viernes, 15 de noviembre de 2019

La Nación - Sociedad - Noche de las Heladerías: Via Maggiore, un clásico que se destaca por su Súper Sabayón

Noche de las Heladerías: Via Maggiore, un clásico que se destaca por su Súper Sabayón

En el pueblo de Palse, en la provincia de Pordenone, (norte de Italia) Alfredo Zanetti probó por primera vez el helado y desde entonces su favorito es el de limón. Desde pequeño todos los sábados y domingos ayudaba al padre de un amigo a vender gelato artesanal en la plaza del pueblo y así aprendió cómo se servía en los típicos vasos italianos de vidrio con las cucharitas de plata.
"No hay nada más sabroso que disfrutar de un helado artesanal. Todos los días pruebo la producción para controlar la calidad. Las recetas son las mismas de siempre", afirma con orgullo Zanetti desde su heladería Via Maggiore, un clásico porteño desde hace 35 años. Ofrecen más de 50 sabores, pero ganaron fama por el "Súper sabayón", considerado por muchos como uno de los mejores de Buenos Aires.
Zanetti tiene casi 80 años y todos los días antes de las nueve de la noche está parado frente al mostrador de su heladería con un ambo de heladero blanco bien prolijo. Todos lo conocen como el Tano. Por eso, varios suelen decirle al local "la heladería del Tano". Lo que más disfruta del trabajo es la atención al cliente: recomendar qué sabor pedir, sugerir las nuevas incorporaciones de la casa y anticiparse al pedido los habitués que siempre van en busca de lo mismo.
Alfredo sigue preparando el helado
Alfredo sigue preparando el helado Fuente: LA NACION - Crédito: Patricio Pidal
"Quiero un cucurucho de sambayón y chocolate suizo", dice un hombre joven que acaba de ingresar al local. Al instante Alfredo sonríe y comienza a prepararlo, pero previamente le explica: "Aquí a este sabor lo llaman "sabayón" porque en Italia se dice así y queremos conservar las tradiciones".
Antes de convertirse en maestro heladero, Alfredo fue carpintero. Su padre, Oreste, aprendió el oficio tras la guerra y tenía un pequeño taller en Pordenone. Él decidió continuar sus pasos. Juntos hacían muebles, sillas, escritorios, puertas, bibliotecas, entre otros, para los clientes del pueblo.
En 1955, junto a sus padres y hermanos emprendieron rumbo a América y luego de varios días de navegación llegaron al Puerto de Buenos Aires. Se instalaron en Lanús, donde comenzaron de cero y continuaron con la carpintería.
Habrá sido el destino, pero uno de sus principales clientes fueron las heladerías. Alfredo se encargó de diseñar con cedro o viraro los mostradores, estanterías y bancos de trece heladerías. Una de ellas fue "La Veneciana", en Villa Ballester, un emprendimiento de unos amigos italianos. Casi todas las noches, cuando terminaba la entrega de los muebles, se acercaba a la heladería y entre charla y mates aprendió los secretos para preparar un buen helado artesanal. "Bocha, vení a revolver la pentola (olla en italiano)", recuerda que le decía su amigo, y él con movimientos suaves y a fuego lento custodiaba la producción hasta llegar al punto justo.
Una vieja foto de Vía Maggiore
Una vieja foto de Vía Maggiore Fuente: LA NACION - Crédito: Patricio Pidal
Al poco tiempo, Zanetti se dio cuenta de que producir helado lo apasionaba y le hacía recordar aquellas tardes calurosas en Pordenone. Por eso, en 1981 decidió probar suerte con su propio local. Primero empezó con los cuatro gustos clásicos: limón, chocolate, frutilla y vainilla y luego sumó otros hasta llegar a los 16. Sus helados tuvieron una aceptación inmediata y en 1984 encontró un local en avenida Callao 777 que estaba a la venta y mudó su heladería, a la que nombró "Via Maggiore". La llamaron así ya que según recuerda estaban indecisos con el nombre y justo recibió una carta de su hermano Mario desde Italia. "El sobre decía Via Maggiore, que era la dirección de su casa. Y además, dio la casualidad que uno de los empleados estaba afuera pintando un cartel de la heladería y dijo: "Alfredo, estamos en Callao, una avenida principal". En ese momento no le quedaron dudas de que ese iba a ser el nombre. Es el día de hoy que aún algunos clientes creen que Maggiore es el apellido de la familia.
Alfredo diseñó todos los muebles y estanterías que hace 35 años se conservan intactos en el local. Se encargó de tomar las medidas, cortar las maderas, lustrarlas y ver qué tipo de bancos eran los adecuados para la comodidad de sus clientes. Además, armó un mueble especial para guardar los cucuruchos y tacitas que permite que se conserven sin que agarren humedad. Abrió un 24 de diciembre de 1984 a las nueve de la noche y aún recuerda como si fuera ayer a la primera clienta que se llevó un kilo de helado. Casi sin darse cuenta se hicieron las doce menos cuarto de la noche y cerraron rápido para llagar a brindar con la familia. "Desde entonces en casa tenemos la tradición de brindar y después comer. Es una especie de ritual", admite Zanetti, recordando aquella anécdota de Navidad.
Los primeros años fue todo a pulmón. Vía Maggiore siempre fue un emprendimiento familiar. Raquel, la mujer de Alfredo, lo ayudaba con clientes y sus hijas Georgina y Mirella festejaron en la heladería sus cumpleaños. Ellas aprendieron desde pequeñas la técnica para servir helado en los cucuruchos. Zanetti abría y cerraba el local: antes de las diez de la mañana comenzaba con la producción y luego se quedaba hasta las tres de la mañana preparando los helados frescos para el día siguiente. Durante años la producción fue a la vista, pero ahora las máquinas italianas de la década del 80 están en la cocina y se las puede ver trabajar desde una pequeña ventana de vidrio.
Dulce de leche, el gusto que más sale
Dulce de leche, el gusto que más sale Fuente: LA NACION - Crédito: Patricio Pidal
Daniel Pellinacci trabaja hace más de veinte años en la heladería. Comenzó el oficio a los 13 como despachante y luego aprendió los secretos de la producción de helados. A su lado tiene una fabricadora de helado vertical y explica que "la producción se hace dependiendo de la venta del día". Por la tarde ya comienzan a preparar los helados frescos para la mañana siguiente.
Samuel, al que todos conocen como Sam, entró a trabajar en la heladería cuando era joven y ya está hace más de veinticinco años. "Siento que Via Maggiore es parte de mi historia y mi familia", expresa quien conoce como pocos el gusto de los clientes. Sam es muy detallista y también se encarga de decorar los postres helados como el almendrado, Tiziano mixto, Picasso y pan dulce (un clásico en las fiestas).

