Ni tinto, ni blanco, ni rosado: ¡vino naranja!
Ernesto Catena Vineyards acaba de lanzar su Animal L'Orange, que se suma a la breve pero trendy lista de vinos naranjas argentinos
Es inevitable, pero aunque uno trate de esconderla entre tantas otras, esta pequeña botella salta a la vista. Con tapa corona, etiqueta terminada a mano y una botella retacona y rústica -más asimilable a la de una cerveza artesanal de 500 cc-, Animal L'Orange 2015 sorprende por el color de su contenido: ¡naranja! Y no se trata de jugo, agua saborizada ni, claro está, de cerveza: es vino. Más precisamente, uno cuya elaboración parte de uvas blancas y las trata como tintas, y que remite a una milenaria forma de producir vino originaria del sur del Cáucaso.
De 5000 a 6000 años atrás en Georgia, en el extremo sudeste del continente europeo, el vino se producía en ánforas de 500 a 800 litros de arcilla o terracota llamadas kvevri, que permanecían enterradas bajo la superficie. Allí las uvas blancas eran puestas a fermentar y macerar con piel y semillas, de una forma bastante más rudimentaria y primitiva que en la actualidad: sin agregado de levaduras y sin más control de temperatura que el que ofrece el subsuelo. Si hoy en día en el vino blanco se evita el contacto de las pieles con el jugo de la uva durante el proceso de fermentación es justamente para reducir la presencia de taninos, la astringencia y el color.
Bueno, todo eso es lo que se busca en el vino naranja, en el que un prolongado contacto con las pieles otorga características particulares. "Nuestro blend de semillón y chardonnay es fermentado y macerado con las pieles, de modo similar a como se hace con un vino tinto, pero durante un período de tiempo más prolongado (10 meses) -comentó Pablo Naumann, vicepresidente de la bodega Ernesto Catena Vineyards-. Por ese contacto se extraen taninos y polifenoles, que con el paso del tiempo en barriles van cambiando su composición dando tonalidades naranjas, las cuales dan el nombre a este tipo de vino".
En los últimos años, el vino naranja ha experimentado un boom a nivel global, a tal punto que hay quienes sostienen que "el naranja es el nuevo rosé". El revival de esta antigua forma de hacer vino nace a fines del milenio pasado en la región de Friuli, Italia, de la mano del enólogo Josko Gravner, y luego se extiende a la vecina Eslovenia, para finalmente saltar en lo que va del siglo XXI a países del Nuevo y del Viejo Mundo, como los Estados Unidos, Australia y Sudáfrica, y Francia y Austria, respectivamente. De alguna forma, este ancestral tipo de vino ha devenido en una de las categorías más nuevas que hoy comienzan a hacerse un lugar en las cartas de vino del mundo.
El primer vino naranja elaborado en la Argentina que llegó a las góndolas fue el Torrontés Brutal de Passionate Wine (antes en la línea Inéditos, ahora en Vía Revolucionaria), en el que las uvas torrontés de Tupungato, Mendoza, son fermentadas con piel y semillas como si se tratara de un tinto. En el caso de Animal L'Orange, se trata de un blend de 70% semillón de Agrelo y 30% de chardonnay de Tupungato. Y el resultado es un vino naranja pálido, muy aromático y floral en nariz, pero extremadamente seco en boca. Algo diferente, sin dudas, a lo que uno habitualmente encuentra en vinotecas y supermercados. Es cuestión de probar y ver qué pasa.
Link a la nota: http://www.lanacion.com.ar/1886774-ni-tinto-ni-blanco-ni-rosado-vino-naranja
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