De extrema altura: Jujuy se mete en el mapa del vino argentino
De a poco, la producción crece en la Quebrada de Humahuaca. Intensidad y personalidad en las nuevas etiquetas.
Los días en la Quebrada de Humahuaca son de sol intenso. El cielo es de un azul tan perfecto que parece el fondo sobre el que un pintor dibujó esos cerros de colores mágicos. Pero en las noches la temperatura baja de manera pronunciada. Y esos ciclos diarios se repiten en las estaciones, con veranos de mucho calor e inviernos de mucho frío, con vientos y heladas. ¿Puede ese suelo ser propicio para el cultivo de la vid y el desarrollo de vinos de alta gama?
Puede. De hecho, lo es. Esta zona, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es una nueva región que quiere meterse en el mapa vitivinícola argentino.
Era el 2001 cuando Fernando Dupont dejó su trabajo en una multinacional y se enamoró de un pedazo de tierra en Maimará. En 2007, con su mujer Amelia emprendieron un proyecto loco: producir vinos a 2.400 metros de altura. Hoy, diez cosechas comerciales después, se ruboriza cuando todos le dicen que es el pionero, mientras dirige ya los últimos trabajos de la vendimia en su finca, a la que hay que llegar siguiendo un caminito de tierra que demarcan las piedras blancas, después de cruzar el río. Se entusiasma Dupont con el puente que el gobierno provincial está empezando a construir y con el apoyo a Bodegas de la Quebrada de Humahuaca, la flamante entidad que acaban de crear los bodegueros de la zona. Para festejarlo, por primera vez están haciendo juntos esta vendimia de altura.
El otoño tiñe las hojas de las vides de un abanico cromático que va del dorado al bermellón. Periodistas e invitados cortan los racimos y llenan las cajas de plástico con los últimos granos del Cabernet Sauvignon, que luego se transformarán en los vinos de Bodegas Dupont que en Buenos Aires se consiguen en vinotecas como Aldo’s, Enogarage y Siete Spirits.
A esos vinos, alguien que les dio el empujón imprescindible: Jay Miller. El crítico le otorgó 93 puntos Parker al Punta Corral (un blend de Cabernet, Malbec y Syrah) y 92 al Pasacana, dos de los vinos de la bodega. “Los productos no serían nada sin esos puntos Parker. Podés tener un gran vino, pero si no lo vendés no sirve de nada”, remarca Dupont.
Casi 300 metros más arriba y a unos 20 kilómetros, en Huacalera, está la finca de Raúl Noceti. Cambia el paisaje y cambian los colores, pero no la belleza de la Quebrada. En la entrada, se crían las cabras con las que allí producen un queso extraordinario. Un poco más lejos, protegidos de las heladas por un cerrito, están los viñedos donde cultiva Sauvignon Blanc y Malbec, que en Salta la bodega Tukma produce con la etiqueta 2.670, la altura donde se cosecharon las uvas. “Si no tenés buena uva no vas a tener un buen vino”, suma Noceti a las que podrían ser las máximas de una botella exitosa: materia prima, calidad en la producción, estrategia que la ponga en el mercado.
De eso se trata uno de los grandes desafíos de este grupo de empresarios y emprendedores. Además de los vinos de Noceti y Dupont, se comercializan los de Viñas del Perchel. Y hay vinos que ya están en botella, pero que todavía este año no podrán comprarse. Es el caso del fresco y frutado Sauvignon Blanc que el enólogo mendocino Lucas Niven está haciendo en Purmarmarca, en la bodega Amanecer Andino. “Es un Sauvignon más cítrico, un vino con alma y pasión”, dice Lucas, las manos marcadas de haber estado trabajando hasta hace un ratito en la finca donde también producen Malbec.
Ahora estamos en el lujoso hotel Huacalera, para una degustación en la que irá pasando toda la producción de estos vinos de extrema altura. El récord lo ostenta Claudio Zuccino, que plantó a 3.300 metros de altura en Molla. “Son los viñedos más altos del mundo”, afirma. Descuelga un cartel en el que se ve la etiqueta del Uraqui (terruño en lengua aimara), una edición de 2.000 botellas, tampoco aún en el circuito comercial. Cuenta que en un homenaje a su padre que fue minero, las va a estibar en una mina a 4.000 metros. Y habla del esfuerzo de pelear contra las heladas, del sufrimiento y de que allí, tocando el cielo, “hacemos lo imposible, lo increíble para lograr el mejor vino”.
Ezequiel Bellone es ingeniero agrónomo, tiene sólo 31 años y probablemente en algún tiempo también se hable de él como un pionero. Como parte de su tesis, estudió la factibilidad técnica del vino en la Quebrada.Contactó a Dupont, siguió investigando, participó en la plantación de Zuccino. Hoy es el director del Consejo Consultivo del Vino, el órgano público-privado que se gestó en la provincia para impulsar la vitivinicultura, al que también se sumaron bodegas que aún no comenzaron a producir, como Sol de Mañana en Yacoraite, y que ya tiene 130 pequeños productores inscriptos. “En vinos, la Argentina llega hasta Jujuy”, sostiene.
Lo mismo dice el gobernador Gerardo Morales, que prometió apoyo a la iniciativa y que la enmarca en un plan turístico que incluye la construcción de un nuevo aeropuerto y la inauguración a mediados del 2019 del tren que unirá las localidades de la Quebrada desde Volcán a Humahuaca. “En cuatro años tendremos las rutas del vino”, promete Morales.
Es que los productores apuestan a que no sea el vino quien vaya al consumidor, sino el consumidor al vino. Y que ese consumidor sea un turista que disfrute la experiencia completa de la Quebrada, en sus paisajes, su gastronomía, sus artesanías: “Lo tomás en la Quebrada y si vas a la Quebrada tomás ese vino”, coinciden.
¿Y como es ese vino? No es un vino, sino varios. “Cada uno tiene un porqué, hay diversidad dentro de una misma zona, con estilos muy marcados. Pero son vinos fáciles: tienen tanta personalidad que no te los olvidás. Mis amigos que compran en el chino no se van a olvidar un vino de Jujuy”, remarca en la devolución de la degustación la sommelier Agustina de Alba. Su colega Mariana Torta dice que los vinos de la zona están “en la génesis de algo importante. Hay una moda interesante de los vinos extremos: cada vez más gente busca vinos de sensaciones extremas, e ir a buscarlas al lugar”.
“Los días frescos hacen más lenta la maduración. Al crecer en amplitud térmica, los vinos ganan en aroma. Y al crecer en altura, ganan en color”, explica Luis Borsani, ex presidente del Instituto Nacional de Vitivinicultura. “Los nuestros no son vinos elegantes sino con cuerpo, con personalidad. Los vinos quebradeños son francos, con texturas”, describe Marcos Etchart, enólogo de Dupont y de otros proyectos. Su familia hizo historia en Salta y él la está haciendo en Jujuy. “Cafayate es el 1% del país, el 5% de la exportación y el 18% de los premios internacionales”, enumera, soñando el futuro de la Quebrada de Humahuaca. Ese futuro que se está empezando a escribir entre cerros, heladas y soles.
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