Más de 50 sabores

Actualmente tienen en cartelera más de 50 sabores, pero uno de los más solicitados es el de "Súper sabayón". Le dicen súper porque suele ser más suave y según admiten también es por la calidad de la materia prima. Este sabor, pedido por niños y adultos, tiene fama desde la apertura de la heladería. "Es uno de los que más piden, te lo sacan de las manos. No importa que estación del año sea, siempre sale. Hasta se vienen de distintas provincias a probarlo", afirma Sam. Para llegar a la receta Alfredo asegura que probó varias y desde entonces se mantiene igual. "Lleva yemas de huevos de campo, Oporto, Rhum, azúcar y crema", cuenta, mientras sirve un kilo de helado con otros sabores clásicos de la casa: Chocolate Bombón, con chocolate semiamargo, granizado y crocante al Rhum, Dulce de leche con nueces y Banana a la Panna (crema).
Mirella atiende la heladería que fundó su padre
Mirella atiende la heladería que fundó su padre Fuente: LA NACION - Crédito: Patricio Pidal
El dulce de leche (totalmente casero) también es muy solicitado, aunque no se queda atrás la vainilla, preparada con chaucha de vainilla, sin esencia ni colorantes. "El secreto de un buen helado está en la calidad de la materia prima y en saber balancearlo bien. Siempre digo que, al igual que las pastas, si un helado es bueno no hace falta taparlo con salsas u otros ingredientes, es rico solo. El sabor tiene que ser lo más natural posible", opina Zanetti, mientras prueba una cucharadita de dulce de leche recién salido de la máquina y agrega: "Cuándo está recién hecho y fresco es realmente increíble". También tienen sabores bien italianos, como el Pistacchio, hecho con fruta que importan de Italia, y el Tiramisú en honor a uno de los postres más representativos.
En verano suelen salir más los sabores frutales, como frutilla, limón, frambuesa y maracuyá, que se impuso hace cinco años. Mientras que en invierno pican en punta las cremas y el chocolate. El dulce de leche, en todas sus variantes (granizado, con nueces y súper) es uno de los preferidos durante todo el año. Alfredo cuenta que las modas fueron cambiando según los años: "En los 70 y 80 fue el boom del granizado, en los 90 todos pedían mucho banana split y súper dulce de leche y en el 2000 el preferido fue el tramontana".
Mirella, una de las hijas de Alfredo, se crió con el aroma a helado recién hecho y desde hace más de diez años se encarga de atender la heladería por la mañana hasta las ocho de la noche. Su preferido es la crema turca (una crema de nuez, con nueces e higos) y siempre está atenta a las nuevas tendencias. Hace algunos años sumó el sabor limonada al jengibre y mandarina granizada. Y esta semana como varios clientes le solicitaron algún sabor apto para veganos incorporó el de palta, que para su sorpresa tuvo una aceptación absoluta.
Los gustos de Vía Maggiore
Los gustos de Vía Maggiore Fuente: LA NACION - Crédito: Patricio Pidal
"Hicimos algunas pruebas hasta que quedó bien equilibrado y el sabor gustó mucho. Siempre mantenemos las recetas tradicionales, pero nos gusta estar atentos a los pedidos de los clientes", reconoce mientras sirve un vasito de quinotos al whisky. "Este sabor lo piden bastante, no quedan muchas heladerías que lo sigan ofreciendo y es un clásico", agrega.
"Algunos clientes nos cuentan que los traían sus abuelos y aún se siguen pidiendo los mismos sabores de cuándo eran chiquitos. Hasta nos dicen que comer un helado les revive momentos", señala Mirella, quien admite que siente a la heladería como su casa.
Cae la tarde y un joven ingresa al local con ganas de disfrutar de un vaso chico de helado. Luego de mirar la cartelera le pregunta a Alfredo qué sabores le aconseja pedir. Sin dudarlo, él toma una cucharita y le dice: "Probá el Sabayón" y al instante agrega: "Y el limón, mi favorito".
El frente de la heladería, en Callao y Córdoba
El frente de la heladería, en Callao y Córdoba Fuente: LA NACION - Crédito: Patricio Pidal

La noche de las heladerías

Este jueves 14 de novimebre se realiza la tercera edición de "La Noche de las Heladerías", en el marco de la 35º edición de la Semana del Auténtico Helado Artesanal que se lleva a cabo de 11 al 17 de noviembre. Desde las 19 hasta el cierre de cada heladería adherida, el cuarto y el medio kilo se ofrecerán a mitad de precio. Participan más de doscientas heladerías en todo el país.

Clarín - Sociedad - Ferrán Adriá: “No es lógico que en la Argentina la parrilla no haya evolucionado”

Ferrán Adriá: “No es lógico que en la Argentina la parrilla no haya evolucionado”

El catalán visitó el país e hizo una autocrítica: “Los cocineros debemos dejar el ego de lado y tener un poquito de humildad”.


