¿Por qué comemos pan dulce en Navidad?
De origen religioso y mítico, el pan dulce no falta en la mesa de los argentinos en época de fiestas. Cuáles son los orígenes de esta tradición
Todos los años -después de la clásica cena navideña- entran en escena los dulces de siempre que, tanto grandes como chicos, esperan. Si bien los dulces de las fiestas variaron en los últimos tiempos hay algo que todavía está presente y se comparte casi sin excepción en todas las mesas para Navidad: el pan dulce.
Sucede que, este tradicional pan se degustó en todos los tiempos, aunque con diferentes formas, agregado de frutas secas, especies o, para los más innovadores, hasta relleno de chocolate. Sea como sea, el pan dulce se supo instaurar como símbolo de una costumbre con condimento religioso, el hecho de compartir el pan.
Si bien el origen de esta delicia es un poco incierto hay algunas historias que se han popularizado. Cuenta la historia más antigua que los primeros cristianos lo preparaban recordando la ciudad que albergó el nacimiento del niño Jesús, Belén o Betlehem, tal como se dice el nombre de esta ciudad en hebreo, que justamente significa "casa del pan".
Aunque otra versión sostiene que fueron los griegos sus creadores, por haber iniciado la tradición panadera, ya en la época de Augusto, descendiente de Julio César, en Roma, se habían censado más de 300 panaderías. Pero los indicios históricos indican que entre el pan y el pan dulce deberían pasar varios siglos, ubicándose a este último en el Renacimiento a mediados del siglo XV.
El pan dulce veneciano casi no lleva frutas y se sirve espolvoreado con azúcar impalpable (iStock)
Se cuenta también que el nacimiento de esta tradición fue en Milán en el marco de la historia de amor entre Ughetto y Adalgisa en la corte del duque Ludovico Maria Sforza. Ughetto degli Atellani, era un joven de origen noble, criador de halcones y enamorado de Adalgisa, la hija del panadero. Pero su unión era prohibida.
El panadero, llamado Toni, estaba casi en bancarrota y Adalgisa debía trabajar día y noche en la panadería. Para ayudarla, Ughetto decidió ayudar y propuso agregar un poco de mantequilla a la pasta del pan, pero como no había dinero para ello, el joven vendió uno de sus halcones y compró la manteca. A los clientes le gustó tanto que le agregaron un poco de azúcar a la receta y para las fiestas agregaron pasas y cortezas de naranja y de limón confitadas para celebrar, atrayendo la atención de toda la corte y limando las asperezas para que esta unión se concretara.
Se dice que cuando el duque Ludovico Sforza comió, junto con Leonardo Da Vinci, el pan dulce, la creación se expandió bajo el nombre de Panetonne (es decir, "pan de Toni").
Una versión que tiene de protagonistas a los mismos enamorados, ubica la acción recién en el Siglo XVII y en la ciudad de Génova, lo cual es probable que este dando cuenta de la versión genovesa del Pan Dulce, pero no del pionero Panettone.
Así como se diferencian las historias, también las recetas. Si bien el pan dulce de Génova o de Milán fue el primero y más tradicional, el veneciano fue su más grande competidor. El original tiene una masa más firme, enriquecida por frutas y especias pero el veneciano es un bizcocho levado, de masa muy ligera y no lleva frutas, sólo está espolvoreado con azúcar impalpable.
El pan dulce de Milán es un tipo de pan dulce con una masa muy elaborada, hecha con abundantes huevos, perfumada con cedrón abrillantado, pasas sultanas, cáscara de naranja, decorado con almendras tostadas y azúcar granulada. Su forma es más alta que la del pan genovés y su coloración más clara y rubia.
Aunque la verdadera historia del pan dulce no se conoce con exactitud, esta delicia navideña comenzó a extenderse notablemente, hasta convertirse en el postre típico de la Navidad. Cercanos a las fiestas y a los festejos propios del año nuevo, el pan dulce invita a ser disfrutado en familia. De la panadería del barrio a la mesa de nochebuena, en la sobremesa de navidad y en el brindis del año nuevo, el pan dulce reclama su protagonismo cada 24 de diciembre.
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