El furor por los clubes de jazz
Música, comida y cócteles se combinan de manera exquisita en una docena de espacios porteños que atraen a un público ecléctico y cada vez más numeroso
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Sebastián Ríos
SÁBADO 03 DE SEPTIEMBRE DE 2016
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Noche de jazz en San Telmo. Sobre el escenario de Bebop, los siete integrantes de The Dixieland Friends recrean imperecederos clásicos nacidos en el Nueva Orleáns de las primeras décadas del siglo pasado. En el auditorio, cómodamente sentado en torno de pequeñas mesas redondas, el público disfruta del show, pero también de la cena; copas de vino, cócteles y tapas son parte de la velada del último miércoles de agosto. "Hoy hay mucha variedad en la oferta de jazz en Buenos Aires. Yo me guío por el de boca en boca de mis amigos. Cuando me hablan de una banda entro a Internet, escucho un tema y si me gusta ¡ahí voy!", cuenta Nicolás Bruder, de 28 años, mientras sostiene en su mano una copa de Tinto Negro Malbec.
A la misma hora, en Palermo, Guido Pons ocupa una de las mesas de Monk, uno de los clubes de jazz porteños más nuevos, en el que los miércoles son noche de big bands. Repartidos arriba y debajo del escenario, los 17 miembros de la Artistry Big Bang se preparan para dar comienzo al show. "Me gusta el jazz instrumental, más que nada el más clásico tipo 1930. Si bien no soy fanático, tengo muchos amigos que les gusta el jazz y que van a ver jazz", comenta Guido, de 24 años, que dice que esta noche llegó a Monk buscando en Internet jazz.
Con clásicos como Thelonious, Notorious o Virasoro, locales más recientes como Bebop, Boris o Monk, y un creciente número de otros clubes de música de propuestas más eclécticas, pero que cada vez destinan más espacio a este género, las noches de jazz se han convertido en una salida ya no sólo para sus amantes, sino también para un número creciente de porteños (y de turistas) que encuentran en los clubes el lugar donde escuchar música, pero también donde reunirse con amigos o donde disfrutar de elaboradas propuestas gourmet.
"Es sorprendente lo que está sucediendo con el jazz en Buenos Aires", afirma Eduardo Canzobre, productor y musicalizador del programa Jazzblue, que se emite los domingos, a las 20, en FM Blue.
"El número de clubes de jazz y la diversidad de propuestas han crecido en los últimos años. Cada semana, si uno mira las agendas en la Web se sorprende por la cantidad de shows que hay, y por el hecho de que hoy el jazz ya no es más sólo para los grandes, sino que el gran público ahora son los jóvenes", agrega.
Humphrey Inzillo, periodista especializado y fundador de la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica, coincide. "Hoy Buenos Aires ofrece la posibilidad de escuchar muy buenos conciertos de jazz todos los días de la semana. En esto tiene que ver la proliferación de los clubes de jazz, pero también con la cantidad de ciclos como Jazzología, del Centro Cultural San Martín, y el espacio que tiene el género en el CCK y en la Usina del Arte."
Inzillo, editor de la revista Brando, agrega: "Algo que también es importante es que existen varios espacios donde el jazz no sólo se escucha, ¡sino que también se baila! Hoy, en Villa Crespo, Swing City es un centro neurálgico de la movida del Lindy Hop, con clases y bailes con música en vivo".
"Buenos Aires tiene una oferta variada y muy interesante de jazz, tanto para los que gustan de lo más clásico como para los que se interesan por cosas más modernas. Incluso hay muchas bandas locales que circulan con temas propios, muy buenas", dice Soledad Lazares, licenciada en Comunicación, de 33 años, cuyo playlist cotidiano se nutre de grandes voces femeninas del jazz como Ella Fitzgerald, Billie Holliday y Diana Krall, y que asiste habitualmente a clubes de jazz. "Me gusta mucho Virasoro, es íntimo y generalmente sorprende con sus propuestas", agrega.
"Lo más interesante de la escena porteña de jazz, creo yo, es la diversidad de propuestas", afirma Inzillo, e improvisa una ilustrativa lista: "El pianista Manuel Fraga tiene un show buenísimo con su trío recreando algunas de las canciones que Woody Allen usó en la banda sonora de sus films; la pianista colombiana Tatiana Castro Mejía y el trombonista Francisco Salgado tienen un dúo donde versionan a Thelonious Monk; el saxofonista Eloy Michelini rinde tributo a John Coltrane; Marco Sanguinetti versiona a Radiohead en clave jazzística; el guitarrista Tomás Fraga se posiciona como una revelación, y el legendario Jorge López Ruiz toca, todavía, en un nivel superlativo."