"Yo ya lo he consigo todo, lo logré casi todo. Cumplí sueños impensados, fui premiado y reconocido, tengo prosperidad, todo inimaginable, pero lo he alcanzado. Entonces, ¿para qué me levanto cada mañana? Para buscar desafíos, para ir por más innovaciones, para crear a los mejores creadores. Es lo que hoy me desvela".
Lo dice el número uno de la gastronomía, el catalán Ferrán Adriá, quien vino por un puñado de horas a Buenos Aires para participar del Forum Excelencia, en el que brindó una charla sobre la innovación en relación con la eficiencia.
"Hacemos cosas que no pensamos demasiado y pueden funcionar más o menos bien. Pero si queremos algo importante, si queremos jugar en las grandes ligas, necesitamos imaginación, creatividad, innovación y mucha dedicación", fue el comienzo de su ponencia.
"Llevamos más de dos millones de años cocinando en esta tierra. Y yo, oportuno -acota con ironía- me iba a dedicar a esto, a la cocina, entonces pensé: '¿cómo hacer algo distinto, disruptivo?'. Me puse a estudiar, a pensar en cómo crear en un mundo en el que ya estaba todo inventado", argumenta el creador de la llamada cocina molecular, que deja un consejo a modo de advertencia: “No miren la innovación como algo divino que viene del cielo; te pones a trabajar, aprendes, haces, trabajas, estudias… y así”.
Si se habla de Ferrán Adriá, hay que hablar de El Bulli, un restorán de Cataluña, que estuvo abierto entre 1962 y julio de 2011, y fue conocido internacionalmente por la labor gastronómica desarrollada por los cocineros españoles Ferran Adrià y Albert Adrià. Ferrán entró en 1984 y el El Bulli -nominado cinco veces como mejor restaurante del mundo- logró una tercera estrella Michelín en 1997 y un enorme reconocimiento internacional por su gastronomía innovadora.
Para Ferrán Adriá hay que pegar el volantazo. "Sólo llegan los que se preparan, los que tienen capacidad de trabajo, innovación y gestión. Los que arriesgan con alguna locura".

Foto German Garcia Adrasti
Para Ferrán Adriá hay que pegar el volantazo. "Sólo llegan los que se preparan, los que tienen capacidad de trabajo, innovación y gestión. Los que arriesgan con alguna locura". Foto German Garcia Adrasti
Considerado por la revista Time como una de las cien personas más influyentes del mundo, Ferrán Adriá cree que tanto la innovación como la creatividad, "ambas vertientes muy importantes de un mismo camino, hay que entenderlas de una forma holística: desde su relación con la ciencia como con el mundo del arte, pasando por la publicidad, el marketing, la arquitectura o el diseño".
Una vez terminada su exposición, en el Palacio de las Aguas Corrientes, el catalán de 57 años conversó con Clarín y su primera reflexión ante la consulta es inapelable: "Los cocineros debemos dejar el ego de lado y tener un poquito de humildad. Por empezar dejemos de dar lecciones de cómo mejorar el mundo. Y yo tengo parte de la culpa".
-¿Por qué lo decís?
-Porque ellos, nosotros, parece que tenemos respuesta para todo. Y hay mucha gente que la está pasando mal en el mundo, hay 4.000 millones de personas que ganan dos euros por día y los cocineros hablan y opinan como expertos, como si fueran Bill Gates.
