viernes, 29 de diciembre de 2017

Clarín - Gastronomía - Cenando (también) se conoce gente

Cenando (también) se conoce gente

La cronista fue a comer a la casa de un chef eslovaco que además de cocinar, canta. Y todo lo hace muy bien. 
Cenando (también) se conoce gente
Cenar en casa. Jakub atiende a la cronista de Spot y al resto de los comensales. Foto: Fernando de la Orden
En la Buenos Aires rabiosa de mediados de diciembre, “ir a comer a la casa del chef” suena cuanto menos a remanso. Y un remanso ese este departamento mínimo y coqueto de Villa del Parque, con una cocina también mínima (dos hornallas y un horno empotrado, todo eléctrico), donde Jakub, 27, nacido en Eslovaquia, cuenta que hasta hace poco más de un año trabajaba en un restaurante en Praga. Pero conoció a Mariano (el coanfitrión que nos recibe y explica la propuesta) y aquí está, inmigrante por amor, convertido en uno de los 25 chefs de la plataforma Cookapp.
A la mesa redonda equipada con platos de sitio, cubiertos “de verdad” y sillas de diseño ya están sentados Jana (también eslovaca) y su novio Federico (también responsable de que la chica haya cambiado Europa del Este por el Sur del mundo).
Son amigos de la casa, ya que los otros clientes somos dos periodistas y un fotógrafo, y la cena será un poquito más explicada que de costumbre. Por ejemplo: para Jakub los cubiertos no pueden tener mango de plástico porque no pueden ser más livianos que la comida. En un español donde no existe la doble erre y se marcan mucho las vocales, dice también que la idea es “dar a clientes lo que falta, una comida preparada con ingredientes frescas” (sic) con especias parecidas a las que hay en Europa, que “aquí solo se consiguen en Mercado Central o Barrio Chino”.
Con una suave melodía como música de fondo, llega el trago de bienvenida, una piña colada hecha con leche de coco, ron y menta fresca y decorada con un ananá tan dulce al que, entrados ya un poco en confianza, nos animamos a hincarle el diente. El toque típico de la panera es el pan de papa. Mucha gente cree que tiene anís, pero es comino eslovaco, explica Mariano. Claro, como en toda comunidad de expatriados, hay un “tráfico” de productos aquí imposibles de conseguir. El pan se deshace en la boca. “Lo saqué del horno hace 30 minutos -asegura Jakub-. Soy muy estructurado en esto: si dice recién horneado es recién horneado”.
Con Mariano a mi izquierda, mi amiga Gabi a la derecha, la pareja de novios cerrando el semicírculo y Fernando (el fotógrafo) en frente por razones estratégicas, la charla pasa por Dara Rolins Zákon, estrella del pop eslovaco, la represión en el Congreso (la cebolla que está rehogándose en ese momento hace arder los ojos y activa la memoria emotiva), nuestro trabajo en el diario y el rol de Mariano en la ONG Federación Argentina LGBT. Y aquí está la esencia de (al menos) esta propuesta: no es un para un encuentro romántico, ni para ponerse al día con un amig@. Se trata de interactuar y conocer gente.
Mientras llega la entrada (una ensalada César con croutones, salsa a base de anchoas y panceta ahumada) nos enteramos de que el público de Cookapp está compuesto por gente de entre 30 y 65 años, foodies (amantes de la comida gourmet) que se cansaron de ir a cenar a restaurantes y quieren algo distinto. Que aparece enseguida: Jakub cambia la espumadera por el micrófono y gracias a un equipo de karaoke canta (y muy bien) Fly me to the moon, el primero de los tres temas de jazz y swing que entonará durante la cena. “Con cada invitado a mi casa quiero compartir el arte de mi cocina y el arte de mi canto. No puedo cocinar sin cantar porque no puedo estar feliz; y no puedo cantar sin cocinar porque mi cocina es lo que atrae gente”, confiesa.
Cenando (también) se conoce gente
También canta. Jakub enchufó un equipo de karaoke y se despachó con tres temas de jazz. Foto: Fernando de la Orden
“Si puedes repetir puedes cenar otra cena gratis”, desafía el cocinero y presenta Zemiaky na kyslo, una receta familia de salsa de papas, crema, vinagre y pimientos eslovacos servida con “milanesitas”, que en realidad son como unas albóndigas de carne y cebolla tan tiernas que se parten con tenedor. Tomamos vino, claro, (aunque hay agua, gaseosas y se puede llevar bebida y pagar descorche) y hacemos lugar para el plato siguiente: un curry de pollo con arroz jazmín “de inspiración vietnamita”.
El postre es bizcochuelo típico eslovaco que allá se hace con crema agria (para Jakub una carencia importante del mercado gourmet porteño) y acá con leche; acompañado por sorbete de limón y mango. La torta se horneó esa misma tarde y el helado, por supuesto, es casero. Para el final, Jakub se sienta por primera vez con nosotros. Levantamos las copas y nos despide con una tradición de su país, donde en las Fiestas la disposición familiar en la mesa se respeta a rajatabla. “Como en la Navidad eslovaca, que el año próximo nos volvamos a juntar, en esta misma mesa, cada uno en su lugar”. Un buen deseo para volver a pedir esta noche.
Link a la nota: https://www.clarin.com/espectaculos/cenando-conoce-gente_0_SkRmB5-Xz.html

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