El auge de los growlers en Buenos Aires
Así como comprás en el súper las botellas de cerveza de litro, también podés llevarte a tu casa las artesanales ¿Cuál es el truco? Tener un growler. Una moda que estalló en EEUU y pisa firme en la ciudad.
Corría el año 1989. Charlie Otto estaba celebrando el primer aniversario de la fundación de Otto Brothers’ Brewing Company, la primera microcervecería de Wyoming en tener su propio bar y ofrecer exclusivamente cervezas artesanales tiradas. Pero Charlie tenía una frustración: sus clientes sólo podían tomar la cerveza en bares y no podían llevarla a sus casas. La solución se la trajo su padre: “Vos necesitás unos growlers”.
Cuando el señor Otto era chico en los tiempos previos a la prohibición del alcohol en Estados Unidos en 1920 usaba unos baldes de metal con tapa para ir al bar local a buscar cerveza para su propio padre, el abuelo de Charlie. El gas de aquella bebida escapaba por debajo de la tapa metálica del balde y emitía un gruñido que terminó por darle su nombre popular: growler, en inglés, gruñidor. Por cuestiones sanitarias Charlie implementó el sistema reemplazando los baldes por botellones de vidrio de casi dos litros y se convirtió en el pionero de un modelo de negocios que hoy se extiende por el mundo.
En los años siguientes el growler se volvió una tendencia en todo Estados Unidos hasta ser una modalidad frecuente. Las cervecerías tienen sus propios diseños y cuando alguna anuncia el lanzamiento de una cerveza especial o una edición limitada, a la mañana siguiente puede verse una larga fila de parroquianos frente a su fábrica esperando pacientemente la apertura de las puertas con un botellón vacío bajo el brazo.
Cuando el señor Otto era chico en los tiempos previos a la prohibición del alcohol en Estados Unidos en 1920 usaba unos baldes de metal con tapa para ir al bar local a buscar cerveza para su propio padre, el abuelo de Charlie. El gas de aquella bebida escapaba por debajo de la tapa metálica del balde y emitía un gruñido que terminó por darle su nombre popular: growler, en inglés, gruñidor. Por cuestiones sanitarias Charlie implementó el sistema reemplazando los baldes por botellones de vidrio de casi dos litros y se convirtió en el pionero de un modelo de negocios que hoy se extiende por el mundo.
En los años siguientes el growler se volvió una tendencia en todo Estados Unidos hasta ser una modalidad frecuente. Las cervecerías tienen sus propios diseños y cuando alguna anuncia el lanzamiento de una cerveza especial o una edición limitada, a la mañana siguiente puede verse una larga fila de parroquianos frente a su fábrica esperando pacientemente la apertura de las puertas con un botellón vacío bajo el brazo.
GRUÑIDORES ARGENTOS En la Argentina el sistema es relativamente nuevo. En 2013 Leo Ferrari, dueño de la cervecería Antares, fue el primero en lanzarlo en sus locales. Inspirado en la experiencia de sus colegas artesanales estadounidenses y en los botellones de cerámica que se usan en algunos pueblos del sur de Alemania con el mismo fin, lo presentó en el bar de la fábrica de Antares en Mar del Plata y desde allí extendió la costumbre a sus otras franquicias.
Muchos pubs nacionales fueron incorporando growlers, la mayoría de ellos en 2016. Algunos lo hicieron después de ver que funcionaba comercialmente y otros lo tenían planeado en su modelo de negocios desde el minuto cero. Marcelo Terren, uno de los dueños del local palermitano On Tap, inspiró todo el concepto de su marca en la clásica tradición de bares de canillas de Estados Unidos. Después de seis meses viviendo ahí entre viajes de intercambio y de trabajo, recorrió cientos de pubs que ofrecen cervezas tiradas de distintas compañías para consumir en el lugar o para llevar. Por eso apenas pudo conseguir los envases de vidrio les grabó su logo y los incorporó a su primer local en Palermo. Hoy rescata varias ventajas: los dos litros son una buena medida para mantener el precio en línea y para que el peso no los vuelva difíciles de transportar. Además la cantidad es ideal, porque el growler tiene que ser consumido rápidamente, preferentemente en el mismo día. Una vez abierto empieza a perder gas como si fuera una gaseosa.
Alan Sullivan, de la cervecería Cork en Del Viso, tiene otra idea. Es dueño de uno de los pocos bares que ofrecen botellones de tres litros. En su experiencia, dos litros cuatro pintas es poco para una ronda de amigos. Para poder incrementar el volumen tuvo que comprar botellas italianas cuyo diseño está pensado, en realidad, para la industria farmacéutica. Luego armó un sistema de llenado contra presión para prolongar la vida útil de la cerveza embotellada. De esta manera, primero crea en la botella condiciones de presión similares a las del barril y luego las llena. Esto es importante, porque Cork se especializa en IPAs, un estilo de cerveza en el que el aroma a la flor del lúpulo es un componente fundamental. Y ese aroma es el primero que se pierde cuando la cerveza entra en contacto con oxígeno.
