Murió Blanca Cotta, una cocinera emblemática del país
Blanca, como le decían todos, le dio a la profesión de cocinera vuelo y brillo de escritora, dibujante, guionista, una narradora divertida y didáctica del arte culinario.
Si doña Petrona C. de Gandulfo, sin proponérselo, fue la primera en acercar el placer de cocinar a través de la televisión y supo entrenar a los argentinos en el mundo gourmet, podríamos decir que Blanca Cotta, fallecida este miércoles a los 94 años, fue una indiscutida intérprete y divulgadora de esa dinastía de cocineras, a la cual supo transferirle un toque y un estilo propios.
Blanca, como le decían todos, sin el Cotta del apellido, le dio a la profesión de cocinera vuelo y brillo de escritora, dibujante, guionista, una narradora divertida y didáctica del arte culinario. Su pluma tocó el punto más alto en su recordada columna “De aquí, de allá y de mi abuela también”, publicada por décadas en la revista Clarín de los domingos, “bisabuela” de la actual Viva, acompañada por simpáticas caricaturas de su autoría.
Blanca Cotta le dio a la cocina su vuelo de escritora, con su recordada columna “De aquí, de allá y de mi abuela también”. (Archivo)
Alguna vez contó que su nacimiento, el 14 de marzo de 1925, “fue una sorpresa”, ya que sus padres, Angela y Juan Manuel, esperaban la llegada de un varón, Roberto Ignacio. Sin embargo, describió con su habitual humor que “yo me colé y nací abrazada a mi hermano mellizo”.
Festejó sus 90 años en familia, como le gustaba pasar sus días. (Fernando de la Orden)
Creció en Quilmes, ciudad que adoptó como propia. Fue allí donde se recibió de maestra con medalla de oro. También fue profesora de Letras, pero en aquellos tiempos, en un mundo reservado a los hombres, esos méritos apenas le alcanzaron para un empleo como preceptora. Sin embargo, pronto se acercó al mundo de la gastronomía y al placer de difundirla de un modo práctico. Como ella misma lo definió: “Mi intención ha sido siempre tomar el hecho de cocinar con un alto sentido del humor y optimismo, y simplificar la manera de hacerlo”.
Fue una de las pioneras de los programas dedicados a la mujer: en los años 60 ya se desempeñaba como jefa de redacción y guionista del programa "Buenas tardes, mucho gusto", un éxito rotundo en los tiempos de aquella televisión primera. Allí trabajó con grandes cocineros como la ya nombrada Doña Petrona, Marta Beines, Chichita de Erquiaga, Cholly Berreteaga, Ketty de Pirolo y Miriam Becker, entre otras. Fue una adelantada hasta en la cocina infantil y fundó su propio espacio en la recordada revista infantil “Anteojito y Antifaz”, del genial Manuel García Ferré, donde fue la editora de la sección “Comiditas”, desde la cual apuntó a inculcar el amor por la gastronomía a los más chiquitos.
Con Miriam Becker, Choly Berreteaga, Chichita de Erquiaga y otras de las cocineras de "Buenas tardes, mucho gusto", en un homenaje en 1999. (Archivo)
En Clarín hizo época en distintas secciones del diario. Al principio, en el suplemento "Clarín Rural", donde escribió con estilo coloquial la columna “Para la patrona”, un manual de sugerencias para amas de casa. Le siguió luego su ya comentado paso por el suplemento dominical y más tarde le dio un estilo particular al suplemento Ollas & Sartenes, un producto histórico del diario impreso.
Con recetas suyas (o recreadas con su talento), los coleccionables, fascículos con papel ilustración, batieron récords de ventas por años. Aún hoy, continuaba en Viva con su columna, brindando consejos y comentarios, para ella “un lugar en el que domingo a domingo me reencuentro con mis amigos y amigas invisibles,lectores que me acompañaron en el diario durante casi medio siglo”.
Blanca Cotta en 1999, con uno de los coleccionables que hizo para Clarín. (Archivo) BLANCA COTTA
Su estilo fresco y espontáneo hizo del mundo de la cocina un lugar de calidez y de encuentro. Blanca formó una hermosa familia, integrada por dos hijas, seis nietos y nueve bisnietos que hoy la lloran, como seguramente tantos lectores que fueron creciendo en la vida de la mano de sus recetas. Hasta el final, preparó manjares y delicias para los suyos. Para ella, la cocina era sinónimo de familia. Evitaba las cuestiones light, le gustaba la comida rica, potente y sabrosa: aun previo al adiós definitivo, con una salud de hierro, comía chocolate, jamón crudo y tomaba uno que otro Gancia, para alegrar sus horas.
Fue tan intensamente cocinera, amó tanto su universo gastronómico y literario, que a su familia, con ese sesgo de humor propio de su modo de ver la vida, le dijo cuando presentía el tiempo final: "Quiero que me cremen... y también que me enmantequen."
Del mismo modo que por décadas alegró el universo culinario con su estilo, su dedicación por cada plato y su empeño en cada receta. Le debemos muchas alegrías y un aplauso final que nunca terminará: de un modo u otro, Blanca y su memoria estarán siempre en nuestros paladares.
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