lunes, 4 de abril de 2016

La Nación - Comunidad de Negocios - Ferran Adrià y elBulli. Qué puede enseñarle un restaurante a una multinacional - pág 1




Clarín - La Ciudad, capital mundial de la cocina peruana - pág 72



La Nación - Buenos Aires - Piccola Italia: en Palermo, un barrio que celebra la inmigración

Piccola Italia: en Palermo, un barrio que celebra la inmigración

Son cinco cuadras con restaurantes y ferias; quieren hacer un arco de ingreso en la esquina de Arévalo y Gorriti
Al Dente, un encuentro cultural callejero en el que todos los años se celebra la italianidad. Foto: Gentileza Diego Bernardez

En la ciudad de Buenos Aires se está gestando una Piccola Italia, cinco cuadras que son un espacio gastronómico y cultural para compartir y expresar la italianidad. Sus impulsores ya imaginan el arco en la esquina de Arévalo y Gorriti, en el barrio porteño de Palermo.
La italianidad en la Argentina resulta difícil de definir porque logró distribuirse en toda la sociedad, porque es inasible y omnipresente. Está en las palabras entremezcladas con el lunfardo, está en el valor de la familia y los amigos, está en las recetas heredadas y argentinizadas, está en cada barrio porteño con los negocios de nombres italianos, está en los aperitivos, está en las Volturno para el café corto y fuerte. Está.
El último informe de la Fundación Mundial de Migrantes revela que en 2015 más de 4.600.000 ciudadanos italianos residen en el extranjero. Comparado con el año anterior la cifra creció 3,3 por ciento. Estos datos surgen de los italianos que se registran en elAnagrafe Italiani Residenti All'estero (AIRE), pero deja afuera a muchos otros que no se inscriben aquí. La investigación muestra que los jóvenes de entre 25 y 39 años son los que más están migrando (conforman el 44 por ciento). La Argentina, Alemania y Suiza son los países que más italianos recibieron en la última década.
Il Ballo del Mattone, uno de los restaurantes ubicados en el corazón de esta PiccolaItalia, en la entrada se parece a una despensa de antaño. Enseguida un patio como de un conventillo de La Boca, al reparo de toldos con los colores de la bandera italiana. "Buongiorno", saluda un mozo. Una pizarra que es la carta de platos (escrita en italiano) circula por el restaurante. En las paredes se imponen un buda de cerámica, un Cristo redentor en yeso, muñecas tipo Barby, fotos, cuadros, una escultura de mujer en tamaño natural, un trofeo.

