"Es uno de los lugares más lindos de Buenos Aires", dice Luli Bonomo, periodista que trabaja en Modo Viernes, el programa de radio de Late 93.1. "Hay unas terrazas divinas, que hacen que te den ganas de ir temprano al Rosedal, y quedarte y
tomar una cerveza . Voy mucho con mis amigas, especialmente a Avant Garten, que se llena de gente con buena música. Y que sean todas terrazas consecutivas te permite también ir de un local al otro; pedís un helado en Lucciano's, luego volvés por otra cerveza... Es como estar de vacaciones. Para los que pasamos los 30, tiene un plus, que son nuestros recuerdos de esos boliches que había en esta zona, esos lugares donde empezamos a ir a bailar", afirma, haciendo referencia a Arcos del Rosedal, el más nuevo de los polos gastronómicos porteños, que les está cambiando el rostro a los Bosques de Palermo.
En una punta, potentes hamburguesas de 200 gramos de carne, con panceta crocante, huevo poché y queso cheddar derretido; en la otra, capuchinos y cafés de diversos orígenes. Dos extremos de un recorrido de apenas 200 metros, que suma en el medio propuestas para todos los gustos: DJ en vivo y pintas de cerveza artesanal, rolls de sushi con ingredientes exóticos, unas tremendas ribs ahumadas, helados en palito en múltiples formas, crêpes rebosantes de dulce de leche y nutella, bagels de salmón rosado con té en hebras y jugos detox de aires saludables. Y esto apenas empieza: en las próximas semanas y meses se esperan cuatro aperturas que darán que hablar: Divisadero, el parador ideado por el bartender Tato Giovannoni; Chori, primera sucursal de los ya famosos choripanes de Palermo; también la segunda casa de Nola, el local que homenajea la cocina cajún de Nueva Orleans; y Francisca, una parrilla dedicada a la comida al paso con carnes y pizza a las brasas.
Todavía reconocido por su antiguo nombre Paseo de la Infanta, el actual Paseo Marcela Iglesias (donde está el complejo Arcos del Rosedal) se llama así en memoria del accidente ocurrido a principios de 1996: una escultura de 250 kilos -parte de una muestra organizada por la galería Der Brucke-, mal soldada y sin las habilitaciones pertinentes, cayó sobre Marcela Iglesias, una niña de 6 años que falleció al instante. Este terrible suceso, del cual todavía se espera justicia, marcó el abandono público de esta parte de Palermo. La zona, donde supo haber discotecas, locales de comida (Pumer Nic ocupó una de sus esquinas), juegos para niños y hasta una calesita, cayó en decadencia: los pastos crecieron, los arcos se convirtieron en precario hogar de personas sin techo e incluso en un momento la zona ofició de terminal de colectivos. El primer indicio de la recuperación comenzó en 2012, con la llegada de McDonald's en un extremo y Starbucks en el otro.
Al mismo tiempo, en uno de los bordes se construyó la Plaza de la Shoá, en recuerdo del Holocausto de la Segunda Guerra Mundial (plaza que hoy también parece olvidada). Pero la verdadera revolución comenzó a tomar forma recién tres años más tarde, a finales de 2015 y principios de 2016, con una nueva camada de opciones gastronómicas que dieron fuerza al lugar. "Hubo un cambio societario y de gerenciamiento en la concesión, y ahí empezamos a trabajar con una búsqueda gastronómica. Nos llegaron muchas ofertas para abrir discotecas o lugares nocturnos, pero no era el camino que queríamos hacer", cuenta Natalia, del Departamento de Marketing de Arcos del Rosedal. "Cuando arrancamos con esta etapa, nos basamos un poco en lo que el Central Park es para Nueva York. Un lugar verde con una oferta gastronómica propia. Y lo fuimos logrando, con gran esfuerzo por parte de los primeros en instalarse por acá, como Möoi, Rock&Ribs, Santa Crepa y Avant Garten. Hoy ya viene gente de todos lados, incluso muchos turistas con sus cámaras a cuesta que sacan fotos y las suben a sus redes. Fue una apuesta entre todos, para revalorizar el espacio y aportar algo a la ciudad y al mismo parque".
"Hace cinco años que vengo a correr al Rosedal, antes de entrar a la oficina. Empecé haciendo 10 kilómetros en 63 minutos, hoy los hago en 47. Antes, al terminar, me subía al auto y me iba; ahora en cambio me tomo un café en Starbucks o me siento en Möoi y desayuno algo liviano", dice Andrés Ramírez, que trabaja en sistemas. "El lugar es precioso, especialmente cuando el clima está lindo. Está lleno de árboles y desde la punta de los arcos ni se oye el ruido del tránsito".
La experiencia de Andrés es un ejemplo de los distintos públicos que acceden a esta nueva zona gastronómica, según el día y la hora de la semana. "Justamente, uno de los diferenciales de acá son los distintos públicos que hay. Fines de semana al mediodía es superfamiliar, lo mismo pasa a la noche en el primer turno, de 20.30 a 21.30. Más tarde caen grupos de amigos, entre 25 y 35 años. Y al mediodía en la semana vienen muchos oficinistas", cuenta Alejo Pérez Zarlenga, uno de los socios de Williamsburg, la conocida hamburguesería palermitana que desde enero de este año es otra de las grandes propuestas de la zona.