-¿Qué hay con eso de que se creen rock stars?
-Los que se lo creen son cuatro o cinco, esos que salen en la tele, el resto es un cuento chino. Sí hay muchos chefs que dicen que ganan millones como los futbolistas, pero nada que ver. Somos muy pocos los privilegiados. Restoranes como El Bulli hubo contados con los dedos de una mano. Hay que tener cuidado con lo que se dice...
-¿Por qué?
-Porque después chicos y chicas dicen que quieren ser chef por la fama y el dinero, y sólo llegan los que se preparan, los que tienen capacidad de trabajo, innovación y gestión. Los que arriesgan con alguna locura.
-¿Locura?
-​Sí, el que se sale del molde, el que rompe las estructuras. Hoy falta valentía para hacer algo disruptivo.
-¿Cómo ves al mundo de la gastronomía mundial?
-Medio estancado, no ha habido una innovación importante en los últimos 35 años. Recién hace unos años el cocinero dejó de trabajar de manera automatizada para ponerse a pensar y eso es gracias a El Bulli, que ha formado a cocineros y hoy esos cocineros ahora piensan -reitera-. Antes no pensábamos, solamente reproducíamos.
-¿El Bulli les dio esa capacidad?
-Por supuesto. Piensen en lo que quieran, pero piensen, tómense su tiempo, piensen y elaboren.
-Ese estancamiento, ¿lo ves en Argentina?
-Me parece que no es lógico que no haya una evolución alrededor de la parrilla.​ Argentina es el país número uno a la hora de cocinar parrillas, pero desde 1998 que vengo aquí, no veo un crecimiento. Quizás es una decisión no querer cambiar nada y me parece respetable.
-¿Te parece que la parrilla no ha evolucionado?
-Bueno, no en la proporción que esperaba, pero no soy quién para opinar, yo vengo aquí cada tanto. Me permito decir que por una cuestión de lógica, debió haber una explosión con las parrillas argentinas, nada más. Pero, a la vez, ¿por qué tiene que evolucionar? No es obligatorio.
-Aqui una parrilla, algo que parece tan simple, fue elegida en la lista The World's Best 50 Restaurants y se encuentra entre las mejores del mundo...
-¿Tu caminas aún? ¿Y también viajas en avión? Es genial la cocina molecular y también una parrilla. En definitiva, se impone la calidad.
-El Bulli cerró el 30 de julio de 2011. ¿Se extraña la adrenalina propia del restorán?
-Viajé anoche de Madrid a Barcelona, llegué esta mañana a Buenos Aires y me vuelvo en unas horas. Te parece poca adrenalina. Pero si cerré el restorán, es porque estoy fascinado con esta nueva faceta, de lo contrario no lo haría.
-¿Por qué cerró?
-Porque me apetece más crear creadores que crear platos, que hice durante muchos años miles y miles. Porque llegamos a un límite, no pudimos seguir, no pudimos ir más allá. Nos fuimos con 2 millones de personas en lista de espera.
-Es como quien baja una obra de teatro en pleno éxito...
-Algo así. Y si yo hablo de riesgo, locura y disrupción, tengo que predicar con el ejemplo. No queríamos prostituirnos, buscamos morir con las botas puestas.
-¿Por qué "prostituirnos"?
-Porque en un momento, hay que decir basta, poner ese límite y decir hasta aquí. Ni por más dinero del mundo.
-Cómo recordás aquel 30 de julio de 2011?
-Como el día más feliz de mi vida. Compruébalo en Youtube, entrando a "Last vals". Allí tenés mi respuesta.

