El pan dulce de marca intenta dejar la fruta abrillantada en el pasado
Varias marcas optan por el dulce de leche o el chocolate como alternativa para diferenciarse del pan dulce tradicional
JUEVES 22 DE DICIEMBRE DE 2016 • 16:19
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La fruta abrillantada en el pan dulce es, para muchos, una incógnita; un mal chiste de fin de año, cuando en Buenos Aires las panaderías tradicionales hornean unos 500 panes dulces por día (con fruta abrillantada, o frutos secos, o una combinación de ambos). Con su aspecto similar al de la kriptonita, los argentinos deben enfrentarla cada fin de año, en el trance de lidiar con el masacote de harina que se desarma entre trago y trago. Generaciones enteras han sido obligadas a masticarlas, pero últimamente los fabricantes se avivaron de que también, acaso, existía la posibilidad de ahorrarse el elemento. Y por lo tanto un momento de inquietud en la población, sobre todo en niños y adolescentes.
El pan dulce con frutos secos es un estándar de las panaderías, pero varias marcas se dieron por aludidas, y sacaron sus versiones de su pan dulce sin frutas. Algunas fueron más allá y experimentaron con el relleno. Los de Arcor -que tienen fama de inspirarse en otros productos exitosos para sacar sus propias marcas- arriesgaron esta vez con el pan dulce Tofi (inspirado en el chocolate ochentoso) y sacaron una versión con un extraño relleno vertical de dulce de leche. Arcor, Bagley, Canale, Fargo, Musel y Balcarce se mandaron a incluir rellenos con chips de chocolate, una obviedad pero que nadie había lanzado a escala industrial (ente $60 y $75).
Incluso las segundas marcas como Nevares, Valente, Dulcypas y la eminente reina del bizcochito -Don Satur- mandaron sus versiones con esta variedad (entre $30 y $40). Bessone, Valido y la misteriosa Don Yeyo cierran la categoría con precios sobre los $30. El más gaucho parece ser el Fantoche, cuya versión con fruta abrillantada vale casi lo mismo que dos panchos o el Marylin, que vale lo mismo que una caja de preservativos.
El mercado Premium oscila entre los inventos orgánicos con relleno de pedazos de banana disecada o alguna versión de granola o müslix, los italianos -que vienen en vistosas latas- y los que ofrecen algunas tradicionales panaderías de la ciudad, entre $ 320 y $ 400 el kilo.
Las versiones con fruta abrillantada de cada uno suelen costar unos pesos más. El hábito de persistir con el producto (que para que luzca brillante pasa por largos procesos de cocción junto a conservantes de diverso tipo) no sólo no ha sido erradicado, sino que persiste con fuerza sobre todo en los productos artesanales de las panaderías. Como si fuera una creación de Lex Luthor, las versiones con "cumbre de fruta abrillantada" lucen un generoso puñado de ellas que, además, suele estar glaseado. Sobre su aspecto de arma de destrucción masiva luce un baño blanco que parece recogido del reactor central de Chernobyl.
Puede parecer ofensivo, pero en esa categoría cualquier pan dulce se queda corto frente al extinto Pamela, cuyos creativos publicitarios hace casi veinte años creyeron que era un buena idea asimilar el trasero de una señorita con el producto que vendían.
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