Con historia: 4 restaurantes y bares que funcionan en edificios emblemáticos
Si el arquitecto francés René Sergent pudiera ver más allá del tiempo, estaría muy satisfecho de que una de sus creaciones sea habitada por un café que homenajea un auténtico emblema de su tierra: el fantástico sándwich croque madame, con gruyere gratinado y huevo frito coronando el pan.
Es que la cadena que lleva el nombre de esta delicia tiene una de sus sedes en lo que supo ser el hogar del portero del Palacio Errázuriz, el cual hoy alberga -entre otras instituciones- al Museo Nacional de Arte Decorativo.
Ubicado apenas se traspasa la puerta enrejada de ingreso, el edificio de dos plantas "encajaba perfecto", según Pablo Campos -dueño de la marca- con su idea para el segundo local de Croque Madame abierto en el 2006. Se presentó a una licitación y la ganó gracias en parte a que, como explica, "no se presentó mucha gente porque prácticamente no existían los restaurantes en museos, fuimos uno de los primeros".
Según recuerda Campos, el antiguo hogar del portero del Palacio Errázuriz estaba "bastante derruido" por lo cual pusieron manos a la obra con la ayuda de un arquitecto especializado en monumentos históricos para restaurarlo "respetando el estilo de la casa y el museo, sin tocar nada de la fachada, y sin cambiar sus colores ni los de las persianas".
La sinergia entre los elegantes tapeos más copa de vino de rigor de Croque Madame con esa mansión academicista que el embajador chileno Matías Errázuriz y su esposa argentina Josefina De Alvear mandaron a diseñar en 1911 fue tan perfecta que se convirtió en un sello de la marca. Así, la cadena eventualmente sumó locales en otros notables edificios, como el Círculo Italiano y el Museo Larreta, e inauguró una tendencia.
Croque Madame Museo de Arte Decorativo: Av. Libertador 1902
Mirador al atardecer
Y si de sinergia se habla, pocas son tan equilibradas como las del bar Salón 1923 con el ícono porteño que lo alberga en su terraza: el Palacio Barolo.
El espacio gastronómico que comenzó a funcionar a fines del 2018 fue bautizado en honor del año en el que se inauguró este edificio inspirado en la Divina Comedia de Dante y diseñado por el italiano Mario Palanti a pedido del empresario textil Luis Barolo. Sus lámparas redondas, la prolija boiserie y hasta la vestimenta del staff están también ubicadas en esa época.
Considerando que la idea de abrir Salón 1923 partió del equipo que lleva adelante las visitas guiadas del Barolo, era obvio que el trabajo de adecuación iba a estar bien aceitado, incluyendo el acople a las limitaciones: la ausencia de instalación de gas en la construcción, por ejemplo, determina que el menú parta de cocina eléctrica. Y por exigencia de la administración, se debe abonar una consumición en la planta baja antes de subir al bar.
Al mismo tiempo, está la columna de los beneficios, considerablemente más amplia. El más relevante, sin duda, es la fuente constante de público que aporta la condición célebre del Palacio.
"Viene gente desde lejos que ya hizo la reserva antes de llegar y en muchos hoteles se recomienda el tour", explica el gerente Ignacio Issazadeh. "En el edificio además hay 175 oficinas y vienen a tomar un café o a tener reuniones. El boca en boca fue muy importante: ver el atardecer desde la terraza es fantástico". Y mucho más, claro, con un Aperol Spritz o un Negroni a mano.
Salón 1923: Av. de Mayo 1370, piso 16
Una vista exclusiva
Más cerca del río, en la esquina de Corrientes y Alem, otra terraza apuntada a un público más exclusivo abreva también en los puntos fuertes de un edificio notable: el Comega, uno de los ejemplos más representativos del estilo racionalista en Buenos Aires, levantado entre 1931 y 1934 con los arquitectos Enrique Douillet y Alfredo Joselevich a cargo.
Allí abrió sus puertas en octubre pasado Vuelta Abajo Social Club, derivación de la cadena de venta de puros del mismo nombre. Moverse entre adeptos a los placeres lujosos tiene sus ventajas: los propietarios pudieron tener acceso al Comega gracias a que uno de sus clientes, dueño de un piso, les ofreció alquilárselo. A cambio, devolvieron un provecho admirable del espacio, con una barra art nouveau, una deslumbrante repisa de single malts de fina estampa, y un humidor de 40 metros cuadrados que reúne alrededor de 100 mil cigarros.
Pero si Francisco Tessey, encargado y host, tuviera que elegir el lado más cautivante de ocupar el edificio, no lo duda: "es la vista que es impagable", asegura y lo que se despliega frente a los ojos no miente, con el Río de la Plata adelante, el CCK a la derecha y los rascacielos de Retiro a la izquierda.
"Además, los clubes de fumadores no están al aire libre y aquí se puede fumar", agrega detallando que "de día viene mucha gente que trabaja en el edificio para hacer sus reuniones, empresarios, jueces y políticos. Más tarde viene el público más joven que recién se está animando a fumar".
Vuelta Abajo Social Club: Corrientes 222, piso 15.
En comunidad
"No sólo es un lugar turístico. Hay mucha magia acá adentro. Es como una comunidad, nos apoyamos entre todos". Entusiasmado, Juan Femenias resume así el encanto del Mercado de San Telmo, donde llegó recientemente con su proyecto gastronómico, Beba, al que resume como "comida de abuelas, de impronta italiana y española".
Proyectado por el ingeniero y arquitecto Juan Antonio Buschiazzo para el empresario Antonio Devoto, la nave central del Mercado data de 1897 con anexos agregados en 1930. Proyectado inicialmente para la venta de frutas, verduras y carnes, derivó en un activo espacio de anticuarios y comenzó a sumar, poco a poco, locales para disfrutar de comidas y bebidas varias.
Para acceder a la apertura de Beba, a Femenias se le solicitó la presentación del proyecto y el abono de una "llave" de ingreso en dólares. "Me pidieron que en mi propuesta mantenga las características del local: las mesadas de mármol, el cierre y el sistema de poleas. Otros locales los han sacado por lo que asumo que la administración actual le está dando más bolilla a esto", agrega.
Y sin duda, el cuidado a esos detalles no hace más que sumar al espíritu de Beba, que suma a sus platos caseros un brunch que incluye tradiciones entrañables como el vitel toné y los huevos rellenos.
Beba: Mercado de San Telmo, Bolívar 970.
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