Para todos los gustos
El hito lo marcó sin dudas Avant Garten, una cervecería inspirada en los jardines cerveceros alemanes con una apuesta fuerte desde la música. Por mes pasan por allí más de 40 DJ y artistas que les ponen ritmo a las noches, en especial a las de los miércoles. Así, logró convertirse en estos dos años en punto de encuentro obligado de Buenos Aires. Canillas con cervezas de calidad y una propuesta gastronómica bien resuelta terminan de armar la propuesta. Incluso, convencidos de las posibilidades de la zona, los mismos dueños de Avant Garten acaban de abrir Komyün, con una oferta de cocina asiática y nikkei, y una ambientación más intimista y de diseño. También Rock&Ribs suma fanáticos y habitués con su tremendo ahumador de donde salen deliciosas ribs y pulled porks repletos de aromas a espinillo y quebracho. Para mediodías o comidas más ligeras, Santa Crepa es el encargado de despachar esos finos panqueques inspirados en Francia, pero rellenos con múltiples combinaciones, mientras que Healthy Planet se hace cargo de la parte más sana, con leches de vegetales, jugos, frutos secos y varios etcéteras.
Una de las aperturas más esperadas es Divisadero, que se espera que abra sus puertas en apenas 15 días. "Es una idea que teníamos en mente hace rato. Y encontramos a la gente justa para llevarla a la realidad", cuenta el conocido bartender Tato Giovannoni, quien está detrás de este proyecto. "Se trata de hacer una cervecería diferente, con un concepto bien claro, inspirándonos en los balnearios de la costa atlántica de los años 80".
Tato nació en Cariló, trabajó con su papá en balnearios y hoy lleva esa mística del mar a muchos de sus emprendimientos, como Florería Atlántico. "No sabés lo lindo que está quedando. La estética, la música, todo tiene que ver con la playa. Aprovechando las dos terrazas que tienen los arcos, de un lado vas a tener el mar con las carpas de playa, y del otro estará el bosque. Y lo que está en el centro es el parador". Para comer, cuenta, habrá clásicos argentinos como un cóctel de camarones, revuelto gramajo, los deliciosos cornalitos, unos "pirulines con una vuelta de tuerca". Y, para beber, será el primer bar en tener en formato tirado las dos cervezas firmadas por el propio Tato (Bosquísima y Marítima), además de otras variedades de la marplatense Antares, sumando además clericós, gin&tonics, cócteles frozen, una limonada de mar y el Negroni embotellado La Chofeta, con gin Apóstoles, Campari y moscato, todo filtrado con suelo de Cariló (una mezcla de arena, pinocha, piñas y hongos secos de pino).
Está claro que no todo son rosas en el Rosedal: en estos dos años de crecimiento, desde que comenzó a convertirse en un polo gastronómico hasta ahora, cerraron ya muchos de los primeros locales. En el camino quedaron Naná, la pizzería Coronita, los jugos cold press de Ju, la heladería Lucca. Incluso cerró el gimnasio Crossfit Tropa y el McDonald's pionero en la zona. Pero nada de esto detiene a las nuevas aperturas: cada restaurante que cierra es ocupado inmediatamente por otro. Hoy mismo se ven varios arcos en plena construcción. En uno, por ejemplo, se instalará la primera franquicia de Chori, con gran parrilla central de donde saldrán los magníficos chorizos de cordero y cerdo que dan vida a sus choripanes. Y también está en plena construcción Nola, ese pequeño local que abrió hace 4 años en Palermo, de la mano de su chef Liza Puglia y de Franciso Terren (quien también elabora las cervezas Filidoro), y que ganó fama a costa del pollo frito, los sándwiches contundentes y esos guisados picantes de estilo cajún. "Era hora de crecer. Vimos este lugar fantástico, con mucho movimiento de gente y nos decidimos", cuenta Francisco.
Hoy, los Arcos del Rosedal se ven en su mejor momento gastronómico, con características que le son únicas y que marcan su fortaleza: dos amplias terrazas por cada restaurante, una preciosa arquitectura tradicional de los arcos con ladrillos a la vista y una ubicación privilegiada, en el cruce de las avenidas Dorrego y Del Libertador.
Es miércoles al mediodía. Esta semana justo empezó el frío y cada local comienza a instalar los distintos métodos de calefacción para acondicionar sus terrazas. En una de las mesas de Williamsburg, Andrés Szabo come junto a sus hijos. "Trabajo en Nueva York y aprovecho que estoy acá en Buenos Aires para verlos. Y venimos acá porque nos gusta el verde en medio de la ciudad, es un lugar joven al que se llega fácil y se estaciona bien. Y, lo más importante, la hamburguesa es casera y muy rica. Es un lugar que nos gusta a todos". ß
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