La crisis tomó mal parada a la industria cervecera. Hasta 2018, el consumo venía repuntado hasta alcanzar los 45 litros per cápita anuales, su máximo nivel, pero la tendencia se estancó. “La macroeconomía no ayuda, pero la Argentina tiene mucho potencial”, se esperanza Alejandro Berlingeri, director ejecutivo de la Cámara Cervecera Argentina. Ese optimismo tiene que ver con la comparación del consumo en otros países de la región, “que ronda los 60 litros per cápita”, añadió.
Berlingeri destaca que el avance de las cervezas artesanales no representa una amenaza a los grandes grupos cerveceros. Por el contrario, sostiene que “le hace muy bien a la categoría y en todos los países coexisten perfectamente”. Tan es así que la belga Ab Inbev (dueña de Quilmes) y la chilena CCU (Heineken) tienen sus propias marcas artesanales. Ab Inbev lanzó Patagonia y CCU distribuye en el país Kunstmann, una cerveza chilena. Ahora el grupo acaba de sumar a Blue Moon, elaborada en EE.UU. para pelear en un segmento considerado premium.
“Las artesanales tienen una lógica muy interesante, no tanto por volumen sino por sus márgenes. En rigor, tienen un precio 100% más alto que las marcas industriales de mayor consumo”, introduce Juan Pablo Barrale, gerente de Asuntos Corporativos de CCU. Al igual que otros, este ejecutivo dice que las artesanales impulsan a toda la categoría, con “nuevas variedades, lo que ayuda a educar al consumidor”.
En el sector estiman que hay unas 800 cervecerías artesanales, que representan entre 2,5 y 3% del consumo total. Incluso algunas ya exportan. La movida es tal que está generando nuevos formatos de negocio: franquicias, locales multicanilla (venden diversas variedades y marcas), el envase en lata, la venta de equipamiento y accesorios y también de insumos (lúpulo, cebada y malta). Cada uno con su lógica y una dinámica propia.
La mayor penetración de las cervezas en los últimos dos años tiene una explicación. Según Javier González, analista de Nielsen, “el desarrollo del envase en lata se posicionó como alternativa a la botella de 1 litro y multiplicó las opciones de consumo, en plazas, eventos y en la calle, por ejemplo”. Este experto señala que anteriormente sólo dos marcas apostaban al formato: Quilmes y Brahma. “Hoy casi todas las tienen, incluso las premium y las artesanales”. González estima que “el 80% de la suba del consumo reciente fue por impulso de las latas”.
Un caso notorio en el rubro artesanal es la cordobesa Peñón del Aguila, que envasa en lata el 40% de su producción (más de 2,5 millones de unidades anuales) para exportar a Atlanta, Estados Unidos. El proceso lo realiza Ball Corporation, un fabricante de envases de aluminio, que tiene entre su clientela unas 100 microcervecerías artesanales, según explicó al Económico Andrés Agnello, su gerente comercial. El ejecutivo aclara que su compañía está ampliando su planta de Burzaco “para triplicar la producción” y así responder a la mayor demanda.
El auge de las artesanales repercutió en el circuito comercial. Muchos productores son proveedores habituales de tiendas gastronómicas y locales cerveceros denominados “multicanillas”, es decir que ofrecen un menú amplio de variedades y marcas a su clientela. Otros optaron por expandir sus franquicias.
La notable expansión de las cadenas produjo “una saturación” en algunas zonas, como en el barrio porteño de Palermo, en el cual relevaron más de 200 cervecerías. Por tal motivo, muchas buscan crecer en localidades del interior del país. “Estamos en casi todos los barrios de Buenos Aires. Hace un mes abrimos nuestro primer local en Córdoba y la idea es desembarcar en las principales provincias del país”, grafica Fernando Macía, socio de Cervelar, una cadena con 15 locales (3 propios y el resto franquiciados) y que vende “más de 50 marcas cerveceras, entre artesanales e importadas”.
Macía añade que por la recesión, la menor rentabilidad y el boom de los boliches multimarca obliga a revisar bien los costos. “Es un año difícil y la rentabilidad está complicada. Pero eso está bueno, porque no nos atamos a ningún segmento en particular y elaboramos nuestras propias recetas para diferenciarnos. Vendemos artesanales, importadas de todos los niveles”, dijo, y concluye que con ese modelo le permite despachar “90.000 litros mensuales”.
Una franquicia cervecera, según explica el consultor especializado Carlos Canudas, requiere de una inversión promedio de US$120.000. “¿Si hay riesgos? En un contexto de crisis, como el actual, las franquicias crecen. Se trata de un contrato a 5 años con un retorno de la inversión a los 24 meses”, asegura.
Un caso curioso es el de Bierlife, una empresa que elabora, vende en su local y ofrece cursos sobre cervezas artesanales. Pero además crearon Ba-Malt, una firma que vende insumos (malta, lúpulo, levadura y productos de limpieza), accesorios y equipamiento para locales y microcervecerías. “Somos proveedores para toda la cadena de valor”, introduce Martín Boan, su dueño. Al igual que otros, Boan sostiene que hay mucha demanda en el interior, “en pequeños locales gastronómicos, como pizzerías, en pueblos y pequeñas localidades”, resume.