Pero la música en ocasiones es una buena excusa para vivir una salida diferente. Aunque buena parte del público no conozca quién toca una noche, lo importante es que en los clubes de jazz se come bien. Es una cualidad que no pasa inadvertida en una noche porteña donde es difícil la combinación música + comida + bebida de calidad.
Un salto cualitativo
No hay dudas de que la diversidad es uno de los aspectos que distingue a la escena de Buenos Aires. Sin embargo, el cada vez más elevado nivel de los músicos que la conforman también es parte no menor de su crecimiento. "Hubo como un antes y un después de 2006, que es cuando se abrió una carrera de formación terciaria en jazz en el Conservatorio Manuel de Falla. Eso hizo que Buenos Aires se llenara de músicos interesados por el género, lo que terminó haciendo un clic en la escena", sostienen Sebastián Groshauf, de 40 años, baterista que integra el Andrés Boiarsky Cuarteto, el Carlos Lastra Cuarteto y el JH Proyect, proyecto propio que reinterpreta el repertorio de Joe Henderson.
"A partir del lanzamiento de la carrera -agrega Sebastián-, Buenos Aires empieza a poblarse de músicos, la competencia comienza a hacerse un poco fuerte, el nivel empieza a subir y los músicos empiezan a buscar espacios donde mostrar lo que hacen, que muchas veces no son los clubes tradicionales de jazz." Un ejemplo es Roseti Espacio Cultural, en el porteño barrio de Chacarita, que ofrece propuestas de distintas disciplinas artísticas y, en música, de diferentes géneros, entre los que se cuentan propuestas de autor en torno del jazz.
Esa diversidad de propuestas resulta tentadora para todo aquel que busca en Internet un plan para la noche de cualquier día de la semana, o incluso para los que paseando por Palermo, por ejemplo, se encuentran con un cartel en la vereda que indica que está por comenzar un show de una big band. "Hay mucho turista curioso que pasa por nuestra puerta, ve la palabra jazz en el cartel y dice: «¡Qué interesante!», eso nos pasa hoy con los turistas brasileños", comenta Marcos Vecchioli, uno de los propietarios de Monk, que señala que la riqueza de la escena porteña de jazz sobrepasa largamente la de otros países de la región: Buenos Aires es la capital sudamericana del jazz.
"Hay muy pocas ciudades en el mundo que exhiban la cantidad de propuestas de jazz que tiene hoy Buenos Aires", afirma Canzobre, que señala que periodistas especializados norteamericanos sostienen que la escena porteña es incluso más amplia que la de ciudades como... Nueva York.
"Si bien no tiene el legado histórico que sí tiene Nueva York, Buenos Aires está generando su propia mística -sostiene Inzillo-. Thelonious, Boris, Notorious y Bebop están creando un circuito que, junto a Virasoro y las noches de los martes en Sheldon, van construyendo sus habitués y mostrando esa diversidad de propuestas que hacen que Buenos Aires sea una de las capitales del jazz latinoamericano."
Sebastián Groshauf aporta una impresión muy personal al respecto: "El verano pasado fui como parte de un trío de jazz a trabajar a bordo de un crucero que dio la vuelta al mundo -recuerda-. Visitamos muchas de las grandes ciudades de distintos continentes, y ninguna tenía una propuesta cultural en torno del jazz como la de Buenos Aires".
Música y algo más
Uno de los aspectos que hace de los clubes de jazz una propuesta atractiva incluso para quienes no son fervientes cultores de este género musical es la posibilidad no sólo de asistir a un show, sino de hacer de la salida el momento del aperitivo, de la cena o del cóctel de medianoche. "Hay clubes de jazz donde la gastronomía tiene una pata tan importante como la música, a veces con precios bastante elevados, donde toda la salida se vuelve una experiencia gourmet", dice al respecto Inzillo.
Boris Club o Bebop son ejemplos claros de clubes que ponen especial énfasis en el costado gourmet de la experiencia. "Nuestro show central es a las 21.30, con lo cual la gente cena en Bebop. Para eso desarrollamos una propuesta gastronómica adaptada a un club de música, con tapas y sándwiches", dice Aldo Graziani, propietario de Bebop, que cuenta para ello con la cocina del restaurante Aldo's -que funciona en la planta de arriba del club- y que se caracteriza por su cuidada cocina, acompañada por una casi inabarcable carta de vinos.
