Una visita a los restos de la bodega más antigua del mundo
Postales / Armenia
En una caverna de Arení, en el sur de Armenia, se conservan restos de cubas de fermentación, cuencos, copas, vasijas, semillas y uvas prensadas. Allí se producía vino hace unos 6 mil años.
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Mientras excavaba el suelo rocoso de la región de Vaiots Tsor, en el sur de Armenia, un grupo de arqueólogos de la universidad calforniana de Cotsen (con sede en Los Ángeles, Estados Unidos) sorprendió a la comunidad científica internacional con el hallazgo del calzado más antiguo descubierto hasta el momento. La pieza de cuero de cabra fabricada hace unos 5.500 años despertó el interés de los visitantes por transitar los angostos pasillos naturales de ese sitio lúgubre y polvoriento, localizado en el interior de la Caverna de los Pájaros, muy cerca de la aldea de productores vitivinícolas Arení y a 110 kilómetros de la capital Iereván.
Pero antes de que el sitio fuera habilitado para los turistas y Armenak Melkonyan se revelara el guía más idóneo del lugar, los expertos fueron por más. Indiferentes al constante chillido de los murciélagos, siguieron removiendo la base de la cueva y, siete meses después del primer hallazgo, se toparon con los restos de la bodega de vinos más antigua del mundo. Antes sus gestos demudados relucían cubas de fermentación de un metro de diámetro, un cuenco –donde la uva se prensaba con los pies descalzos–, copas de arcilla para beber, una taza cilíndrica hecha con el cuero de un animal indeterminado, trozos de cerámica impregnados de vino, vasijas, semillas de vinis vinífera –el varietal que aún hoy se utiliza para producir vino en Armenia– y restos de uvas prensadas.
La datación de carbono permitió determinar que una uva deshidratada fue cultivada alrededor de 4 mil años antes de Cristo. Por lo tanto, según anunció National Geographic Society, la producción vitivinícola en la caverna, a orillas del río Arpá, se inició 6 mil años atrás. Hasta el momento, los resabios más antiguos de una instalación similar se habían encontrado en la tumba del faraón Escorpión I, de unos 5.100 años. Tanto en Egipto como en Armenia el vino era consumido en grandes cantidades en festivales de la realeza y ceremonias religiosas y era parte de ofrendas fúnebres.
A lo largo del paseo guiado en penumbras, cada boquete que surge en las paredes de roca devuelve en secuencias entrecortadas el deslumbrante paisaje del exterior, dominado por la imponente silueta montañosa del Cáucaso. La milenaria tradición armenia del vino y ese subyugante entorno natural constituyen la mejor fuente de inspiración de los hermanos Rubén y Garén Ghazerian, instalados con sus herramientas artesanales a pasos de la entreda a la caverna. De su padre pintor y escultor heredaron la pasión que los induce a esculpir jachkar (tradicionales cruces de piedra tallada) y pequeñas réplicas de Noravank, un complejo religioso que se levanta desde el siglo XIV sobre la cima de una montaña a 8 km de aquí. Es una de las obras cumbres de Manúg, quien se especializaba en reescribir la Biblia sobre hojas de cuero de ternero. Pero la avidez por la lectura y la escritura le debilitaron la vista y optó por dedicarse de lleno a la arquitectura.
Esta zona de clima áspero, donde florecen los viñedos y se conservan antiguas tradiciones, sedujo a Eduardo Eurnekian, cuya empresa Armavir Vineyards transformó al emprersario argentino de origen armenio en el principal productor de uva de Armenia. En la próspera tierra de los vinos, dulces y frutas de Arení, su marca Karas –”ánfora”, en armenio– ofrece vinos tinto y blanco muy aromáticos, refresacantes y con buen cuerpo. La última escala de una largo derrotero, que ya suma seis milenios.
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