La Nación - Lifestyle - 5 comidas que superan las 2000 calorías en un solo plato

5 comidas que superan las 2000 calorías en un solo plato

Mientras los especialistas recomiendan que un plato no supere las 600, estos tradicionales combos les dan pelea

anteca, aceite, crema de leche y parmesano rallado: la salsa Alfredo que acompaña a la pasta en muchos restaurantes del mundo es por sí sola una diablura calórica que debería consumirse ocasionalmente.
Sin embargo, es una de las opciones más extendidas en la carta de los restaurantes en Estados Unidos.
Al hablar de platos altos en calorías, se tiende a pensar en "comida chatarra", pero un estudio publicado en la revista médica British Medical Journal analizó distintos tipos de restaurantes en 5 países.
La investigación descubrió tres platos que por sí solos superan las 2.500 calorías y dos que sobrepasan las 2.000. Y no todos los locales eran cadenas de comida rápida.
Las recomendaciones generales sobre nutrición estipulan que un solo almuerzo o cena no debería superar las 600 calorías.
Esto garantiza que el consumo diario en las mujeres no supere las 2.000 y en los hombres las 2.500, y que logremos evitar subir de peso.
Por eso, en las visitas a los restaurantes deberíamos detenernos a pensar sobre la realidad de estos cinco platos de la cocina popular:

1. Fettuccini Alfredo

Come un plato de esta pasta y habrás cubierto todas las calorías que necesitas en un día.
Come un plato de esta pasta y habrás cubierto todas las calorías que necesitas en un día. Crédito: GETTY
El menú concreto analizado por la revista cuenta con una porción de gran tamaño (pesa casi un kilo) y va acompañada de pan.
El conjunto supone 2.589 calorías. El tipo de restaurante que sirve este plato es de consumo en el local, servido por camareros.
La mayor parte de las calorías proviene de la cremosa salsa Alfredo.
Según el sitio BBC Good Food la receta incluye 25 gramos de manteca, 227 de nata, 100 gramos de queso parmesano y una cuchara de harina de maíz.