"Este postre, la panna cotta, es una caricia al paladar. Mientras más fría mejor", recomienda el dueño de este restó con aire de conventillo cool, Adrián Francolini. Este mediodía él viste una túnica con los colores de Italia. Su pelo, cortado simulando una cresta, es celeste y blanco. Cuenta que Il Ballo fue una revancha después de varias semanas en coma; de esto hace 9 años. "Me di cuenta de que tenía una segunda oportunidad y que quería tener un lugar mío, un bar italiano", dice, quien hoy se define como director artístico de ese espacio gastronómico-cultural.
Su padre tano tenía una despensa y él de chico lo ayudaba. "De allá vienen mis ganas de recuperar lo italiano", dice. Primero instaló un pequeño bar, a pocos metros de donde funciona ahora Il Ballo, luego fueron dos y tres, que se integran, con distintas especialidades, a este corredor de comercios con impronta italiana que se sucede en Gorriti, entre Arévalo y Bonpland.
Il Ballo del Mattone, uno de los restaurantes de la Píccola Italia
Il Ballo del Mattone, uno de los restaurantes de la Píccola Italia.Foto:LA NACION/Patricio Vidal/AFV
"La italianidad está empezando a copar el barrio. En el mercado de pulgas se están abriendo emprendimientos. Italianos que tenían su restaurante en alquiler ahora deciden arrancar ellos", se entusiasma. "De acá a septiembre, cuando llegue el Al Dente! 4, que es un día de celebración de Italia acá en la calle, estamos viendo de tener los permisos oficiales para hacer nuestro arco. Si el barrio chino lo tiene, por qué no Italia". Cuenta que el área de Colectividades del gobierno porteño estudia declarar esa celebración de interés cultural e iniciar los trabajos para que el barrio se convierta en un arbolado paseo peatonal coronado por un arco.
El ahora ex director de Colectividades Julio Croci, actualmente a cargo de la Dirección Nacional de Pluralismo e Interculturalidad, quien inició las conversaciones con Francolini, confirma que el gobierno acompaña este espacio que se consolida en Palermo. "Se va a dar de forma natural el barrio, porque hay mucho empuje con la llegada de jóvenes italianos, una nueva inmigración que le da otra impronta a la italianidad", dice.
Verónica Morello es la cantante y fundadora del grupo Madonna Nera. En la PiccolaItalia, a su grupo se lo conoce como "los gitanos de Madonna Nera" cuando danzan en ronda y ponen a sonar su música popular, esos ritmos que son, a la vez, rituales ancestrales. "Mi abuelo tenía bandoneón, un organetto, siempre tocaba las canzonetas. También le gustaba el tango", recuerda. Trae de un mueble de su departamento en Palermo una foto en tonos sepia en la que se lo ve a su abuelo tocando un tango en un organetto y a dos hombres bailando a su lado. "De chica estudio canto, piano, algo de acordeón", dice. "Una vez encontré unas partituras de mi abuelo. Empecé con la canzoneta italiana a partir del acordeón y después seguí con una búsqueda propia; pude apropiarme de mi identidad italiana y vivir esta música con mi alegría".
Verónica también es responsable del Ente de Turismo Italiano en Buenos Aires. Dice que en la Piccola Italia se siente "como en su salsa". Se entusiasma. "Lo que está bueno del barrio es que la visión que propone es aggiornada y artística. Allí se busca una manera de conectarse con Italia, con la gastronomía, con el arte. Se está desarrollando la italianidad del ítalo-argentino actual", dice. Y agrega: "A mí me encanta poder compartir con gente mi pasión por Italia".
Antonio Morello, el papá de Verónica, nació en Fuscaldo, Italia, en la segunda guerra mundial; es consejero electo del Comité de los italianos residentes en el exterior (COM.IT.ES) por la lista M.I.R.E. y trabaja por los ciudadanos italianos residentes en Sudamérica. "Hay un grupo de italianos, nuevos y viejos residentes, que se junta en la plaza de la Recoleta a hablar italiano; está la comunidad de Aperitano, que a través de Facebook se convoca una vez por mes para tomar cócteles, recrear la italianidad, discutir temas de Italia; ahora también está la Piccola Italia en Palermo, con un ambiente muy abierto de extranjeros y gente joven", enumera.
