneario al sur de Mar del Plata. Con el tiempo esta pareja de croatas empezó a necesitar un poco de ayuda para llevar adelante el negocio familiar. Fue así como Daniel Yario (50 años), junto a su esposa Adriana y sus hijas Lucía (25) y Clarita (23) se empaparon de las recetas y de la labor de un restaurante. Los veraneantes pedían una sucursal en Buenos Aires, y así, en 2007, nació Dobar Tek (buen provecho), en San Telmo. Allí suena música croata, la decoración es sencilla y en una pantalla se ven videos de lugares turísticos... pero el gran momento en el que todos largan el tenedor es cuando aparecen las imágenes del strudel. Ver cómo hacen esa masa tan fina como una sábana (o más) es un espectáculo. Sirven strudels dulces y salados (imperdibles los de jamón ahumado).

Strudel verduras, típico de Croacia. Foto: Martin Bonetto

Strudel de vegetales
• Ingredientes. (Para 10 porciones) Acelga: 4 atados. Ajo: 2 dientes. Huevos: 4 u. Crema de leche: 200 cc. Queso Port Salut: 220 gramos. La masa: Harina 0000: 800 gramos. Aceite: un chorrito. Agua tibia: cantidad necesaria.
• Procedimiento. Lavar con abundante agua la acelga. Cortarle las pencas (se pueden usar en otra preparación). Hervir en abundante agua salada las hojas de acelga. Escurrirlas y dejar enfriar. Procesarlas con el ajo, los huevos, la crema, sal y pimienta negra recién molida. Cortar el queso port salut en trocitos.
La masa. Colocar la harina tamizada en forma de corona sobre la mesada y en el centro el aceite. Con los dedos ir formando la masa con agua tibia hasta lograr un bollo sedoso al tacto. Amasar y trabajar golpeándola sobre la mesa unas veinte veces. Disponer en un bowl y tapar con un repasador. Dejar descansar en un lugar templado 30 minutos. Precalentar el horno a temperatura medio-alta. Sobre una mantel enharinado estirar la masa, primero con palote y luego suavemente con los puños. Debe quedar tan fina como un papel y grande como un mantel.
El armado. Sobre un costado de la masa realizar un cordón con el relleno, colocar encima los cubitos de queso. Envolverlo, de a poco y con extremo cuidado, cerrando los bordes. Con la ayuda del mantel colocarlo sobre una placa aceitada y hornear a 180° hasta que esté dorado. ¡Y comerlo con mucho gusto!
Dobar Tek. (San Juan 548, San Telmo. 4307-5235 www.comidascroatas.com.ar)



El restaurante húngaro queda en Olivos. Foto: Rolando Andrade Stracuzzi.

Hungría en el corazón
Omar Giménez (60 años) no tiene sangre húngara pero sí el corazón. Es parte de la comunidad húngara hace muchos años y hace 37 que tiene la concesión del restaurante del Club Hungária, en Olivos.
En sus comienzos supo ser mozo, de esos con gomina y trajecito pintoresco. Los que recuerdan el nombre de los clientes y sus preferencias, esos que en Palermo no se consiguen. Su buen desempeño junto con una cuota de esfuerzo, logró que en nueve años pasara de camarero a flamante dueño. En el gran salón del restaurante, las paredes cuentan la historia de Hungría. Cucharas grandes, chiquitas, pintadas a mano, platos y utensilios de cocina decoran el lugar. Es un sitio ideal para ir en familia y disfrutar el mejor goulash de zona norte. Este guiso de ternera con salsita a base de cebolla y páprika es una delicia. Se acompaña con spaetzle (especie de mini ñoquis) que se hacen con una especie agujereada, por la cual la masa pasa y cae serpenteando al agua hirviendo. Para el postre, el strudel de manzana es el más visto en las mesas, un clásico seguido por la torta Dobosh (lleva varias chapitas de una masa fina tipo pionono, unidas con crema moka).

El plato típico húngaro: Gloulash con speatzle. Foto: Rolando Andrade Stracuzzi.

