Carniceros, verduleros y otros oficios que resisten en el renovado Mercado de San Nicolás
El histórico predio de Córdoba al 1700 suma oferta gourmet. “Era necesario y representa un premio a años de esfuerzo”, dicen los comerciantes con décadas en el lugar.
En una zona donde abundan las oficinas, los centros médicos, las universidades y los locales comerciales, donde confluye el movimiento de dos avenidas centrales en el entramado porteño y donde el ritmo se acelera durante las jornadas laborales, el Mercado de San Nicolás no era más que un espacio detenido en el tiempo. Allí, sobre Córdoba al 1700, resistía más por el peso de la trayectoria que por su oferta actual y lidiaba con un entorno del que hace años se había diferenciado. Al menos hasta ahora.
Renovación de por medio, el galpón de 961 metros cuadrados reabrió sus puertas este viernes con una propuesta que apunta a la combinación de usos. En esta nueva versión del Mercado, los puestos históricos de venta de frescos le hacen un lugarcito a la gastronomía y ponen la mesa para que los clientes de siempre y los nuevos comensales pasen, vean, consuman y vuelvan.
Pionero. Luis Gómez, quien tiene carnicería desde que la feria se atendía al aire libre, está conforme con los cambios. "En otros países se usa mucho y la clientela está contenta", dice. / Constanza Niscovolos
Cuando se encaró la obra hace poco más de un año, el espacio presentaba un avanzado deterioro. Tenía más de la mitad de sus locales cerrados y cargaba con una historia de ajustes y malas administraciones a cuesta. Es que desde 1905, época en la que funcionaba como una feria en la calle con más de 400 puestos, hasta la fecha, pocos fueron los que lograron sortear los reiterados achiques. Luis Gómez es uno de esos sobrevivientes que le da la bienvenida al nuevo modelo de mercado.
"Me parece muy bien. En otros países se usa mucho y la clientela está contenta. Con algunos nuevos ya me presenté y les doy manija de que les va a ir bien. Esto era necesario y, para nosotros, es un poco el premio que uno obtuvo despues de tantos años", confiesa el dueño del puesto de carnicería y granja "El Gitano", presente en la cuadra desde que se atendía al aire libre.
Pionero II. Francisco Pino es otro "veterano" del mercado. "Hace unos 15 años el mercado empezó a reflotar", recuerda. / Constanza Niscovolos
Con 72 años en el documento y 54 atrás del mostrador, Luis es palabra autorizada en el Mercado de San Nicolás. "Soy el más veterano que queda: tenía 17 años cuando empecé. Vine en el '64 y en el '66 entré al predio que después se expropió (antes el espacio ocupaba gran parte de la manzana y tenía la entrada por Córdoba y la salida por Viamonte). Estuvimos muchos años trabajando como feria, éramos unos 130 puestos, pero los dueños fueron falleciendo y los puestos se fueron cerrando porque los hijos no seguían. En mi caso, no me fui quedando, fui siempre para adelante y nunca fue una opción cerrar, porque a mí el mercado siempre me dio todo lo que necesité", admite el hombre que desde hace décadas pasa más tiempo en este rincón porteño que en su residencia de San Justo, en el oeste del Conurbano.
Recuerdo. El Mercado de San Nicolás, hace décadas. / Constanza Niscovolos
La historia de Francisco Saverio Piro es tan longeva como la de Gómez, aunque un poco más colorida entre las frutas y verduras de su puesto doble con vista a la avenida. Pero no siempre fue así. "El oficio de frutero lo inició mi abuelo, vendía en un carro sin caballo. Mi viejo en principio no quiso saber nada y se fue como colectivero. Pero al tiempo largó y puso un puesto cuando esto era un terreno baldío. No me olvido más, era un sábado y nos instalamos como pudimos, había como 150 puestos y unos 25 eran sólo de frutas como nosotros, todo sectorizado. Acá no se podía caminar y adentro del puesto apenas entraba una persona, eran de 2,15 x 2,50 metros", relata el dueño de Frutería y Verdulería Franco, mientras recuerda esos tiempos en el que el mercado bullía de clientes.