Madonna Nera, integrado por Verónica Morello, Guadalupe Soria, Maxi Manzo, Julián Gandara, Matías Gatica Duco, Nicolás Rainonne-Danza: Erica Bertolotto, Hernán Bertolotto y Alexia Theodwrou
Madonna Nera, integrado por Verónica Morello, Guadalupe Soria, Maxi Manzo, Julián Gandara, Matías Gatica Duco, Nicolás Rainonne-Danza: Erica Bertolotto, Hernán Bertolotto y Alexia Theodwrou.Foto:Gentileza Diego Bernardez
Dice que está en contacto con estos "emergentes" porque muchos tienen los mismos problemas que tuvieron su familia y los 120.000 italianos nativos que se estima que viven en la Argentina. Antonio habla del renacer de la italianidad dormida en muchos nietos de inmigrantes y se emociona. "Los hijos de los que vinieron son los que llamo la generación perdida, porque por los dolores de sus viejos prefirieron borrar lo que significaba aquella tierra. Ahora están los nietos preguntándole a la nonna de dónde era, cómo vino, en qué barco, qué recuerda. En esas charlas resurge la emoción de lo que llevan en la sangre y dormía", dice.
Maxi Manzo tiene 28 años y es nieto de italianos. Como su familia, él siguió el camino de la música: hace pop rock en italiano. "Mi abuelo tocaba el acordeón y cada reunión familiar era una verdadera fiesta. Mi sangre me llevó a incursionar en la música popular italiana, a estudiarla y a investigarla", dice. Cuenta que cuando lo invitaron a cantar junto al grupo Madonna Nera en el barrio italiano en Palermo se encontró con un nuevo público italiano que lo maravilló.
"Para mí fue algo increíble cantar música popular italiana y en idioma dialectal en el corazón de Palermo. Venía acostumbrado a actuar en asociaciones italianas para un público muy mayor", compara. Y sigue: "En la Piccola Italia me siento en mi barrio, conozco al peluquero Richard, al policía de la cuadra, caminás por ahí y siempre te encontrás con un amigo, con un artista, surgen proyectos, soñamos con viajar y con difundir esta cultura tana". Es feliz de saberse parte de este momento en Buenos Aires.
Maxi Manzo, cantante de pop rock en italiano
Maxi Manzo, cantante de pop rock en italiano.Foto:Gentileza Maxi Manzo
En el departamento de Verónica Morello hay varios paquetes de pasta de Paese Dei Sapori, en un frasco de vidrio en la cocina de la novela La Leona se adivina la misma marca de pasta seca, en Il Ballo del Mattone estas pastas son palabra santa. Víctor Sardella, quien vivió en Nápoles hasta los 15 años, ahora es socio de esta fábrica de pastas importada de Turín. "Cuando me retiré de mi actividad como ingeniero, con un amigo y ahora socio decidimos comprar una planta que producía pasta en Italia y que salía a remate. Dijimos: 'Si la ganamos vamos a hacer algo en Argentina que sea tradicionalmente y verdaderamente con espíritu y alma italianos'". Y ganaron la pulseada. En 2013 llegaron las máquinas, contrataron supervisión italiana y se pusieron a producir: tienen 30 variedades distintas de pasta, un volumen de producción de 8000 kilos mensuales y están en plena expansión.
Para ellos insertarse en la Piccola Italia fue toda una prueba. Ahí habría paladares italianísimos. "La primera vez que participamos en Al Dente! dimos pasta para que se sirviera gratis en el restaurante de Adrián Francolini. Nosotros vendíamos paquetes de pasta afuera en dos mesas: tuvimos que ir cinco veces a la fábrica a reponer porque nos quedábamos sin", recuerda Víctor. "Ahí nos dimos cuenta de la aceptación de lo nuestro".