VALOR ESTÉTICOTerren y Sullivan rescatan también el valor estético del growler como objeto de diseño. Los clientes habituales son los que frecuentan el bar y viven en el barrio, pero también están quienes lo compran y después lo usan como elemento decorativo. De ahí que cada negocio imprima sobre sus botellones su propio logo. En Prinston, un punto obligado para tomar cerveza en Ramos Mejía, cargaron durante mucho tiempo botellones de otras marcas hasta que decidieron tener los propios. Según Julián García, uno de sus dueños, el objetivo de fondo es el mismo que los llevó a poner el bar en primer lugar: que la gente empiece a tomar mejor cerveza, ya sea en la barra o en su casa.
En Morante, un brewpub de Palermo que elabora su propia cerveza, son laxos con la política de llenado de growlers. Juan Ferreyra, uno de los propietarios, lo explica con seguridad: “Acá si traés las botas de tu suegra las limpiamos y las llenamos de cerveza”. En su bar siempre fomentaron la cultura del take away. Hasta el día de hoy, aunque ya tienen botellones de diseño propio, siguen cargando cualquier envase que sus clientes les traigan aunque sean, como ha sucedido en el pasado, jarras para la cena. De la misma forma, pretenden que quien compre los growlers con su logo los pasee también por otros bares para difundir la marca.
PROS Y CONTRASLas ventajas de la venta de growlers son unánimes: le brindan a los consumidores una oportunidad de llevarse cerveza fresca a su casa o de llegar a una fiesta o a una cena con algo distinto. En la mayoría de los casos son bebidas que no pueden conseguirse embotelladas y ésta es la única chance de tomarlas fuera de los bares. Además restando el precio del envase en la compra inicial la recarga es mucho más barata que su equivalente en pintas. Un vaso en la barra cuesta, en promedio, entre 60 y 70 pesos, mientras que las recargas (que equivalen a entre 4 y 6 vasos) rondan los 180 pesos. Es decir que el ahorro es por lo menos del 30%. En casos como el de Cork, donde el precio del litro embotellado es el mismo que el de la pinta (medio litro), el ahorro es del 50 por ciento.
También hay consenso sobre la principal desventaja: la pérdida de gas. La mayoría de los bares no cuenta con un sistema de llenado contra presión y el efecto comienza en el segundo en el que el líquido toca el oxígeno. Por eso los growlers se venden llenos hasta el tope: para que la cantidad de oxígeno en la botella sea el mínimo posible. A eso se suma que las tapas a rosca de buena calidad no son fáciles de conseguir y reemplazar. Pero no hay que desalentarse: si el botellón es consumido en las horas inmediatas posteriores a la carga el problema no es grave. Por otra parte, ya hay algunos adelantados trabajando para resolver el tema.
Fernando Macia, fundador de la cadena de franquicias Cervelar, tiene en la mira un sistema mejorador para agregar a los growlers que ya vende en sus cinco locales. Se trata del crowler (con “c”): una lata de un litro que es llenada in situ por una máquina específica que la sella y la etiqueta. Esta modalidad de cerveza para llevar fue instalada recientemente por la cervecería estadounidense Oskar Blues y ya llegó a algunos bares de Brasil. Provee envases más livianos, más baratos y una mejor conservación de la bebida, pero todavía es muy pronto para saber si logrará hacerse un lugar en el mercado argentino. Mientras tanto, los botellones son la mejor opción para el que quiera llevar un poco de la atmósfera de un buen bar cervecero a la comodidad de su casa.
DÓNDE, CÓMO, CUÁNDO, CUÁNTOSi tenés una reunión de amigos, o si simplemente querés beber una cerveza diferente mientras mirás la tele en patas en el living de tu casa, anotá. Podés llevarte IPAs, Barley Wines y todo tipo de rarezas cerveceras si vas a alguno de estos bares.
-Antares San Telmo: se cargan botellones de 16 a 18 horas. La primera vez se compra el envase ya cargado por 274 pesos, y a partir de ahí cada recarga cuesta entre 174 y 198 según el estilo elegido.
Bolivar 491, San Telmo.
-On Tap Palermo: el botellón cuesta 200 pesos y la recarga 180. Se reciben durante el happy hour, de 18 a 20:30 horas.
Costa Rica 5527, Palermo (también en los locales de Belgrano y Colegiales).
-Morante: la primera vez se compra lleno por 270 pesos y cada recarga cuesta 170 pesos. Si el bar está muy concurrido puede demorar la atención, por eso sólo llenan hasta las 21 horas.
Godoy Cruz 1781, Palermo.
-Cervelar Belgrano: el growler cuesta $180 y la recarga, sin límite horario, a partir de 170 pesos, dependiendo del estilo elegido.
Vuelta de Obligado 2391, Belgrano (también en los locales de Colegiales, Palermo, Caballito y Microcentro).-Prinston: el primer botellón viene lleno y cuesta 320 pesos. A partir de ahí, la recarga está a entre 200 y 250 pesos y se puede hacer hasta las 21 horas.
Moreno 272, Ramos Mejía.
-Cork: el growler cuesta 250 pesos y el precio de la carga es de $60 por litro. Llenan de 19 a 21 horas.
Colectora Oeste km 40,5, De Vicenzo Chico 1617, Del Viso.
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