2. Pollo a la pimienta

Esta receta oriental conocida como Peppery Chicken tiene como ingrediente básico el pollo frito.
Esta receta oriental conocida como Peppery Chicken tiene como ingrediente básico el pollo frito. Crédito: GETTY
Este plato típico de China (peppery chicken) alcanza las 2585 calorías en la ración de 650 gramos analizada por British Medical Journal.
Conseguir la cobertura crujiente requiere recubrir el pollo en harina y freírlo durante mucho rato en aceite muy caliente.
El estudio midió el contenido energético de una muestra representativa de 223 comidas populares compradas en 111 restaurantes y cadenas de comida rápida seleccionados al azar en grandes ciudades de cinco países.
En concreto este plato se encontró en Pekín.

3. Sangre Mong

La sangre y los intestinos de pato son una delicia en China, aunque se puede comer en cualquier parte del mundo.
La sangre y los intestinos de pato son una delicia en China, aunque se puede comer en cualquier parte del mundo. Crédito: GETTY
Aunque el estudio no revela el nombre de los restaurantes que sirven cada plato, existe uno en China capaz de proporcionar a sus clientes una ración de 1,3 kilos de peso y que alcanza las 2526 calorías, el llamado gross blood Mong.
Entre las delicias culinarias chinas menos conocidas en Occidente o Latinoamérica se encuentra este platillo a base de sangre de pato y algunas partes comestibles del animal.
Suele comerse en cubos de forma gelatinosa acompañados de noodles de arroz o en forma de sopa.

4. Pollo con espaguetis

En Brasil podemos encontrar la siguiente comida que supera por poco las 2000 calorías y el kilo de peso.
Muy en la línea del estilo de comida diaria que se prepara en el país, este platillo mezcla arroz, frijoles, farofa, espaguetis con aceite y ajo, pollo a la parmesana, ensalada de repollo con papas y pasas.
Se sirve en algún restaurante de Ribeirao Preto, una ciudad a 300 kilómetros de Sao Paulo.

5. Pollo Tso

Este tipo de pollo frito es muy habitual en los restaurantes asiáticos de cualquier parte del mundo.
Este tipo de pollo frito es muy habitual en los restaurantes asiáticos de cualquier parte del mundo. Crédito: GETTY
El pollo General Tso es un plato de pollo frito agripicante popular en la cocina chino-estadounidense y chino-canadiense.
El platillo fue encontrado por los autores del estudio en una cadena de restaurantes de Estados Unidos.
Tenía una porción de 685 gramos que alcanzaban las 2057 calorías.

¿Y en Latinoamérica?

El pabellón criollo venezolano y la bandeja paisa colombiana se parecen en los ingredientes.
El pabellón criollo venezolano y la bandeja paisa colombiana se parecen en los ingredientes. Crédito: GETTY
Sin duda, la bandeja paisa colombiana, con sus frijoles, su chicharrón y su carne es uno de los platos más calóricos que podemos encontrar en una comida.
Supera las 1822 calorías, según un estudio de la Universidad Javeriana, aunque el famosos ajiaco, con 1300, y el cocido boyacense con 1525 calorías no se quedan atrás.

Clarín - Ciudades - Otro bar notable que se transforma: tras 70 años, el Café Roma cambia de dueños, pero mantendrá su esencia

Otro bar notable que se transforma: tras 70 años, el Café Roma cambia de dueños, pero mantendrá su esencia

Esta semana dejarán de atenderlo dos primos asturianos de 91 y 83 años. Reabrirá en febrero.