Goulash con spaetzle
• Ingredientes. (Para 4 porciones). Roast beef: 1 kilo. Cebolla: 1 kilo. Páprika (o pimentón, dulce o picante a gusto): 2 cucharadas. Vinagre blanco: 1 cucharadita. El spaetzle: Harina: 500 gramos. Huevos: 4 unidades. Leche: 100 centímetros cúbicos. Soda: 100 centímetros cúbicos. Sal y pimienta negra recién molida: a gusto.
• Procedimiento. Pelar y picar las cebollas. Con la ayuda de un cuchillo filoso eliminar el exceso de grasa de la carne y luego cortarla en pequeños trozos, del tamaño de un bocado. En una olla con un poco de aceite transparentar la cebolla picada. Sumar la carne en cubos. Mezclar y agregar la páprika o el pimentón. Volver a mezclar y añadir el vinagre (de alcohol o manzana) mientras se remueve el guiso unos 2 minutos. Tapar y cocinar a fuego corona (muy bajito) durante 4 horas (o 45 minutos si se tiene una olla a presión). El spaetzle: En un bol mezclar los líquidos (leche, soda y huevos). En otro bol colocar harina y sal. Unir ambas preparaciones mezclando muy bien cuidando que no hayan grumos. En una olla grande hervir abundante agua, salar a gusto y colocar en la parte superior el utensilio para hacer spaetzle. Verter cucharadas de masa, y presionar para que los ñoquis caigan al agua y se cocinen. Retirarlos con una espumadera y colocarlos en una fuente con aceite para que no se peguen. Servir el goulash con los spaetzle.
Club Hungária. Juncal 4250, Olivos.  Teléfono: 4711-0144 www.clubhungaria.com.ar)


Dante Fazio, dueño del bar, restaurante holandés. Foto: Néstor García.

Un brindis holandés
Dante Fazio (35 años) es el dueño del único bar holandés de Buenos Aires. Su árbol genealógico no tiene raíces europeas, pero luego de un viaje, junto con un familiar, nació el amor por los pubs holandeses. Fue así que convocaron a un arquitecto especialista en el tema y nació el primer Dutch Pub, bautizado Van Koning. Actualmente es el punto de encuentro para eventos especiales de la comunidad como la Eurocopa, el Mundial, etc ... El bar se abre sólo para ellos para que se sientan “como en casa”. Esta taberna revestida en madera simula las antiguas cantinas de Europa. Un gran muñeco en la entrada da la bienvenida a los clientes, imitando cuando cientos de años atrás, los maestros cerveceros se paraban en la puerta de sus tabernas y sostenían en la mano un farolito: si estaba prendido, el bar estaba abierto. Así, los sedientos navegantes al divisar la luz amarraban sus embarcaciones y entraban al bar. El plato estrella es bitter bullen, una especie de suaves albóndigas servidas con mostaza la antigua. Y para la copa hay 6 estilos de cerveza tirada y más de 30 en botella, de nacionalidades variadas.


Albondigas holandesas Bitter bullen. Foto: Néstor García

Bitter bullen
• Ingredientes (para 10 porciones). Ossobuco: 1 kilo. Roast beef: 1 kilo. Cebollas: 2 unidades. Laurel: 2 hojas. Ajo: a gusto. Sal, nuez moscada rallada y pimienta negra recién molida: a gusto. Caldo de carne: cantidad necesaria. Harina, huevo batido y pan rallado: Cantidad necesaria. Aceite: para fritura profunda. Mostaza a la antigua: para acompañar.
• Preparación. En una olla profunda colocar las carnes, las cebollas partidas, el ajo, el laurel y sazonar a gusto. Cubrir con caldo de carne caliente y llevar a fuego bajo por 3 horas. Retirar la carne y dejarla enfriar. Reservar el caldo. Desmenuzar las carnes y sazonar con nuez moscada a gusto. Por otro lado, en una ollita derretir manteca y agregar harina de golpe. Con una cuchara de madera mezclar, cocinar dos minutos y agregar parte del fondo de cocción, seguir revolviendo hasta que espese y tenga consistencia densa (como una salsa blanca). Unir esta salsa con la carne de ossobuco y roast beef desmenuzada, rectificar sazón y dejar reposar 24 horas en la heladera. Es recomendable que las bolitas sean pequeñas, y hay que pasarlas por harina, luego por huevo batido y finalmente por pan rallado. Llevarlas a la heladera unos minutos para que tomen consistencia y no se desarmen. Freírlas en abundante aceite caliente, retirarlas con una espumadera y escurrirlas sobre papel absorbente. Servirlas con mostaza a la antigua.
Van Koning. Báez 325, Palermo. 4772-9909. www.vankoning.com
Link a la nota: http://entremujeres.clarin.com/rincon-gourmet/Restaurantes-etnicos-ademas-unicos_0_1689431159.html