"Teníamos a un señor mayor que se paraba en los pasillos y nos enganchaba a la clientela, porque la competencia era terrible y yo no estaba ubicado donde ahora, estaba al fondo del mercado. Cuando se modificó el espacio y se anuló Viamonte pasé a estar en el medio, justo en la época en la que esto se moría", recuerda Piro. Por ese entonces, los locales de adelante estaban cerrados y la oscuridad y el abandono devoraban la presencia de los pocos que seguían con las persianas levantadas.
Parrilla. Es una de las novedades del Mercado de San Nicolás. / Constanza Niscovolos
"Llegué adelante hace unos 15 años y ahí empezó a reflotar el mercado. La gente entraba por los precios y porque ya nos conocía. Yo empezaba con una cola de 10-15 personas a las 8 de la mañana y terminaba a las 20 con otras 30 por atender. Pero, en líneas generales, había mucho por hacer", dice Francisco, que pasó años tomando la siesta en el puesto cuando el mercado cerraba por la tarde, y mirando en una pequeña tele "Si lo sabe cante", con Roberto Galán. Él y Luis conservan clientas de hace 20 y 30 años, y también a muchos de sus hijos y nietos, que tantas veces se colaron detrás de sus mostradores.
Pollería. Un clásico de los mercados porteños./ Constanza Niscovolos
Oferta. Los puestos tradicionales conviven con los locales para comer. / Constanza Niscovolos
La puesta en valor del Mercado demoró cerca de 14 meses, en parte porque durante toda la obra los puestos que estaban abiertos no dejaron de funcionar, otro aspecto que llevó alivio y seguridad a sus dueños.
“Aparte de renovar el mercado, incorporamos propuestas gastronómicas que antes no había, para que la gente no sólo pase de compras, sino también se quede a comer o tomar algo y se apropie de este histórico lugar, generando un mayor movimiento en la zona” resumió el vicejefe de Gobierno de la Ciudad, Diego Santilli.
Además de las tradicionales verdulería, frutería, carnicería, almacén y pescadería, se incorporó una oferta gastronómica renovada. "Se montó una plaza de comidas con capacidad para 100 personas y se construyó un entrepiso para depósito de los locales. Así, los empleados pasaron de 30 a 60 y los locales en uso, que eran 11, pasaron a ser 18", apuntan desde la vice jefatura de Gobierno de la Ciudad, que encaró los trabajos a través del programa BA Capital Gastronómica.
Pizza. Llegó al predio de San Nicolás. Confían en que se trata de una zona con movimiento y en el público de las universidades cercanas. / Constanza Niscovolos
Sebastián Valle, dueño de parrilla La Dorita es uno de los "nuevos" dentro del Mercado de San Nicolás, aunque su marca ya es tradición en carnes asadas para porteños y turistas. "Estoy tratando de hacer un modelo un poco más informal que Dorita, trabajo con foodtrucks y participamos en varias ferias, por eso, nos convocaron desde Gobierno para traccionar un poco de público hacia el mercado. Para mí es una apuesta, con una carta más acotada y una oferta de menús más accesibles", comenta.
Para Matías Cabrera, propietario de Hell´s Pizza, la propuesta es atractiva por la zona y el público joven que concentran las universidades cercanas. "Nos imaginamos que va a fluir, vamos a ofrecer pizzas de estilo americano en porciones de 45 centímetros, gigantes y que se doblan para comerse, y que son una novedad a nivel local. Vamos a tener una carta más acotada con nuestros clásicos: pepperoni, muzarella, italiana con boconccino y albahaca. Llevan dos días de elaboración y usamos todos productos orgánicos", detalla.
Cafetería Tostado, panadería Malvón, la heladería Ice Roll –ganador del Potenciate Gastronómico 2017 que hace helados en rollo-, una rotisería, una chivitería y un local de sushi completan el menú con el que el Mercado de San Nicolás invita no sólo a comprar para llevar, sino también a degustar entre sus puestos.