St. Moritz Gourmet Festival, donde el lujo y la cocina van de la mano
Entre champagne, cigarros y deportes de nieve, cada año se celebra en Suiza este sofisticado festival: lo más exclusivo a lo que un gourmet pueda aspirar en su vida. Estuvimos ahí y te contamos qué onda.
Seguramente escuchaste hablar de las matrioshkas, el conjunto de muñecas rusas que se encastran unas adentro de otras: a medida que se abren, van apareciendo hasta que uno cree haber visto todas, pero resulta que hay otra más. Hasta que finalmente, se llega a la última, oculta, casi inaccesible. Así es el high-end, alta gama, el “nec plus ultra”, la barrera donde no puede haber nada más allá de ese límite. En materia gastronómica, este pináculo se alcanza con el St. Moritz Gourmet Festival, el festival gourmet más “glam”.
Así es, si sos un foodie curtido y pensaste que lo viste todo, hay un planeta que te falta colonizar. Este evento gastronómico no se asemeja en nada a otros que anualmente se llevan a cabo en diferentes rincones del mundo: no hay charlas ni seminarios, ni centros de convenciones, ni nada parecido. Esto es como un cuento de hadas, donde los participantes se sumergen durante cinco días en una elegante sucesión de placeres gourmet, sociales y deportivos, uno más increíble que el otro.
Foto: swiss-image.ch/Photo Andy Mettler
UN POCO DE HISTORIA
En St. Moritz, Suiza, literalmente se inventaron los deportes de invierno. Este pequeño poblado del cantón de Graubunden solía alojar durante el verano a parte de la elite europea que, en el siglo XIX, buscaba parajes bucólicos para reposar. Pero en el año 1859, un posadero llamado Johannes Badrutt hizo una arriesgada apuesta: le dijo a un grupo de aristócratas ingleses que se quedaran a pasar el invierno y que sin duda se iban a divertir más que durante la temporada estival, caso contrario les devolvía el costo de la estadía.
Los ingleses ociosos aceptaron el reto y decidieron pasar la temporada. Como estaban encerrados en la posada rodeados de nieve, a guisa de pasatiempo comenzaron a deslizarse con los esquís y trineos de los locales, que hasta ese entonces servían como medio de transporte. De esta forma nacieron los deportes sobre nieve y hielo. De más está decir que el suizo ganó la apuesta, los pálidos británicos se broncearon (St. Moritz tiene un promedio de 300 días al año de sol), la pasaron estupendamente y, en la temporada siguiente, regresaron en tropel.
Actualmente, St. Moritz no solo recibe a la aristocracia inglesa, sino a muchos de los ricos del mundo. Estos “happy few” suelen venir de todos los confines, pero hay mucho dinero rancio europeo, potentados árabes, nuevos ricos rusos, y cada vez más asiáticos. Todos vienen a esquiar, a alojarse en algunos de los mejores hoteles del mundo, a comprar a cuatro manos… y a comer.
Foto: swiss-image.ch/Photo Andy Mettler
EL FESTIVAL
El St. Moritz Gourmet Festival comenzó hace 24 años gracias a la creatividad de un empresario gastronómico local llamado Reto Mathis. El hombre decidió hacer algo diferente, fuera de lo común. Y tenía todos los ingredientes en la alacena: locación soñada, hoteles de supina categoría, millonarios, grandes marcas y mucho, pero mucho glamour. Mathis enhebró las perlas en un collar y logró realizar este evento sin par.
Todos los años, a fines de enero, el puntapié inicial es el “Grand Julius Baer Opening” en el Kempinski Grand Hotel des Bains, un majestuoso establecimiento adonde se reúnen los cocineros participantes. Se trata de un festival, en ocasiones temático, al cual se invita a alrededor de nueve chefs, la mayoría con estrellas Michelin y alta calificación Gault Millau, muchos de ellos famosos, como Massimo Bottura, Mauro Colagreco o Jean-Georges Klein. La celebridad culinaria invitada cocina con los chefs ejecutivos y las brigadas de los hoteles anfitriones (nueve hoteles que por lo general tienen cinco estrellas), como el Badrutt’s Palace, el Kulm, Carlton, Suvretta House, Grand Hotel Kronenhof, Waldhaus Sils-María, etc. Durante tres de los cinco días que dura el festival, ofrecen sus menúes que los comensales pueden probar, dentro del marco de las “Gourmet Diners”. Los invitados tienen a disposición camionetas BMW último modelo con chofer, ploteadas con el logo del festival, que los trasladan de un hotel a otro según su necesidad o capricho.
Foto: swiss-image.ch/Photo Andy Mettler
La última edición estuvo dedicada a los Estados Unidos, país anfitrión, motivo por el cual se apersonaron luminarias yanquis como Lee Wollen, James Kent, Melissa Kelly, Daniel Humm, Rick Moonen y Enrique Olvera, que si bien es mexicano, además de Pujol, tiene Cosmo, el restaurant del momento en Chicago, aparte de Ron Silver y otros estadounidenses de elite.
