City tour gourmet apto para celíacos
La Ciudad de Buenos Aires es rica en olores y en sabores. Caminar por la calle Corrientes hace inevitable que nos den ganas de entrar a comer una pizza a Guerrin o a Las Cuartetas, y si paseamos por Puerto Madero los restoranes y la variada oferta gastronómica son una tentación difícil de resistir. Los celíacos estamos obligados a comer sin TACC (trigo, avena, cebada y centeno) para mantenernos sanos y fuertes, pero al mismo tiempo mantenemos sano y fuerte el olfato… y el apetito.
A no confundirse: no vamos caminando por la calle disfrutando del olor de una galleta de arroz o de una barra de cereales con chispas de chocolate, ni apuramos el paso para llegar a casa con la ilusión de encontrarnos con una tentadora ensalada de lechuga y tomate. No. Queremos comer lo mismo que comen quienes no tienen intolerancia al gluten, y si es posible más rico que ellos.
A fines de 2014 me detectaron la celiaquía, y desde ese momento el desafío es permanente: buscar lugares para celíacos que no tengan nada para envidiarle a los lugares de comida tradicionales. Y si bien es cierto que en los últimos tiempos los locales para celíacos crecieron, la tarea no es fácil. Mi pregunta recurrente es: ¿dónde encontrar un buen sandwich de jamón, queso, tomate y mayonesa? ¿O una porción de pizza que no tenga el clásico olor a la harina de arroz? Ni hablar de algo tan sencillo como los ñoquis del 29.
Mi familia y mis amigos están un poco cansados de que les hable de comida. Supongo que mi psicóloga también, aunque ella, por razones obvias, me tiene más paciencia. Me dicen: “Uh, otra vez empezás con eso…” El ‘con eso’ se debe a una teoría que vengo analizando desde hace tiempo, y que dice que la persona que logre la textura y el sabor del pan francés, pero con harinas no tradicionales, estará a un paso del premio Nobel.
A esta altura, debo reconocerlo, creo saber dónde se encuentran casi todos los bares, restoranes y casas de comida caseras que venden menús sin gluten en la ciudad de Buenos Aires. Palermo está a la cabeza en el ranking del “gluten free friendly”: en pocas cuadras hay dos restoranes y un despacho de comidas donde existen platos riquísimos y ayudan a que los celíacos nos olvidemos por un rato que lo somos.
Por alguna extraña razón mi sentido de la ubicación no es tan bueno como antes, motivo por el cual cada vez que salgo con el auto termino dando vueltas cerca de alguna casa de comidas libre de gluten, aunque el lugar se encuentre a muchas cuadras de mi destino original. Si mi mujer me cuestiona por el recorrido o mis hijos se quejan porque vamos a llegar tarde a un evento, les digo que me desvié por temor a encontrarme con una manifestación en contra del cambio climático, aunque un sábado a la tarde o un feriado resulte poco creíble.
Así, más de un fin de semana termino estacionado donde no se debe, con varios automovilistas mirándome de reojo y con cara de pocos amigos. Seguramente, los vecinos de Laprida y Pacheco de Melo, donde está Cooking Time Gluten Free, me conocen de memoria. Allí, en el local que atienden Horacio y Natalí, descubrí las facturas más ricas desde que dejé de comer con gluten. A esta altura, disfruté de varias docenas de medialunas y seguramente recibí unas cuantas infracciones de tránsito por estacionar en doble fila… Está claro: ser celíaco es más caro. Algo parecido me pasó con Vichenzo, en Salta al 500, donde hacen unas pastas estupendas, y hasta más ricas que las tradicionales, y en Cocelia, un lugar donde el sandwich de jamón y queso se hace, de verdad, con pan baguette.
La búsqueda no sólo es visual: además de salir a la calle con las antenas bien paradas mirando vidrieras con el logo “libre de gluten”, Facebook e Internet son una gran ayuda. El año pasado, desde una casa de comidas para celíacos me llegó un mail que decía: “De miércoles a domingo, por las noches, comenzamos con un nuevo servicio de entregas a domicilio”. Para cualquier persona, el delivery en una ciudad como Buenos Aires es algo básico, como tener un celular o salir a la esquina y parar un taxi. No para los celíacos, quienes cada vez que vamos a comer afuera, o queremos pedir algo en nuestras casas, estamos en problemas.
Aunque podemos consumir carne, pollo, pescado o ensaladas, si la cocina no está debidamente protegida se corre el riesgo de sufrir la contaminación cruzada, es decir, que los alimentos puedan estar contaminados por la harina. De repente, me volví un comprador compulsivo vía telefónica, y hasta consumía cuando no era necesario, sólo para que el delivery le resultara redituable a su dueño y no decidiera sacarlo, algo que finalmente ocurrió. Los celíacos en la Argentina somos cerca de 400.000. Muchos, pero no tantos todavía, al menos para que el delivery deje ganancia.
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