En el resto de los clubes de jazz, las picadas, las pizzas y los sándwiches son el acompañamiento habitual de la música, y es donde la cerveza y los tragos directos reemplazan al vino y a la coctelería de autor. De alguna forma, la contraparte gourmet del show determina la edad (y el poder adquisitivo) del público de uno y otro lugar. En los clubes gourmets, comenta Inzillo, "es un público, digamos, sofisticado, que sin generalizar ronda los 40/50 años para arriba. Pero también hay un circuito alternativo, donde no se apunta tanto a la sofisticación, sino a la calidez. Y allí el público es un poco más joven".
Como sea hay propuestas para todos los gustos y bolsillos. Eso lo demuestran los carteles de "no hay más localidades" que hoy son habituales en las funciones centrales de los viernes y los sábados de la mayoría de los clubes de jazz porteños.
El público se renueva
"Hay un creciente interés de los jóvenes por el jazz, algunos incluso con cosas cercanas como el swing", comenta Gabriela Montero, diseñadora web y sommelier de 47 años, que suele ir a clubes de jazz como Notorious, Thelonious o Bix. "Veo mucho público joven, de 25 a 35 años, en especial en los clubes donde se toca jazz moderno, fusionado con otras músicas, a veces mezclado con electrónico", coincide Nicolás Bruder, que se dedica a la carpintería vintage en su firma Jauser Design.
El creciente interés por el jazz por parte de las nuevas generaciones de hipsters se respira en clubes como Monk. En la noche de big bands del miércoles último sólo Jorge Fajardo, el programador del club, superaba los 40 años. Banda y público se mueven cómodamente en la franja de los 25/35. "Al principio, en las primeras fechas, venía gente grande, en parte porque los que tocaban eran grupos de más tiempo, pero a medida que fuimos incorporando grupos nuevos, como hoy la Artistry Big Band, viene gente de 20 a 30 -cuenta Fajardo-. Es muy lindo ver a los chicos siguiendo el ritmo, todos concentrados en el show. Si bien en los clubes hay un segmento de público grande, también hay una movida joven que cada vez es mayor."
"El público depende del lugar y del tipo de jazz -comenta Hugo Hoffmann, de 30 años, mientras saca la entrada para ingresar a Monk-. Quizás una big band atraiga a gente más grande, pero el jazz contemporáneo, o con agrupaciones más reducidas, o una jam es lo que está más de moda en un público más joven."
Más jóvenes, menos jóvenes, lo que queda claro es que la mayor difusión del jazz a través de los clubes que atraen tanto a los fanáticos como a los turistas que pasan y se ven atraídos por el anuncio en la pizarra, o a los que buscan algún plan diferente para la noche de un miércoles (de un jueves, un viernes, un sábado...), hace hoy que este género trascienda a la élite tradicional que suele señalarse como su fiel y única consumidora.
"Creo que la fascinación por el jazz es cada vez más multigeneracional -concluye Inzillo-. Es auspiciosa la cantidad de jóvenes que, cada vez más, se acercan al género en sus distintas vertientes. La creciente convocatoria del Festival de Jazz de Buenos Aires, el cartel de "localidades agotadas" que suele colgarse en las boleterías del ciclo Jazzología es otra buena medida para entender que el interés por el jazz no se restringe ni a un grupo social ni etario en particular. Sin ser una música masiva, por la calidad de las propuestas y el interés del público, parece un fenómeno en expansión. Y eso es definitivamente saludable".
Los recomendados
Bebop
Moreno 364, San Telmo
Es el espacio más importante fuera del circuito de Palermo y tiene la buena comida de Aldo's como condimento adicional. No sólo apuesta al jazz, sino también a otros géneros
Thelonious
Salguero 1884, Palermo
El lugar de culto del jazz porteño, junto a Virasoro, permite tomar más tragos que comer algo elaborado. El menú consiste en pizzas o picadas
Boris Club
Gorriti 5568, Palermo
Con buena cocina, acústica y ubicación es otro de los lugares que funcionan como referencia del género, tanto para músicos locales como internacionales
Virasoro Bar
Guatemala 4328, Palermo
Pequeño, es uno de los lugares más queridos por los músicos del jazz local; el menú también es básico, aunque también hay sándwiches
Monk Club
Thames 1511, Palermo
Nuevo, suma una opción con un menú también básico y todavía le resta trabajar en la acústica, aunque la oferta musical es muy buena
Vicente El Absurdo
Julián Álvarez 1886, Palermo
Está orientado al free jazz y su menú también es más de bar que de restaurante
Link a la nota: http://www.lanacion.com.ar/1934176-el-furor-por-los-clubes-de-jazz
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