La verdad oculta en el vino de Mendoza y San Juan
Por Alejandro Maglione
amaglione@lanacion.com.ar
La omertá. Como en otras tantas actividades, la viticultura tiene sus propios códigos de silencio. Viene a ser como la famosa omertá de los italianos que mantiene fuera de los ojos y oídos de la población lo que realmente sucede con determinados asuntos.
Alguna vez, preguntado sobre la posibilidad de que estuviera sucediendo tal o cual irregularidad, un viejo bodeguero mendocino dijo: "Es cierto, pero en Bordeaux también lo hacen". Esa es la manera en que se mueven los adherentes a los códigos, expresión acuñada en las cárceles, para regular comportamientos que pueden estar reñidos con la moral. Se respetan códigos y no valores morales. El término le debe resultar muy familiar a los lectores de las páginas deportivas.
Vuelve a faltar vino. El año pasado la falta de vino o de uvas en Mendoza fue una pesadilla. Se atribuyó la carencia a factores climáticos, que ciertamente existieron, con la consecuencia que se vio a varios enólogos de prestigiosas bodegas viajando a otras provincias para comprar todo el vino que pudiera sobrarle a bodegas locales.
En paralelo al intento por instalar el concepto de terroir o micro terroir, se da esta indeseable circunstancia de que algunas grandes marcas elaborarían sus vinos con caldos venidos de lejanos terruños. El año pasado sucedió en Neuquén: algunas bodegas de la provincia vendieron miles de litros de vino a granel, en algunos casos embotellados. ¿Quién compró? ¿Cuánto compró? ¿Cuánto pagó? Casi imposible saberlo. La omertá vitivinícola sella labios de productores, periodistas, funcionarios y de todos los que de alguna forma viven de la industria.
¿Es el clima el culpable? Este año se repite la angustia de falta de uva o de vino elaborado para cumplir con los compromisos del mercado interno y externo. El clima mendocino volvió a hacer de las suyas con heladas a destiempo y humedad exagerada, es cierto, pero la "Mendoza murmurante" agrega factores: los pequeños productores literalmente abandonan el cultivo de sus parcelas porque no pueden soportar más el bajo precio que se les paga por la uva, como tampoco la carga financiera: en algunos casos cobran la uva en 10 o 12 cuotas mensuales. Depende con quién se hable, las hectáreas abandonadas pueden ser 16.000 o 40.000, solo en Mendoza.¿Cómo las abandonan? Algunos mendocinos sugieren que "suspenden el riego y van dejando que las plantas se mueran".
"Entonces sobreviene la importación de vino a granel, que se embotella como argentino", dice un experto. Cada litro de vino comprado al mayoreo en el exterior genera mano de obra ocupada fuera del país. Este año también se han vuelto a ver a grandes compradores recorriendo las provincias de San Juan, Neuquén, La Rioja y Catamarca, según dicen.
El peor problema. Los viticultores que abandonan sus viñas pasan a integrar las huestes de desocupados. "La industria del vino es una industria social", dijo un experto sensibilizado con el tema. Porque lo cierto es que ha sido y es una industria que ocupa mucha mano de obra.
Como literalmente llueve sobre mojado, el mal clima -que pareciera haber llegado para quedarse- lleva a los productores a elegir las cosechadoras mecánicas a la vendimia manual. En años previos, el problema era conseguir mano de obra. Los vendimiadores preferían no trabajar si no se los empleaba en negro, "porque si tenemos trabajo nos quitan los planes, aunque sea temporal".
En el 2015 la AFIP hacía rigurosos operativos para controlar que no hubiera trabajadores en negro. Conclusión: en lugar de beneficiar a los trabajadores para que tuvieran un ingreso extra, promovieron que se trajera a trabajadores de países limítrofes para hacer la vendimia.
Conclusión. Visto desde la platea da la impresión de que el las autoridades de la provincia, la clase dirigente mendocina, y otros importantes jugadores no se dieran cuenta de que el dejar hacer está agregando presión a una bomba de tiempo social: en esa querida provincia el problema muestra los dientes con altos índices delictivos, entre otros parámetros negativos.
Lo que aquí comentamos deja a la vista que muchos pequeños productores ya no participarán del juego engañoso que consiste en anunciar en diciembre de cada año que la cosecha será abundante o que el stock de vinos es suficiente, para hacer que los precios de la uva sean más bajos. La realidad los aplastó porque ya sabemos que es la única verdad.
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