Por qué la comida del avión nunca es sabrosa
Alimentos sin sabor, consistencias raras o platos resecos son algunas de las quejas más frecuentes de los viajeros. Para los especialistas no es culpa del chef ni de la materia prima elegida. Las verdaderas razones
¿Carne o pasta? La opción es limitada cuando se trata de viajar en avión. Pero más allá de las preferencias gastronómicas en vuelo, el sabor agradable al paladar tampoco es una de las características que presumen las aerolíneas, menos si se viaje en clase turista.
El chef internacional -Daniel Buloud -reconocido mundialmente por sus estrellas Michelin- quién estuvo a cargo del menú de la clase ejecutiva y y La Premiere de Aire France durante dos años explicó que en las comidas servidas "a veces hay combinaciones raras de alimentos".
El alimento del avión tiene mala reputación por varias razones: la manera en que el alimento se prepara y se almacena, el ambiente en el cual se sirve a bordo y las condiciones del vuelo se combinan para afectar el sabor.
Según Charles Spence, profesor experimental de la psicología en la Universidad de Oxford, la responsabilidad no es ni del chef ni de la materia prima elegida, sino de la altura, que afecta el sabor.
"Antes del despegue, las líneas aéreas congelan las comidas pre-hechas en el suelo y las descongelan mientras que están en aire. Aunque los aviones generalmente llegan a altitudes de unos 40.000 pies, la presión del aire en las cabinas es de unos 6.000 a 8.000 pies sobre el nivel del mar, por lo que es difícil preparar comidas frescas a bordo", resaltó el especialista.
"Las comidas se preparan de antemano, por lo que son estables durante varias horas", dijo Spence. "Entonces se recalienta en condiciones menos que ideales, lo que contribuye a la falta de sabor", puntualizó el profesor.
A su vez la tripulación tiene que servir a un número importante de personas, lo cual dificulta que el plato se 'reseque', dijo Guillaume de Syon, profesor del Albright College En Pensilvania.
Por otra parte, la combinación de aire seco, la baja presión y fuertes ruidos del motor en las cabinas de vuelo afectan fuertemente la capacidad de los pasajeros de oler y saborear tanto alimentos dulces como salados, según Spence.
Para que el alimento tenga el mismo gusto antes de que esté en el aire, los abastecedores de la línea aérea tienen que agregar hasta 30% más de azúcar o de la sal a una comida, concluyó el especialista.
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