Al año siguiente cocinaron en la calle. "Había una cuadra de cola", dice. Y cada año fue mejor. "Si algo le faltaba a Palermo era esto. Acá lo que pega es que se trata de un ambiente italiano, no armado sino sentido. Porque vos caminás esas cuadras y te podés quedar todo el día. Para mí es muy emocionante, porque estás bajo el paraguas de la italianidad, la gente entra en un mundo: es como estar en una cuadra de Nápoles, en sus mercados", dice. Describe aquel escenario tan conocido, tan querido y no tan lejano.
Roberto Lampa es de la zona centro norte de Italia, de Ancona, una ciudad sobre la costa del Mar Adriático. Aunque el escenario a simple vista no se parece, para él Buenos Aires y su ciudad natal tienen la misma "naturaleza". Roberto era investigador en su país y por los recortes suprimieron su proyecto; su novia argentina también corrió la misma suerte. Empezaron a evaluar propuestas: vivieron en París y en Nueva York, donde cada uno terminó su posdoctorado, pero ninguna de esas ciudades los convencía para quedarse.
"Hay una cuestión de vivir, no sólo trabajar. Y en ninguno de estos lugares estuvimos cien por ciento conformes porque la naturaleza, tanto del italiano como del argentino, es que hay ciertos valores, cierta cosa importante que compartimos: la familia, los amigos, que son muy lejanos en la cultura anglosajona o incluso francesa", dice. Hace tres años y medio que comparten un departamento en Palermo y ambos lograron incorporarse en la carrera de investigadores de Conicet. Su proyecto de investigación también conecta a ambos países: es un estudio comparado de la crisis argentina de 2001 con la de Euro de 2008.
Como un modo más de explotar su ser ítalo-argentino (desde hace un tiempo tiene doble ciudadanía) Roberto integra el Laboratorio di Ideee Italia Argentina, un espacio que, entre otros proyectos, emprendió una encuesta para conocer más sobre la inmigración de italianos en la última década. La abogada María Inés Tarelli, miembro activa de esta institución, se explaya en los objetivos de este grupo integrado por descendientes de inmigrantes y jóvenes recién llegados de Italia. "Este grupo se creó para expresar la nueva italianidad en una asociación nueva que nos permita dialogar con una Italia distinta a la que nos transmitieron nuestros abuelos", dice.
Gorriti, entre Arévalo y Bonpland, se ofrecen propuestas artísticas y gastronómicas de la cultura tana
Gorriti, entre Arévalo y Bonpland, se ofrecen propuestas artísticas y gastronómicas de la cultura tana.Foto:LA NACION/Patricio Vidal / AFV
Giuseppe Sauro (29 años) y Attilio Ardito (30) no se conocían en Italia; coincidieron en un hostel de Buenos Aires donde se hospedaron para terminar el postítulo en Relaciones Internacionales en la sede argentina de la Universidad de Bologna. Dice Attilio: "Yo prácticamente me escapé de Italia, porque me recibí y no tenía trabajo, no tenía perspectivas. Llegué acá y sólo sabía de Maradona. Ni conocidos, ni amigos, nada. Y de a poco me fui enterando toda la historia que tienen con Italia. Acá hablás en italiano y a la gente se le ilumina la cara", dice, en un bar de Palermo. Y cuenta que estar en la Argentina para él fue redescubrir y amar de nuevo a su país.
A su lado, Giuseppe asiente. Su interés por esta ítalo-argentinidad llegó hasta su tesis de posgrado: estudió la inmigración italiana en la Argentina. "Vemos que siguen llegando muchos jóvenes cada día. Es gente que en principio viene por un tiempo, algunos a estudiar, pero luego se quedan", dice.
Esta movida joven fue la que en parte los impulsó a Attilio y a Peppe a crear Aperitano, un puente entre la Argentina e Italia. En encuentros itinerantes -se organiza cada mes en diferentes barrios porteños- se comparten aperitivos y comidas típicas de Italia; siempre hay una banda en vivo y una muestra de fotos o cuadros italianos. "La movida cultural es la intención. Como lo que se genera en el barrio italiano de Palermo, lo que es importante es que no sea de promoción comercial", dice Attilio. "Que tenga un alma", aporta Giuseppe.
Link a la nota: http://www.lanacion.com.ar/1885487-piccola-italia-en-palermo-un-barrio-que-celebra-la-inmigracion

