viernes, 29 de diciembre de 2017

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Pink fever: en la copa, el rosé está de moda

El consumo de vino rosado crece en todo el mundo; Argentina se suma a la tendencia con la producción de etiquetas al estilo “Provence”; enólogos y sommeliers analizan el cambio.
El mundo del vino no es ajeno a las modas, ni tampoco a la manera en la que estas se imponen: de Norte a Sur. A la hora de llenar la copa, hoy lo más “cool” es el rosé.
Es la bebida elegida en los glamorosos afters office neoyorquinos y el tipo de vino que elaboran famosos como Drew Barrymore, Brad Pitt y Angelina Jolie. Incluso tiene una versión frozen que se convirtió en el furor del ultimo verano boreal: el Frosé.
Los números también convalidan la tendencia. Según datos provistos por Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), el consumo mundial de vinos rosados creció un 20% entre 2002 y 2014; y si esa estadística se abre por países, las cifras son más llamativos todavía: en el Reino Unido y Hong Kong, el consumo creció un 250%; en Suecia un 750% y en Canadá un 120%.
Claro que no se bebe cualquier rosado, el que conquista paladares a nivel global es aquel de estilo “Provence”. Identificarlos es fácil, en botellas y copas se destacan por su color rosa pálido, que muchos identifican como “piel de cebolla”; ya en boca se perciben secos, ligeros y con elevada acidez.
“En Europa los rosados siempre fueron de este estilo, quizás había alguna variante en el sur de Italia, pero eran excepciones. Lo que sucede es que en Argentina los rosados de antes -que también tenían su público- se hacían de sangría”, señala Pablo Colina, sommelier y uno de los socios de Vico Wine Bar.
 
Cambio de paradigma
A la hora de elaborar un rosado, la sangría es el camino menos feliz, ya que se trata de un subproducto de la elaboración del vino tinto. 
Durante el proceso de fermentación, cuando las propiedades solidas de la uva se transfieren al líquido, se puede lograr mayor concentración de color, taninos y aromas si la parte líquida se reduce. Por eso, muchos bodegueros utilizaban esa técnica y vendían lo que habían extraído como vino rosado.
Hoy, en cambio, los rosados nacen en el viñedo; la uva se cosecha antes y las maceraciones son más cortas. Algunas etiquetas nacionales lideraron este cambio de paradigma. Quizás el más emblemático sea el Susana Balbo Signature Rosé, que con su tapón de vidrio ya llama la atención desde la botella.
“Buscamos ser la referencia de esta nueva categoría de rosados para Argentina”, explica José Lovaglio, del equipo de enología de la bodega. “Queremos que el rosé se mantenga fresco y un tapón natural permite la evolución del vino, por eso elegimos el de vidrio, ya que además de ser estético, garantiza una evolución estable dentro de la botella y mantiene a la perfección el aroma y la expresión del terroir”, agrega.
 
Únicos en el mundo
La cepa insignia de la Argentina tiene una marcada presencia en los rosados, se trata de una singularidad, ya que no sucede en otra parte del mundo. “Si se lo cosecha temprano, en febrero, el Malbec brinda notas de frutos rojos muy frescos, muchas violetas y, aunque suene raro, también aparecen notas de pomelo rosado. En la boca es muy suave, elegante y fresco”, explica Marcos Fernández, enólogo de Doña Paula, y creador de “Rosé of Malbec”, un rosado que en tan solo dos años se convirtió en el cuarto más exportado del país.
Y aunque el paladar europeo está acostumbrado a rosados de cepas como Grenache y Carignan, para Fernández los rosé argentinos tiene oportunidades: “Hay pocas bodegas exportando rosados de Malbec y creo que hay un potencial enorme en este segmento si se consigue que el precio ronde los U$10 o U$12 al retail”, analiza. 
Lo cierto es que cada vez más bodegas apuestan al rosa, y el público acompaña. Ya lo dijo un premonitorio Steven Tyler: “Pink it´s my new obsession”.
Link a la nota: https://www.planetajoy.com/?Pink_fever%3A_en_la_copa%2C_el_ros%E9_est%E1_de_moda&page=ampliada&id=10000

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