A estas personas las salvó cocinar galletitas
HOLLADAY, Utah — Hace 10 años, Georganne Bell era la esposa solitaria de un soldado designado en Corea del Sur, con dos hijos y un horno tan pequeño que no cabía un molde de torta.
Hornear tortas siempre había sido su escape creativo, pero sin un horno decente, todo lo que podía hacer eran galletitas. Se convirtieron rápidamente en su obsesión. Halló consuelo en aplicar rítmicamente glaseado real (royal icing) a una galletita de azúcar.
“Hay algo en la manera en que se asienta el glaseado real que es intensamente relajante”, afirmó.
Las galletitas también salvaron a Katy Metoyer. Esta madre de dos hijos empezó a hornearlas cuando su hijo menor se marchó a la universidad. Luego, su padre murió de forma inesperada. Durante los siguientes 10 meses, Metoyer, de 47 años, prácticamente no salió de casa. En vez de ello, decoró lo que ella calcula que podrían haber sido 10.000 galletitas. “Solía hacer 50 a la vez y me las quedaba mirando, luego las tiraba a la basura”, dijo. “Era mi adicción y mi terapia”.
Lo que se inició como una manera de sentirse mejor terminó por convertir a ambas mujeres en estrellas —al menos entre el subgrupo unido y sociable de reposteras caseras que se refieren a sí mismas como galletiteras.
Hay decenas de miles de personas que se podrían identificar a sí mismas como galletiteras. Algunas venden galletitas a vecinos. Otras han convertido sus garages en empresas comerciales.
Y, en primer lugar, están las reposteras que podrían ser mejor descritas como famosas por sus galletitas: mujeres como Bell y Metoyer, que pueden cobrar 7 dólares por galletita y 450 dólares por una lección de decoración de un día.
Los galletiteros crean diseños intrincados que siguen una receta básica: una galletita de vainilla con azúcar y cubierta con glaseado real. (Caitlin Ochs para The New York Times)
La elite galletitera tiene sitios de Internet con tutoriales y consejos que atraen tráfico suficiente para redituar miles de dólares al mes. Sus cortadores de galletitas son codiciados y florecen sus cuentas en Instagram.
Para las profesionales, todo tiene que ver con ir más allá de los límites del diseño con un arsenal de herramientas que pueden incluir plumas de colorante de comida, cubiertos comestibles, pistolas de aerografía, fondant o papel de oblea.
Es difícil señalar precisamente cuándo se inició la ola más reciente de decoración de galletitas, pero probablemente fue hace unos 10 años, cuando aficionadas a las manualidades y otras actividades empezaron a encontrarse unas a otras en grandes números en línea.
En su mayoría, la gente que inició la tendencia eran madres de familia que no trabajaban fuera del hogar, pero tenían poco interés en llevar un álbum de recortes o hacer otras manualidades. Había mamás conservadoras en Michigan y médicos gays en Georgia, mormones en Utah y surfistas en California, todos unidos en el pasatiempo creativo de la galletita.
La única ocasión en que muchos de ellos se reúnen es en CookieCon, que se inició en 2012 con 200 galletiteros de Salt Lake City, Utah. La próxima será en Reno, Nevada.
CookieCon se volvió una de las experiencias que más cambiaron la vida de Arlene Chua. Sus diseños están motivados por la técnica, más que por capricho. Busca que sean arte, no bocadillos.
En una de las muchas noches en vela tras la muerte de su madre, halló un video de decoración de galletitas en Facebook. Pasó el siguiente año decorando galletas.
Obtuvo un boleto a CookieCon y pasó casi 10 horas decorando una galleta que ganó el tercer lugar en la convención.
Chua aún se siente maravillada porque algo que se inició como un bálsamo para su dolor se ha convertido en la actividad en la que más piensa.
Link a la nota: https://www.clarin.com/new-york-times-international-weekly/personas-salvo-cocinar-galletitas_0_YTlNsd8mP.html
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