Clarín - IEco - En el país se consumen más de mil millones de alfajores por año - pág 14


Clarín - Sociedad - Más de 9 mil personas hicieron la mateada más grande del mundo - pág 30



La Nación - Sábado - Comidas de trabajo, claves para salir airoso - pág 6


Clarín - Ciudades - City tour gourmet apto para celíacos

City tour gourmet apto para celíacos


Sandwiches. Hay buenas opciones para celíacos.

La Ciudad de Buenos Aires es rica en olores y en sabores. Caminar por la calle Corrientes hace inevitable que nos den ganas de entrar a comer una pizza a Guerrin o a Las Cuartetas, y si paseamos por Puerto Madero los restoranes y la variada oferta gastronómica son una tentación difícil de resistir. Los celíacos estamos obligados a comer sin TACC (trigo, avena, cebada y centeno) para mantenernos sanos y fuertes, pero al mismo tiempo mantenemos sano y fuerte el olfato… y el apetito. 
A no confundirse: no vamos caminando por la calle disfrutando del olor de una galleta de arroz o de una barra de cereales con chispas de chocolate, ni apuramos el paso para llegar a casa con la ilusión de encontrarnos con una tentadora ensalada de lechuga y tomate. No. Queremos comer lo mismo que comen quienes no tienen intolerancia al gluten, y si es posible más rico que ellos. 
A fines de 2014 me detectaron la celiaquía, y desde ese momento el desafío es permanente: buscar lugares para celíacos que no tengan nada para envidiarle a los lugares de comida tradicionales. Y si bien es cierto que en los últimos tiempos los locales para celíacos crecieron, la tarea no es fácil. Mi pregunta recurrente es: ¿dónde encontrar un buen sandwich de jamón, queso, tomate y mayonesa? ¿O una porción de pizza que no tenga el clásico olor a la harina de arroz? Ni hablar de algo tan sencillo como los ñoquis del 29. 
Mi familia y mis amigos están un poco cansados de que les hable de comida. Supongo que mi psicóloga también, aunque ella, por razones obvias, me tiene más paciencia. Me dicen: “Uh, otra vez empezás con eso…” El ‘con eso’ se debe a una teoría que vengo analizando desde hace tiempo, y que dice que la persona que logre la textura y el sabor del pan francés, pero con harinas no tradicionales, estará a un paso del premio Nobel. 
A esta altura, debo reconocerlo, creo saber dónde se encuentran casi todos los bares, restoranes y casas de comida caseras que venden menús sin gluten en la ciudad de Buenos Aires. Palermo está a la cabeza en el ranking del “gluten free friendly”: en pocas cuadras hay dos restoranes y un despacho de comidas donde existen platos riquísimos y ayudan a que los celíacos nos olvidemos por un rato que lo somos. 
Por alguna extraña razón mi sentido de la ubicación no es tan bueno como antes, motivo por el cual cada vez que salgo con el auto termino dando vueltas cerca de alguna casa de comidas libre de gluten, aunque el lugar se encuentre a muchas cuadras de mi destino original. Si mi mujer me cuestiona por el recorrido o mis hijos se quejan porque vamos a llegar tarde a un evento, les digo que me desvié por temor a encontrarme con una manifestación en contra del cambio climático, aunque un sábado a la tarde o un feriado resulte poco creíble. 
Postres. Los sabores y texturas se pueden preservar sin trigo, avena, cebada y centeno.
Así, más de un fin de semana termino estacionado donde no se debe, con varios automovilistas mirándome de reojo y con cara de pocos amigos. Seguramente, los vecinos de Laprida y Pacheco de Melo, donde está Cooking Time Gluten Free, me conocen de memoria. Allí, en el local que atienden Horacio y Natalí, descubrí las facturas más ricas desde que dejé de comer con gluten. A esta altura, disfruté de varias docenas de medialunas y seguramente recibí unas cuantas infracciones de tránsito por estacionar en doble fila…  Está claro: ser celíaco es más caro. Algo parecido me pasó con Vichenzo, en Salta al 500, donde hacen unas pastas estupendas,  y hasta más ricas que las tradicionales, y en Cocelia, un lugar donde el sandwich de jamón y queso se hace, de verdad, con pan baguette. 
Medialunas. Un clásico al que los celíacos no tienen que renunciar.
La búsqueda no sólo es visual: además de salir a la calle con las antenas bien paradas mirando vidrieras con el logo “libre de gluten”, Facebook e Internet son una gran ayuda. El año pasado, desde una casa de comidas para celíacos me llegó un mail que decía: “De miércoles a domingo, por las noches, comenzamos con un nuevo servicio de entregas a domicilio”. Para cualquier persona, el delivery en una ciudad como Buenos Aires es algo básico, como tener un celular o salir a la esquina y parar un taxi. No para los celíacos, quienes cada vez que vamos a comer afuera, o queremos pedir algo en nuestras casas, estamos en problemas. 
Aunque podemos consumir carne, pollo, pescado o ensaladas, si la cocina no está debidamente protegida se corre el riesgo de sufrir la contaminación cruzada, es decir, que los alimentos puedan estar contaminados por la harina. De repente, me volví un comprador compulsivo vía telefónica, y hasta consumía cuando no era necesario, sólo para que el delivery le resultara redituable a su dueño y no decidiera sacarlo, algo que finalmente ocurrió. Los celíacos en la Argentina somos cerca de 400.000. Muchos, pero no tantos todavía, al menos para que el delivery deje ganancia.

Link a la nota: http://www.clarin.com/ciudades/City-tour-gourmet-apto-celiacos_0_1551445216.html

Clarín - Sociedad - Atendido por sus presos: es un éxito el restaurante que abrió en una cárcel - pág 67


La Nación - Gastronomía - City Bell revoluciona la cocina

City Bell revoluciona la cocina

Cerca de La Plata crece una nueva movida gourmet: cafeterías especializadas, restaurantes de autor y hamburguesas de culto son parte de esa escena
Josefina Mazzoni, Solange Barreda, Fernando Scenna y Pablo Barreda almuerzan en Foodie
"Fuimos un par de veces a Los Fuegos. Y mi último cumpleaños lo festejamos en Atelier. Los dos son muy buenos, compiten con cualquier propuesta de Capital Federal", dice Laura Bellizi, una publicista que trabaja en Colegiales, pero que vive con su familia -marido y dos hijos- a unos 30 km al sur de la ciudad. Su historia es la de tantos: cansada del caos porteño decidió buscar la tranquilidad y el aire libre en un barrio privado sobre la Autopista Buenos Aires-La Plata. "Todas las mañanas dejamos a los chicos en la escuela y seguimos viaje a Capital. Por eso cuando salimos de noche o el fin de semana, a veces preferimos apuntar a otro lado. Tardamos lo mismo en ir a City Bell que a Puerto Madero. Y el lugar es precioso", explica.