Otros eventos son la ordalía de quesos que prepara Bernard Antony, el “maître affineur” más famoso del mundo, que en su equipaje trae los mejores quesos de Francia y que en la cava de piedra del hotel Steffani sirve parsimoniosamente a los comensales. Tampoco falta la cata de grappas y otras espirituosas, chocolate, vinos, cigarros, o el “Fascination Champagne”, donde la casa Laurent Perrier descorcha sus mejores exponentes en las entrañas del exclusivo hotel Suvretta. Una de las actividades más esperadas es la “Kitchen Party”, una fiesta que se realiza en las cocinas del Badrutt’s Palace, a la que los invitados asisten de riguroso traje oscuro sobre los que se ponen un mandil con el logo del festival. En esas inmensas instalaciones, al compás de la música de una orquesta y un DJ, los trasnochadores deambulan entre las islas de los chefs participantes, comiendo, bebiendo y bailando hasta la madrugada.
Foto: swiss-image.ch/Photo Andy Mettler
El espectáculo se cierra con una gran comida por pasos elaborada por los chefs invitados, llamada la “Great BMW Gourmet Finale”, donde realizan una suerte de menú en colaboración. En los salones de uno de los grandes hoteles, los comensales son servidos con toda la “grandeur” de antaño, con platería, candelabros, hilo y porcelana.
Foto: swiss-image.ch/Photo Andy Mettler
NO SÓLO COCINA
Pero si estás aburrido de comer, también podés esquiar, ya que St. Moritz cuenta con 56 medios de elevación y 350 kilómetros de pistas esquiables. La nieve es excelente y hay pistas para todos los gustos. Además, podés tirarte en parapente con esquís o experimentar el vértigo de un descenso en bobsleigh. Así es, previo pago de 250 francos suizos, en el Olympia Bob Run te montás en un trineo con forma de torpedo para cuatro tripulantes y bajás por un cañadón de hielo que une dos pueblos “a las chapas”, con velocidades de hasta 150 km/h, y fuerzas de hasta 5G, algo que sólo experimenta un piloto de combate. Si sobrevivís, al final esperan a los debutantes con una gloriosa copa de champagne.
En temporada invernal también tenés la Snow Polo World Cup, donde se junta buena parte del “gratin” europeo a aplaudir las habilidades de polistas y patrones, entre quienes siempre hay algún argentino. También está el White Turf, una alucinante carrera hípica sobre el lago congelado y, en ocasiones, el Aston Martin On Ice, que es cuando la automotriz inglesa presenta sus últimos modelos para que los afortunados que puedan pagar la experiencia corran los autos con ruedas claveteadas sobre el hielo.
EL PÚBLICO
No es casualidad que el puntapié inicial por lo general coincida con la desconcentración del Foro de Davos, ciudad vecina que aporta su buen caudal de millonarios y celebridades a St. Moritz. Sí, este festival, además de ricos de nuevo cuño, recibe a lo más selecto de Europa. No faltan títulos nobiliarios, ni apellidos precedidos por “de” o “von”. Lo más llamativo es que estos peces gordos se mueven con total desenvoltura y privacidad, ya que una de las reglas que tienen los suizos, como buenos banqueros que son, es la de preservar el anonimato. Así que podés compartir la telesilla con uno de los Top 100 de Fortune y no darte cuenta. Personajes de la talla de Lakshmi Mittal, el magnate del acero cuya villa alpina está valuada en 45 millones de dólares, el naviero Stavros Niarchos III o Roberto Setubal, accionista del Banco Itaú y legendario gourmet, son figuritas repetidas en el paisaje alpino.
No faltan las nuevas fortunas venidas del Este, como los rusos, compradores compulsivos de las marcas más suntuarias. Sucede que las vidrieras de St. Moritz están reservadas para artículos de lujo de marcas como Louis Vuitton, Rolex, Moncler, Hermès, Loro Piana, Van Cleef & Arpels o Maserati, que muchos de estos visitantes compran sin pestañear. Por ejemplo, hace tres temporadas, algunos miembros de la familia real saudita se gastaron apenas 850.000 francos suizos en chucherías…
¿Cuánto cuesta asistir a este festival de ensueño? Una cena de cinco pasos, con vino, puede llegar a los 250 francos suizos. De todas formas, la mayoría de los asistentes no suele mirar la factura antes de pedir la cuenta.
Foto: swiss-image.ch/Photo Andy Mettler
DE ORIENTE CON AMOR… Y EUROS
Entre los adinerados habitués del festival de St.Moritz, recientemente fueron apareciendo los chinos, atraídos por todo lo que tiene que ver con el jet set. Los orientales, muchos de los cuales no saben lo que es un esquí, no dudan en barrer con los artículos de lujo que ven en las revistas de moda, inaccesibles para la mayoría de los mortales. También se ven árabes, algunos con su harén, tomando sendas botellas de Vega Sicilia y Sassicaia servidas en decantadores Riedel. Lo que se podría decir “un lujo asiático”, en pleno corazón europeo.
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