La historia de las reposteras que vencieron a la modernidad
Hace 44 años que Luisa Machado baña con merengue italiano los alfajores más populares del país. Junto a un grupo de históricas reposteras frenaron la evolución tecnológica: mantienen un puesto valorado y respetado en la compañía. Una historia de nostalgia y tradición culinaria
Las tradiciones, así como la estética vintage y la fiebre retro, ganaron valía por efecto del recurso de oposición. En épocas donde la tecnología atraviesa con su encanto todos los órdenes de la vida, la nostalgia del consabido lema "todo tiempo pasado fue mejor" resiste y crece. Para Luisa Machado la vida no cambió tanto. Hace 44 años que se dedica a lo mismo. Y aunque a su alrededor paisaje, compañeros y cosas fueron víctimas de los años, ella -testigo del cambio- sigue bañando alfajores a mano.
"Entré en el '73, ingresé en la línea de chocolate, en la época en el que el chocolate se bañaba a mano. Después me mandaron al blanco, aunque también hice envoltorios. Hace varios años ya que volví a la línea del blanco". Luisa interrumpió su jornada laboral para contarle a Infobae que ahora los humanos no envuelven más a los alfajores. "Ahora está lleno de máquinas, hay mucha tecnología. Pero nosotras seguimos ahí".
Ahí es en la fábrica de Havanna en Mar del Plata, donde nacen los algunos de los alfajores más tradicionales de Buenos Aires. "Nosotras" son sus compañeras, las de más antigüedad, aquellas que comparten trabajo en la línea del blanco, el único espacio laboral de la planta virgen de tecnología. Conforman un grupo reducido, histórico e inmaculado, encargado de repostar con merengue italiano los alfajores blancos que acompañados por los de chocolate integran la caja mixta, el producto más clásico de la firma.
Luisa tiene 63 años. Empezó a los 19. Ergo: habrá percibido modificaciones en la dinámica laboral. "Llegaron las máquinas automáticas, cambiaron muchos productos, hubo lanzamientos, cajas nuevas, cambios en las presentaciones -enumeró-. Pero lo bueno es que conservan su personal efectivo, su tradición y el valor humano. Se respeta mucho mucho el valor humano", insistió.
Luisa Machado y equipo bañan con sus manos veinte mil alfajores por día. No puede ocultar una genuina felicidad, mezcla de orgullo y agradecimiento: "A pesar de los cambios, nosotras seguimos trabajando y repostando de manera artesanal, y eso no tiene reemplazo". ¿No tiene? Juan Illa, gerente de planta de Havanna, dijo que sí: "Ellas podrían ser reemplazadas por máquinas, pero sería una traición a ellas y a nuestra tradición. Significan un valor agregado para la empresa, que prefiere el valor de lo artesanal".
En la fábrica marplatense, de los 500 empleados, entre efectivos y temporarios, la mitad son mujeres: por respeto a la historia de la compañía y por motivos culinarios -"ellas son más delicadas", explicó Illa-. "Siempre tengo una frase: a este tipo de gente, le sacas la camiseta blanca y tiene abajo la de Havanna. Te lo demuestran el día a día. Les importa más que a nosotros la calidad del producto". Ahí está el diferencial. Luisa Machado tenía razón: a las máquinas no les preocuparía que un alfajor huérfano reciba su correcto baño de merengue italiano. A ellas sí. Por eso vencieron a la modernidad.
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