A 46 km de Buenos Aires y a diez minutos en auto de La Plata, City Bell cuenta con apenas 80.000 habitantes, es una zona de calles angostas y arboladas que remiten a un andar pausado y pueblerino. Casas antiguas conviven con construcciones más nuevas, mientras que los vecinos se saludan al cruzarse en la plaza central.
Pero City Bell no es una postal nostálgica de pueblo del interior. Por el contrario, se la ve joven, en plena etapa de crecimiento. Su calle principal, la Cantilo, está repleta de locales de indumentaria y casas de decoración, en un seductor paseo comercial a cielo abierto. Aun así, el gran auge de la zona se debe a que, desde hace cuatro años, se convirtió en el centro de una verdadera revolución culinaria: la mejor gastronomía del sur bonaerense eligió City Bell como su lugar en el mundo, abriendo propuestas novedosas y creativas, de cafeterías de especialidad a restaurantes de autor, pasando por hamburguesas de culto y panaderías de masa madre. Un fenómeno que, lejos de agotarse, está en pleno apogeo.


"El cambio se da gracias a una nueva generación de cocineros jóvenes, con una mirada más profesional", cuenta Teresa Rucci, vecina y ella misma una gastronómica reconocida. Teresa supo ser cocinera en Utilísima y cuando la señal fue comprada por Fox, se especializó en la producción de programas gastronómicos, trabajando con nombres como Narda Lepes y Fernando Trocca. "Por el 2000, muchos cocineros se fueron a vivir y ganar experiencia afuera, en algunos de los mejores restaurantes del mundo. Uno de ellos es Mauro Colagreco, pero hay muchos más. Al volver a la Argentina encontraron acá una posibilidad de mostrar lo que saben", dice.

Santiago y Magdalena salen de La Thienda Yogurth
Santiago y Magdalena salen de La Thienda Yogurth.Foto:Paula Salischiker

La mención de Colagreco no es azarosa. El chef más premiado del país, que lleva dos estrellas Michelin en su solapa, nació en La Plata y es una celebridad en su ciudad natal. Más aún desde hace un par de meses, cuando decidió comenzar la hamburguesería Carne, su primer proyecto gastronómico en la Argentina, eligiendo a la Ciudad de las Diagonales como primer destino. La apertura de Colagreco tuvo un efecto colateral inmediato: los faros mediáticos de todo el país apuntaron a La Plata, iluminando así su faceta gastronómica, con una luz que llegó a City Bell.
Teresa está sentada en una de las pocas mesitas con las que cuenta El Arrobo, la preciosa panadería de Sebastián Pérez, ex fotógrafo del diario Clarín. Cada cliente que entra a El Arrobo saluda a Sebastián, en muchos casos se conocen desde la infancia, otros son clientes habituales. Acá casi todo se elabora con harina integral, pero está lejos del estereotipo de panadería naturista. Sus sabores aprovechan técnicas francesas y pueden ser tan golosos como delicados, trabajando con la misma masa madre desde su apertura. Las medialunas son deliciosas, con la textura crujiente que da el uso de la mejor manteca y el manejo profesional de la masa. Allí elaboran también los panes que utiliza Carne, la hamburguesería de Colagreco. Y con otra receta exclusiva (mezcla de harina integral y cerveza negra) preparan el pan de La Burguesa, la propuesta de Ignacio Londero, que tras años de trabajar en restaurantes en Noruega ofrece en City Bell sus "hamburguesas de culto". Discos generosos de carne que mezclan tres cortes vacunos ("la paleta da la estructura, el roast beef la grasa y la tapa el sabor"), diversos pickles caseros e ingredientes no tradicionales.