Este jueves es el último día de Jesús y Laudino detrás de la barra. Una despedida tras casi siete décadas de comandar un bar notable en el Abasto. Sus 91 y 83 años ahora pesan, y estos primos asturianos decidieron pasarle la posta a otra gente. El lugar volverá a abrir sus puertas en febrero, de la mano de cuatro emprendedores gastronómicos, entre los que está Julián Díaz, que ya recuperó Los Galgos. “Roma no cierra. Está construyendo el futuro de su historia”, dirá el cartel que cuelguen este viernes los recién llegados. 
El Café Roma está en Anchorena y San Luis desde 1927, cuando ni siquiera había comenzado a construirse el edificio definitivo del cercano Mercado del Abasto. El dato figura en el primer libro de actas del bar, iniciado el 17 de agosto, la misma fecha en la que se conmemora la muerte de San Martín. Un personaje histórico que en este lugar tiene espacio de privilegio: su figura gobierna una de las paredes color durazno, en un cuadro con marco comprado por una clientela agradecida.
“Estamos cansados. Son 67 años”. La respuesta de Jesús Llamedo es quizás menos romántica que lo que los más nostálgicos quisieran escuchar, pero alcanza y sobra para explicar por qué él y su primo Laudino Pruneda prefieren colgar los guantes o, en su caso, el guardapolvo y el repasador.
El Café Roma, en Anchorena 806, Balvanera. Dejan de atenderlo sus dueños históricos, tras 70 años, pero el bar reabre en febrero, renovado. Foto: Martín Bonetto.
El Café Roma, en Anchorena 806, Balvanera. Dejan de atenderlo sus dueños históricos, tras 70 años, pero el bar reabre en febrero, renovado. Foto: Martín Bonetto.
Trabajan de lunes a viernes hasta las 19. Jesús llega a las 8.30. Laudino, más joven, a las 7. Ni siquiera tienen fin de semana completo: los sábados preparan tostados y cafés hasta pasado el mediodía. Así hace casi siete décadas. Son los únicos que atienden el bar y, también, uno de los principales motivos por los que la gente vuelve.
“Alquilé el fondo de comercio en 1952, a gente que venía de Navarra. Antes yo había atendido otro bar en Parque Patricios con mis tíos, y después estuve dos años en La Embajada, en Santiago del Estero e Hipólito Irigoyen, que todavía está”, cuenta Jesús, mientras Laudino corta fiambre para hacer un sándwich. Justamente, fiambrería era uno de los rubros del Roma en sus inicios, junto con el de despacho de bebidas y almacén.
En los años previos a que Jesús tomara el negocio, el café pasó por distintos dueños, entre los que nunca hubo un italiano, pese a lo que podría hacer creer el nombre del lugar. En 1953, un año después de que tomara el bar Jesús, se sumó Laudino, que con 17 años se convirtió en colega y socio.
El grifo con forma de cuello de cisne será preservado tras la obra. Foto: Martín Bonetto.
El grifo con forma de cuello de cisne será preservado tras la obra. Foto: Martín Bonetto.
Desde ese tiempo hasta ahora, Roma fue testigo de todo: de gobiernos de derecho y de hecho, de mundiales vistos en cocina al fondo con parroquianos de confianza, de disputas en el metegol que luego sería removido, cuando los prohibió Aramburu, de filmaciones de series como El Garante, del correr de litros de cerveza a hielo, de las charlas de hombres que se acodaban al estaño durante horas, escapando de una casa familiar tan chica como pieza de conventillo.
También vio pasar a visitantes ilustres, como Norma Aleandro, María Vaner, Leonardo Favio y Luis Alberto Spinetta, cuenta Jesús. De hecho, relata, fue el Flaco quien le sugirió que este café debía ser notable, título que finalmente obtuvo en 2014.
Pero toda esta etapa llegará a su fin el viernes, cuando los nuevos administradores del café tomen posesión del local, para terminar de definir los detalles de la obra, que arrancará en diciembre. Son Sebastián Zuccardi, Martín Auzmendi, Agustín Camps y Julián Díaz, el mismo equipo que fundó en Chacarita el bar La Fuerza, elegido por la revista Time entre los 100 lugares del mundo para visitar.
El Café Roma, en Anchorena 806, Balvanera. Dejan de atenderlo sus dueños históricos, tras 70 años, pero el bar reabre en febrero, renovado. Foto: Martín Bonetto.
El Café Roma, en Anchorena 806, Balvanera. Dejan de atenderlo sus dueños históricos, tras 70 años, pero el bar reabre en febrero, renovado. Foto: Martín Bonetto.
