El triunfo de un clásico: Las Violetas fue elegido por los vecinos como el mejor café de la Ciudad
La confitería recibió 3.706 votos de un total de casi 20.000.
Fue fundada en 1884, pero sigue vigente como el primer día. Y ayer lo demostró: la Confitería Las Violetas fue votada como el mejor café notable de la Ciudad por 3.706 vecinos, en un concurso organizado por el Programa BA Capital Gastronómica del Gobierno porteño. El anuncio se hizo durante el Festival de Café FECA.
El certamen también sirvió para armar el ranking de los 10 mejores bares notables. A Las Violetas le siguieron el Café Roma(3.576 votos), el Tortoni (2.255), Los 36 Billares, El Gato Negro, London City, Florida Garden, Los Galgos, Esquina Homero Manzi y La Biela. En el concurso participaron 19.496 porteños, que tuvieron que elegir entre 49 establecimientos.
Cuando Isidro Montes, gerente de Las Violetas, llegó ayer por la tarde al café, premio en mano, la euforia entre el personal y los clientes fue total. Como cuando se gana un mundial, hubo aplausos, gritos, abrazos. Y hasta la consulta de un turista estadounidense, que no entendía qué pasaba. “¿Cómo? ¿Number one?”, preguntó admirado.
Isidro Montes, el gerente, estaba eufórico. (Fernando de la Orden)
“Las familias vienen acá generación tras generación”, resaltó Montes, sentado en una de las mesas del salón, recuperándose del festejo. Y aunque dijo que el lugar tiene mil historias guardadas, recordó una en especial: la de una pareja en los 70 que se encontraba en el bar, pero que debió separarse durante la última dictadura. Uno fue a Francia, el otro a Alemania. “Cuando volvió la democracia, quisieron reunirse y lo hicieron acá”, contó este asturiano que ya pasó la mitad de su vida en Buenos Aires.
Luciano Correa, un mozo histórico de Las Violetas, también aportó sus anécdotas. Después de pasar por otros clásicos gastronómicos porteños, como Edelweiss y Café Esquina Homero Manzi, desembarcó en el café más famoso de Almagro en 2001, para la reapertura.
Luciano Correa, uno de los mozos históricos.
“Hay abuelas que me cuentan que acá conocieron a sus maridos, turistas que antes de bajarse del avión ya planean venir acá, artistas internacionales como Francis Ford Coppola o Viggo Mortensen”, enumeró Correa. “Hasta ex compañeros de la primaria que décadas después siguen juntándose acá”, agregó. Y presentó a Lito, José, Tito y Coco, sentados a unos metros, que a sus 77 años eligen todos los sábados este café como espacio “terapéutico”. “Parecemos más jóvenes porque venimos acá a hacer catarsis”, confesó divertido Lito.
Los compañeros de la primaria Lito, José, Tito y Coco, de 77 años, se reúnen en Las Violetas todos los sábados. (Fernando de la Orden)
Ana, de 56 años, llevó a sus compañeras de la primaria en Mataderos para que conocieran el emblemático café, del que ella es habitué. Llegaron justo para el festejo. “El ambiente es hermoso, te atienden bien, no te apuran. Me gusta mucho que exista un lugar así, hay que cuidarlo”, resaltó.
A dos mesas de distancia estaba la familia Lotuf, que vino desde Rosario para un bautismo y antes decidió pasar por el bar. “Había venido antes de la reforma. Lo elegí porque es un lugar tradicional, me siento muy cómodo, y nos gusta la comida y la arquitectura”, explicó Jorge Lotuf (66), en un almuerzo tardío que atravesó varias generaciones.
Una familia rosarina vino a Capital por un bautismo y quisieron conocer Las Violetas. (Fernando de la Orden)
Durante todo el año, en las mesas de Las Violetas lo que más se ve es la famosa bandeja María Cala, con torta, masas finas, sándwiches de miga, fosforitos, budín, pan dulce e infusiones. Por la noche, la carta varía semanalmente, aunque siempre mantiene una impronta bien porteña: supremas con salsas, lomitos salteados, pastas, milanesas y risottos.
Algunos clientes pidieron la "Bandeja María Cala Victoriana", para brindar con champagne. (Fernando de la Orden)
Los fines de semana, el local se llena de turistas de las provincias y el exterior, que quieren ver en persona los vitrales franceses, la boiserie restaurada, los anillos de bronce, las columnas. Y las filas en la vereda a la espera de una mesa ya se convirtieron en otra tradición del lugar.
Sin embargo, hace 20 años, la realidad de Las Violetas era muy distinta: las cuentas no daban, cerró y entró en estado de abandono. Se hablaba incluso de que iba a dejar de ser una confitería para ser comprada por una cadena de supermercados. Pero la insistencia de los vecinos y la iniciativa de un grupo de empresarios gastronómicos lograron que reabriera en 2001, tras seis meses de restauración. Y ayer, sus mozos y cocineros vivieron el premio como un triunfo personal.
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