Teresa Rucci, una fanática de la panadería El Arrobo
Teresa Rucci, una fanática de la panadería El Arrobo.Foto:Paula Salischiker

Grandes y chicos

Hay dos grandes nombres ineludibles a la hora de pensar la actual City Bell gastronómica. De un lado, Diego Cortés, cocinero referente de la zona, que hace más de una década abrió allí Francesca, un restaurante de aires italianos que dejó huella. Cortés es presidente de la Cámara de Comercio, prosecretario de la incipiente Cámara de Gastronomía, director de Market Café, organizador de Nuestra Tierra (una feria de productores zonales y orgánicos) y dueño de La Usina, un precioso restaurante en una esquina arbolada dedicado a una cocina mediterránea propia. Por el otro lado está el grupo A Punto, dirigido por los hermanos Juan Carlos y Marcelo Leuzzi, que apostó a diversos conceptos, tanto en City Bell como en La Plata y Gonnet, con una calidad impecable y un alto nivel de profesionalismo. En total, el grupo tiene seis propuestas gastronómicas, entre ellas la de Los Fuegos, un restaurante imponente e icónico en la zona, abierto hace cuatro años. Su ambiente mezcla hierros con madera y vidrio, jardín con fogatas encendidas (mucho de su decoración la diseñó Santiago Magliano, un herrero y artista que tiene en City Bell su estudio y showroom), tiene una carta de vinos dirigida por el sommelier Gastón Cazzulo y los platos son del chef Cristian Iglesias Lamadrid, con ejemplos como las mollejas a la chapa con espumas de maíz y chimichurri o trucha con cuscús de azafrán y menta. A Punto también creó Foodie, una hamburguesería canchera, y ATP, punto de encuentro obligado del centro. En sus mesas se lo puede ver a la Brujita Verón o al puma Agustín Creevy eligiendo una hamburguesa de la carta de entre tres opciones (mix de cortes vacunos y de cerdo, 100% vacunos o sólo pollo), y luego sumando el pan preferido (brioche, de campo y multicereal).
Este año, el grupo abrirá dos nuevos lugares, uno dedicado a la pizza napolitana y otro a la cocina sana y casera, con vivero y bazar incluidos.
"Se trata de crecer de manera inteligente, mirando también a nuestro norte. A City Bell viene cada vez más gente de Berazategui, Hudson, Quilmes. Encuentran que acá hay un espíritu relajado, pueden estacionar sin problemas, es seguro para caminar de noche. El lugar les recuerda a algunos balnearios de la costa atlántica, sienten un poco que están de vacaciones", cuenta Pablo Cortés, mientras bebe un espresso preparado por Sebastián Biglieri, el barista a mando de Market, preparado en una máquina Simonelli (de las mejores del mundo), con un blend propio de Ecuador y Brasil.
"Cuando abrí Francesca en 2004, las calles eran de tierra; en invierno era muy difícil mantenerse. Hoy se sumó mucha gente joven que no sólo vive acá, sino que además trabaja acá. También creció el turismo, y una muestra es la reciente apertura del hotel City Bell, una propuesta boutique preciosa, con sólo 21 habitaciones."
"Para darte cuenta si uno es un citybillense o no, fijate si está en bicicleta. Nosotros no usamos casi el auto", cuenta Solange Barreda, mientras almuerza en Foodie con su hermano Pablo y una pareja de amigos. "Yo venía mucho de chica, mis padres tenían una quinta. Y hace diez años me mudé de La Plata para acá. Es divertido, porque antes era al revés: para comer tenías sólo Los Hermanos, el bodegón de toda la vida que sigue vigente. Y para algo distinto, los de City Bell íbamos a comer a La Plata. Ahora son ellos los que vienen a visitarnos. City Bell logra mezclar dos mundos: es pintoresco, tranquilo, con muchos espacios verdes, pero también tiene todo lo necesario para vivir acá sin necesidad de salir. Hay bancos, mejoraron mucho las escuelas, tenés los comercios, la gastronomía. Cada vez son más los que se mudan para acá, especialmente familias con chicos."

