Mishiguene Fayer, un fuego
El nuevo restaurante de Tomás Kalika y Javier Ickowicz ofrece platos preparados en cinco fuegos ideales para disfrutar en grupo en un ambiente informal.
“Algunos fuegos no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”. Con esta frase conocida de Galeano comienza el menú de Mishiguene Fayer, un spot que arde. La nueva propuesta de Javier Ickowicz y el chef Tomás Kalika presenta una interpretación de la cocina judía de Israel desde la óptica del fuego argentino.
El contexto es todo. Azulejos negros, una larga barra con lugares para quienes prefieran comer al paso en donde se preparan tragos diseñados por Tato Giovannoni, mesas para acercar y compartir de a varios (“es muy raro ver una con menos de cuatro o seis persona”, explica el chef y con eso dice mucho sobre la idea de este restaurante), cinco canillas con cerveza artesanal tirada, música divertida, cocina a la vista y cinco fuegos (mangal, parrilla, ahumador, spiedo y tannur) que arden todo el día para preparar platos que vale la pena probar, en un ambiente bien urbano, bulliciosos, informal pero refinado.
Fayer despliega todo su fuego en el menú nocturno. La clave, según indica Kalika, está en pedir varios platos y picotear entre todos. Para empezar, alguna de las variedades de hummus –el de calabaza ($240) pica en punta- y la versión Mishiguene del lehen be ajin ($340) que viene con pan árabe, salsa de tomate, tamarindo y naranja que le dan un toque dulce muy particular, carne de novillo especiado, hierbas frescas y lebaneh casero.
La carta no cuenta con una sección de platos principales, sino que está dividida según el método que se usó para prepararlos. Del mangal salen los shihlik ($360) de alitas de pollo, lomo de novillo o cordero o corazón e hígado de pollo; de la parrilla el bife de lomo ($590 para compartir) madurado al vacío; del ahumador, el pastrón que sólo está disponible los fines de semana y del spiedo, el pichón de pollo. Para acompañar, las papas fritas de doble cocción con hierbas y ajo ($160) o las seis ensaladas de temporada ($160) para sumar más platitos a la mesa. Hay más, del tannur, un horno tradicional, salen delicias bien crocante, además del pan de pita que comienzan a preparar cuando el comensal ocupa su lugar y llega bien caliente junto a pepinos encurtidos infernales.
Mishiguene Fayer abre todos los días al mediodía con una versión reducida de la carta con dos opciones: el menú ejecutivo ($380) que incluye un plato a elección entre shishlik, pesca del día o hummus con una guarnición –ensalada, papas fritas o verduras a la plancha- y una bebida sin alcohol o sándwich en pan de pita con papas fritas y una bebida sin alcohol. Además, tiene un menú para la hora del vermut: el mezze ($420) se sirve de 16 a 19.30 horas e incluye tres platitos y dos bebidas con alcohol.
El toque dulce llega de la mano de postres tradicionales con el toque propio del chef Tomás Kalika para comer entre muchos. Entre ellos, el cheesecake Olga, con la receta de su abuela, preparado con ricota de cabra y limón ($230), el baklawa ($245) y el malabi criollo ($180), un postre cremoso típico preparado con dulce de leche. Desde el principio hasta el final, Mishiguene Fayer, un fuego producto de la combinación de dos culturas que aman el buen comer.
Cerviño 4417, Palermo / T. 4774-3313. Abre todos los días de 12 a medianoche. El servicio de mesa es de $60 por persona.
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