Díaz sabe de qué se trata recuperar cafés notables: junto a la ilustradora y diseñadora Florencia Capella, reabrió a fines de 2015 el bar Los Galgos, un clásico de Callao y Lavalle. Para eso, reconstruyeron el local con materiales originales y le dieron una vuelta de tuerca a la propuesta gastronómica.
La idea en Roma también es ampliar y modernizar la carta, aunque preservando casi sin cambios la estética y el espíritu del bar. “La clave es que se mantenga tal cual, con todo lo que enamora: sus botellas características, sus mesas y sillas, su cuadro de San Martín, su grifo con cuello de cisne. Por eso va la gente, no lo vamos a sacar”, aclara Díaz. 
Jesús y Laudino en la puerta del Café Roma, en Anchorena 806, Balvanera. Dejan de atenderlo tras 70 años, pero el bar reabre en febrero, renovado. Foto: Martín Bonetto.
Jesús y Laudino en la puerta del Café Roma, en Anchorena 806, Balvanera. Dejan de atenderlo tras 70 años, pero el bar reabre en febrero, renovado. Foto: Martín Bonetto.
Es esta autenticidad, esta postal típica sin impostaciones, lo que atrae a quienes frecuentan el Roma. “Entrar allí es viajar al pasado. No se trata de la puesta en escena de otros cafés notables 'vestidos' a semejanza del pasado con ropa prestada o con olor a pintura fresca. No, el Roma envuelve los cinco sentidos con su vejez auténtica y sufrida”, escribió hace tres semanas el periodista Damián Profeta en su cuenta de Instagram @cafesnotablesok.
Lejos de romper entonces con sus componentes más genuinos, la obra prometida se enfocará en lo que no se ve más que en lo que está a la vista: baños, ventilaciones, instalación eléctrica y sanitaria, “porque tienen muchos años de desgaste”, explica Díaz.
Las botellas características del bar, que estaban desde antes de la llegada de Jesús y Laudino, también serán mantenidas. Foto: Martín Bonetto.
Las botellas características del bar, que estaban desde antes de la llegada de Jesús y Laudino, también serán mantenidas. Foto: Martín Bonetto.
El estudio a cargo es el mismo que trabajó en Los Galgos, CHD. “La similitud entre ambos proyectos es la búsqueda de reivindicar una calidad y una identidad ligadas a las tradiciones porteñas, y que en el caso de Roma hacen a la diversidad de un barrio con un cruce de colectividades impresionante: italiana, española, luego judía, peruana -enumera Díaz-. Hay una mezcla cultural que nos encanta”.
Es sobre esa búsqueda identitaria que trabaja Auzmendi, quien reconstruye pieza a pieza la historia del bar desde sus inicios, e indaga en el origen mismo de su nombre. “Balvanera era un barrio donde la proporción de italianos era mayor a la de otros barrios porteños. Creemos que por eso el café se llama Roma, como una forma de ser atractivo para la población mayoritaria de acá“, razona este emprendedor y autor, que también cocreó la maratón de comedores de pizza al corte #Muza5k.
Además de entrevistar a gente del barrio y bucear en papeles administrativos y recortes de diario, Auzmendi también habilitó la cuenta de Instagram @romadelabasto, para quien quiera hacer llegar sus historias en el bar. Pero también, sobre todo, para mostrar el proceso de puesta en valor del lugar hasta su reapertura, en febrero.
Aunque ya no trabajen allí, Jesús y Laudino planean seguir yendo al café, algo que los nuevos dueños apoyan: “Queremos que sigan estando en el lugar, sin trabajar, pero quedándose todo el tiempo que quieran”, resalta Díaz. El que sí dejará el bar, al menos durante la obra, es Roma el gato. Además de enamorar a los clientes, la mascota mantiene lejos a los gorriones, que años atrás “entraban y hacían un desastre”, cuenta Laudino.
“Vengo por el gatito, y también por Jesús y Laudino, que son entrañables”, dice y se ríe Juan Carlos Yamamoto (62), que vive cerca pero conoció el bar recién hace tres meses. A dos mesas de distancia, Diego Pérez Lozano (56) empuja un árabe de tomate y queso con un cortado en vaso pequeño. Él sí viene desde hace tiempo, “por lo menos 15 años”, muchas veces entre clase y clase de Diseño Gráfico, que dicta en la cercana Universidad de Palermo. “Acá me pasaron muchas cosas, hasta me enteré de cuando murieron mis padres. Forma parte de mi vida”, admite. Y muestra todo el espacio que puede ocupar un café notable en la memoria emotiva individual y colectiva.