Cena romántica para Ivana y Mariano en Atelier Cocina y Cava
Cena romántica para Ivana y Mariano en Atelier Cocina y Cava.Foto:Paula Salischiker

Más allá de los principales jugadores de la gastronomía local, la fuerza culinaria de City Bell se apoya en su diversidad, promovida por muchos cocineros jóvenes y emprendedores que hacen su propio camino al andar. Atelier es el espacio de Santiago Palma. Tras años de trabajo en Europa (incluyendo al multipremiado Mugaritz vasco) y un paso por Nectarine, junto a Rodrigo Sieiro, en Buenos Aires, Santiago logra expresar la cocina de la zona, con menús estacionales que aprovechan el formidable cordón frutihortícola que rodea a La Plata, otro punto destacable del valor que tiene la zona en la relación con los alimentos. "La producción local es muy fuerte, con muchos productores comprometidos. Hay una enorme variedad de frutas y verduras, muchas orgánicas; también pollos de campo, conejos, quesos y más emprendimientos. Todo a diez minutos de auto", explica.
Otros ejemplos son Casa Corazón, que se ocupa de darle presencia a la tendencia global de los restaurantes a puerta cerrada. Pequeño y honesto es el bastión de Enrique Pironio, donde ofrece diversos platos (de unas costillas de cordero patagónico con cuscús de vegetales y curry de coco al pecho de cerdo confitado con toffi de kabutia y crema de manzanas ahumadas) con precios amables y sumando eventos especiales con chefs invitados. También, apenas alejado del centro, Edgardo Kuda apuesta al mejor sushi y a la cocina tradicional japonesa, con toques nikkei, todo elaborado con maestría. Y Cucinotto toma la responsabilidad de preparar pizzas finitas en un horno alimentado por leña, respetando el cornicione (borde) clásico, levantado y crocante, de Nápoles. Una de las rotiserías modernas por excelencia es Sa Cuina, que se aleja de los consabidos clichés para ofrecer un roll de merluza relleno de langostinos y tomillo fresco, sobre puré de guisantes y papas. Y para el momento del té dos opciones: Lemon Pastelería y The Rose. A la hora del helado no hay opción: debe ser, sí o sí, de Thionis, la gran heladería platense a la que ninguna franquicia logró hacerle frente, mientras que los más jóvenes optan por La Thienda, la versión de Thionis especializada en yogur helado.
Imposible hablar de este lugar sin mencionar uno de sus highlights más convocantes: la cerveza artesanal. "En La Plata hay 65 cervecerías artesanales. Después de Mar del Plata y Bariloche somos el tercer productor más grande del país", explica Juan "Rulo" Espinoza, cocinero y creador junto a unos amigos de Las Pintas, un bar donde ofrecen nueve canillas de cerveza tirada, entre ellas la Bitter de Panacea, fresca, seca y con buen punto de amargor. "Es impresionante, la categoría creció muchísimo", dice. Esta pasión explica también que la marplatense Antares haya decidido abrir en City Bell una de sus sucursales.

Leslie, Patrick y sus hijos: extranjeros seducidos por Market Café
Leslie, Patrick y sus hijos: extranjeros seducidos por Market Café.Foto:Paula Salischiker

La feria

Del 7 al 10 de abril City Bell tendrá su gran fiesta gastronómica, Picurba. Un multitudinario picnic al aire libre, con mesas comunitarias, stands y food trucks, que en su última edición convocó a más de 70.000 personas deseosas de ver a cocineros invitados de la talla de Fernando Trocca, Dolli Yrigoyen, Narda Lepes, Donato de Santis, Osvaldo Gross y Borja Blázquez; de escuchar música en vivo, y aún más, de probar, con precios fijos y amigables, los platos de más de 100 restaurantes de City Bell y La Plata. Creación de Manuel Domínguez y dos amigas en 2014, esta feria es, al mismo tiempo, causa y consecuencia del boom gastronómico que vive la región, dejando en claro que no se trata de una moda pasajera, sino de una verdadera pasión por la gastronomía. Y el convencimiento de convertir la zona en un polo turístico, que se sume a las múltiples actividades artísticas y deportivas que tiene La Plata. "City Bell creció de manera orgánica. No es un invento, esto pasa. Y ahora, La Plata también sube su categoría gastronómica. Este año se espera en City Bell el nuevo restaurante de Renato Rosano, el ex cocinero de Los Fuegos. Y estamos gestando la cámara gastronómica, donde se agruparán los restaurantes, cocineros y productores de la zona", concluye Manuel.
Producción de Lila Bendersky

Link a la nota: http://www.lanacion.com.ar/1885363-city-bell-revoluciona-la-cocina

Revista Club La Nación - Tea Passion - pág 10